Esto significa que, sin medidas adicionales, la ayuda a la educación alcanzará los niveles de 2018 hasta 2024, lo que supone una grave amenaza para la recuperación de la educación tras la perturbación sin precedentes causada por la pandemia.
Frente a los estragos causados por la pandemia, la ayuda a la educación sin duda será más importante que nunca. Los países necesitarán fondos adicionales para responder a la pandemia. La educación debe convertirse en una prioridad tanto en términos de ayuda como de asignaciones domésticas para evitar un retroceso en nuestro objetivo de educación global, el ODS 4.
La ayuda a la educación en 2018 alcanzó la cifra récord de 15.600 millones de dólares, un aumento del 9% con respecto al año anterior. De un año a otro, la ayuda aumentó un 6% para la educación básica, un 7% para la enseñanza secundaria y un 12% para la enseñanza postsecundaria, lo que representa para cada una de ellas la mayor cantidad de ayuda jamás registrada.
A pesar de estos aumentos, se requería una ayuda más eficaz para el sector: Solo 7.400 millones de dólares, es decir, el 47% de la ayuda a la educación, se destinaron a la enseñanza básica y secundaria en los países de ingresos bajos y medios bajos, los dos subsectores y los dos grupos de países que se consideran los más necesitados.
Al evaluar las repercusiones del COVID-19, nuestro Informe Global estima que es probable que la pandemia tenga un impacto más perjudicial que la crisis financiera de 2007-8, ya que se prevé que la recesión que afecta a los diez principales donantes bilaterales de educación sea más de dos veces más grave.
Para agravar aún más la situación, la UNESCO estima que si se mantienen los niveles actuales de gasto nacional en educación como porcentaje del PIB, la financiación nacional para educación disminuiría en USD 296 mil millones en 2020.
Hasta ahora los gobiernos han comprometido 8 billones de dólares en respuestas a la pandemia, ayudando a respaldar sus sistemas de salud y sus economías. Sin embargo, las perspectivas de ayuda están vinculadas a las repercusiones de la crisis en los presupuestos de los donantes. Las crisis financieras anteriores han impactado la asignación de ayuda durante varios años después de que terminaran las crisis. Por lo tanto, no debemos subestimar el efecto de rebote que esta pandemia podría tener en los servicios sociales en los años venideros.
En el documento se evalúa el impacto de la Alianza Mundial para la Educación, la plataforma de recaudación de fondos para el sector, y se muestra que actualmente hay un desfase de unos tres años entre la aprobación de una subvención y su desembolso. La cantidad que se desembolsó en 2019 se redujo a los niveles de 2010. En 2018, la ayuda de la Alianza Mundial para la Educación representó el 6,7% de la ayuda total a la educación básica en los países de ingresos bajos y medios bajos, una reducción con respecto al máximo del 11,4% alcanzado en 2014.
Tres respuestas políticas por parte de los donantes serán fundamentales en los próximos 12 meses.
En primer lugar, la pandemia de Covid-19 también es una crisis educativa. La participación de la educación en la ayuda total debe protegerse.
En segundo lugar, dado que los países necesitan fondos adicionales que no estaban programados para financiar sus respuestas ante el Covid-19, es necesario garantizar flexibilidad en el apoyo para que los programas existentes puedan ser reestructurados y realineados y así ayudar a los países a asegurarse de que Covid-19 solo sea un revés temporal.
En tercer lugar, los obstáculos en la implementación de los programas tradicionales de ayuda bilateral pueden brindar una oportunidad para que los donantes bilaterales consoliden esfuerzos fragmentados de ayuda, contribuyendo a desplazar una mayor proporción a través de canales multilaterales.
Nota publicada en el Blog de la Educación Mundial de la UNESCO, reproducida en PCNPost con autorización
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SOURCE: Blog de la Educación Mundial
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