Por: Marie Haga
El hambre es tanto una causa como una consecuencia de los conflictos. Actualmente, hay alrededor de 20 millones de personas (publicación disponible solo en inglés) que se enfrentan a la hambruna en el Yemen, Sudán del Sur, Burkina Faso y el noreste de Nigeria. De hecho, los conflictos son el principal factor causante del hambre (publicación disponible solo en inglés) en la mayoría de las crisis alimentarias del mundo.
Los conflictos generan hambre, ya que pueden originar el desplazamiento de los agricultores y destruir bienes agrícolas y reservas de alimentos, o bien pueden ocasionar disrupciones en los mercados, lo que eleva los precios y afecta los medios de vida. En este círculo vicioso, los conflictos y la falta de alimentos dañan el propio tejido de la sociedad y, con demasiada frecuencia, conducen a la violencia.
En 2018, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una resolución histórica en la que se reconoció que el hambre era un factor impulsor del desplazamiento forzado y, a la inversa, el desplazamiento forzado podía tener efectos devastadores en la producción agrícola. El hambre nunca podrá eliminarse si no hay paz mundial. Al mismo tiempo, el cambio climático intensifica aún más la espiral de hambre y conflicto. A principios de este año, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, señaló que, de los 15 países más expuestos a los riesgos climáticos, 8 contaban con la presencia de una operación de mantenimiento de la paz o acogían una misión política especial de las Naciones Unidas. De aumentar la escasez de recursos, los conflictos en torno a elementos como el agua o las tierras cultivables no harán más que profundizarse.
De círculo vicioso a ciclo virtuoso
Teniendo en cuenta que, a finales de este año, se celebrará la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios, nos encontramos en el mejor momento para examinar el modo en que los sistemas alimentarios —es decir, la forma en que se producen, procesan, transportan, venden y consumen los alimentos— pueden fomentar la paz, y la manera en que la paz puede ayudar a respaldar sistemas alimentarios sólidos.
Resulta evidente que hay un problema con nuestros sistemas alimentarios: si bien producimos más alimentos que nunca, una de cada nueve personas sigue padeciendo hambre y 2 000 millones de personas no obtienen alimentos nutritivos suficientes. La producción de alimentos genera una importante huella de carbono. Del mismo modo, el sector agrícola ejerce una gran presión sobre los recursos hídricos, ya que es responsable del 70 % de la extracción de agua (publicación disponible solo en inglés). Además, la agricultura es el principal causante de la pérdida de biodiversidad. Por otra parte, el 30 % de los alimentos producidos se desechan o pierden en la etapa posterior a la cosecha, incluso antes de llegar a los consumidores.
Sin embargo, esto no tiene por qué ser así. Debemos transformar este círculo vicioso en un ciclo virtuoso de modo que los sistemas alimentarios puedan fomentar la paz, la cual a su vez promueve el suministro de alimentos inocuos y nutritivos.
Las pequeñas explotaciones agrícolas y su función crucial
La agricultura en pequeña escala es fundamental para los sistemas alimentarios que ayudan a crear comunidades pacíficas y saludables. La subsistencia de más de 2 000 millones de personas depende de los 500 millones de pequeñas explotaciones agrícolas del mundo, las cuales tienen un gran potencial para contribuir en mayor medida al logro de sistemas alimentarios sostenibles que funcionen adecuadamente.
¿Por qué? Porque esas pequeñas explotaciones abastecen principalmente los mercados locales y nacionales (publicación disponible solo en inglés), y son especialmente importantes en los países en desarrollo donde hay más probabilidades de que el hambre genere disturbios.
Además, en los lugares en que predomina la agricultura en pequeña escala, hay una mayor participación cívica y social, niveles más elevados de confianza y un mayor apego a las culturas y las comunidades locales. Otro aspecto igualmente importante es que las pequeñas explotaciones y otras pequeñas y medianas empresas rurales invierten y gastan dinero en las economías locales, crean empleos y oportunidades, y, por consiguiente, reducen la necesidad de migrar. En los lugares en que las pequeñas explotaciones agrícolas prosperan, se forjan comunidades resilientes y pacíficas.
