Por: Samuel Azout
Por cuenta de Covid-19 estamos enfrentando una crisis sanitaria y una crisis económica. Aunque poco se registre en los medios de comunicación, también enfrentamos una crisis de educación. Aproximadamente 10 millones de niños en Colombia que deberían estar en las escuelas se encuentran en sus casas.
Gobiernos, organizaciones sociales y colegios privados han creado plataformas virtuales para que los estudiantes no se atrasen en sus procesos educativos. Sin embargo, para que los medios digitales sean efectivos se requieren, entre otros factores: a) que las escuelas cuenten con los recursos para implementar el aprendizaje remoto, b) que los estudiantes tengan acceso a computadores e impresoras, c) que existan servicios de internet confiables en los hogares, y d) que los padres tengan habilidades, tiempo y paciencia para convertirse en maestros.
Si falla alguno de los factores arriba mencionados, la educación se paraliza. Por ejemplo, sin acceso a internet los niños no pueden acceder a los currículos. En consecuencia, lo aprendido se comienza a borrar de sus memorias y se da comienzo al indeseable fenómeno del rezago escolar. Este es un riesgo real en Colombia donde, de acuerdo al MinTIC[1], el 50% de los hogares no cuenta con conexión a internet.
Todas las familias tienen dificultades para implementar la educación en casa. Pero el reto es monumental para las familias de bajos ingresos. Convertirse en maestros de la noche a la mañana es un desafío muy difícil para aquellos padres que no tuvieron la oportunidad de completar la educación básica. Y para más de cuatro millones de madres pobres cabezas de hogar en Colombia terriblemente preocupadas por los ingresos para la subsistencia de sus familias, asegurar una buena educación para sus hijos es simplemente algo imposible.
En resumen, la interrupción de clases durante la pandemia tendrá un impacto negativo mucho mayor en las familias de bajos ingresos, aumentando así las ya amplias brechas educativas entre niños ricos y niños pobres en Colombia. Según algunos expertos, el atraso para los niños más pobres podría ser de un año escolar completo.
Pero esta no es toda la historia. Además del impacto en lenguaje, matemáticas y ciencias, las consecuencias en educación no cognitiva podrían ser aún más demoledoras. El desarrollo de habilidades emocionales y sociales como resiliencia, asertividad, auto estima, auto reflexión, manejo del estrés, auto conocimiento y pensamiento creativo, entre otras, podrían sufrir retrocesos difíciles de recuperar, especialmente para niños en edades tempranas.
Es una buena noticia que el Ministerio de Educación haya revelado los protocolos y lineamientos generales para el regreso presencial a clases. Este se hará bajo un esquema de alternancia lo cual va a requerir una planeación ordenada. Las secretarías de educación de los entes territoriales jugarán un papel fundamental en este proceso. Por las condiciones en las que se encuentran muchas instituciones educativas del país, este regreso va a requerir inversiones en infraestructura.
Ahora, más que nunca, es transcendental garantizar el derecho a educación de calidad para todos nuestros niños. Los que trabajamos en el sector educativo debemos redoblar los esfuerzos. El país no puede dejar de priorizar la educación de todos los niños y niñas del país, en especial de aquellos que viven en condiciones de pobreza.
De lo contrario, el impacto de la pandemia en movilidad social, equidad y convivencia podría ser irreversible.
[1] Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones
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2 Responses to "COVID-19: Pensemos en Educación"
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