Por último, los pequeños productores rurales suelen cuidar mejor el entorno natural. Las prácticas sostenibles, como la agricultura orgánica, se basan en conocimientos complejos sobre la tierra y los ecosistemas, y aprovechan el largo historial de trabajo de la tierra que poseen las explotaciones familiares.
Los sistemas agrícolas en pequeña escala son responsables de más de la mitad de las calorías que se producen a nivel mundial (publicación disponible solo en inglés), aunque, irónicamente, esos agricultores suelen tener dificultades para alimentar a sus propias familias. Con frecuencia se vulneran sus derechos sobre la tierra y las reglamentaciones y los precios de mercado menoscaban sus ingresos, y se ven afectados de manera desproporcionada por el cambio climático.
Inversiones en pro de la alimentación y la paz
En los países y las situaciones en que los conflictos ponen en peligro la seguridad alimentaria, las medidas a corto plazo orientadas a dar respuesta a las crisis no son suficientes. Resulta fundamental hacer una inversión en el desarrollo a largo plazo para poder romper el círculo vicioso del hambre y los conflictos. Por ejemplo, en el Sudán Occidental (información disponible solo en inglés), la rehabilitación, construcción y gestión de puntos de abastecimiento de agua ha reducido las tensiones entre los pastores nómadas en torno a los recursos hídricos. En Colombia, el acceso a fondos y capacitación ha aumentado la producción y las oportunidades de empleo en el sector rural, lo que ha disuadido a los jóvenes de involucrarse en los conflictos.
En una zona remota ubicada en el norte del Pakistán (información disponible solo en inglés), el acceso a variedades de cultivos más resistentes, servicios veterinarios para el ganado y carreteras pavimentadas para poder llegar a los mercados ha hecho que las comunidades rechacen las influencias extremistas. Estos y otros ejemplos de los efectos de las inversiones del FIDA también ponen en claro que el logro de un impacto duradero depende de que se aborden de manera integral las interconexiones entre los factores económicos, la gestión de los recursos naturales y la inclusión social.
Garantizar los sistemas alimentarios sostenibles del mañana
En la actualidad, la COVID-19 está aumentando la presión que se ejerce sobre nuestros sistemas alimentarios al alterar los mercados y las cadenas de suministro de los pequeños productores rurales de todo el mundo, lo que pone en peligro la paz y la estabilidad. Hoy más que nunca, necesitamos a estos pequeños productores, y ellos a su vez necesitan apoyo e inversiones para poder cumplir su función crucial.
Los sistemas alimentarios son complejos. Los agricultores en pequeña escala necesitan insumos, como semillas y fertilizantes, para garantizar la producción, y capacitación y apoyo para poder superar perturbaciones como las condiciones meteorológicas imprevisibles, las recesiones económicas o las crisis sanitarias. También resulta fundamental velar por que los mercados en los que se compran y venden sus productos sigan funcionando, así como apoyar el papel esencial que desempeñan las mujeres en los sistemas alimentarios eliminando las desigualdades de género que entorpecen sus actividades de generación de ingresos.
Por otra parte, también se conjugan muchos aspectos sociales. El éxito de los pequeños productores rurales depende, además, de que se dé voz a sus representantes —las organizaciones de agricultores, pueblos indígenas, mujeres, usuarios de agua y otras instituciones comunitarias.
En estos tiempos difíciles, no debemos olvidar cuán importantes son los 500 millones de pequeñas explotaciones agrícolas del planeta para fomentar la paz y la seguridad alimentaria a nivel mundial. La Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios ofrecerá una oportunidad para sentar las bases de los sistemas alimentarios sostenibles del futuro, una tarea de la que dependen la paz y la prosperidad de las próximas generaciones.
Posts relacionados:
Los conflictos en África podrían haber matado a 5 millones de niños
535 millones de niños viven en países afectados por conflictos o desastres naturales
Guterres: Nuestra prioridad debe ser prevenir las guerras y conflictos
Transformación de conflictos en perspectiva de complejidad
Mediación y resolución de conflictos
20 datos para reflexionar sobre cómo se intenta acabar con el hambre y la malnutrición en el mundo
El espectro del hambre sigue rondando el planeta
Se necesitan 200.000 millones de dólares al año para erradicar el hambre en 2030
SOURCE: FIDA
Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora