Por: Samuel Azout.
Dicen los expertos que esta crisis cambiará la humanidad para siempre; habrá un antes y un después de COVID-19. He escuchado que el ser humano será menos materialista, que habrá más distancia y paradójicamente más conexión, que se desmilitarizará el mundo, que se acabará el apretón de manos. Además, que los nuevos héroes y patriotas serán los médicos y enfermeros, que seremos más constructivos y solidarios y menos polarizadores, que el trabajo será más remoto, y que nuestro estilo de vida será digital. Se habla que invertiremos más en la ciencia, que la realidad virtual se pondrá de moda, que la telemedicina reemplazará las visitas al médico, que seremos menos individualistas y que cuidaremos más del medio ambiente. Se asegura que en las democracias el voto será no presencial, los parques serán más grandes, los congresos sesionarán de manera virtual y que apreciaremos mucho más las cosas simples de la vida.
Lo que la gente no se atreve a vaticinar es ¿cuándo volveremos a la normalidad? La verdad es que nadie sabe con exactitud. Lo más seguro es que la salida del aislamiento será lenta y progresiva, y que dependerá de varios factores. Siendo la prioridad absoluta salvar vidas, los mandatarios tendrán que mantener aislada a la población hasta tanto la infraestructura de salud (pruebas de contagio, camas en hospitales, medicamentos y respiradores) sea suficiente para recibir a los contagiados que requieran atención especial.
Además, sería muy riesgoso reducir significativamente el aislamiento si no se ha llegado al pico de contagios y muertes. Es decir, hasta tanto no se observe una reducción sostenida en la tasa diaria de fallecimientos, no es recomendable relajar la cuarentena. Hacerlo anticipadamente puede llevar a un escalofriante número de muertes.
Será muy difícil permitir que las personas salgan de sus casas si no se cuenta con un sistema de pruebas para identificar a los contagiados (sintomáticos o asintomáticos) y empezar hacer un confinamiento selectivo. Solo con pruebas aplicadas masivamente podremos saber quiénes son inmunes al virus y pueden regresar al trabajo. Si identificamos a los que cargan el virus y utilizamos herramientas tecnológicas de geolocalización, podremos aislarlos solo a ellos, permitiendo que los no contagiados y los que ya pasaron por el virus – muchos sin saberlo – puedan salir a trabajar y estudiar. En ese momento los niños, quienes poco sufren de la enfermedad y parecen ser ‘no transmisores,’ podrán regresar a las aulas.
El distanciamiento social extremo se podría relajar más rápidamente si se descubren curas y/o se implementan soluciones terapéuticas para que casos severos se conviertan en suaves, y se alivie así la presión hacia los hospitales.
Tal como lo mencioné en mi columna de marzo 24 “La Estrategia contra COVID19 y el Falso Dilema Moral” publicada en Un Pasquín (1) y en PCNPost no debemos plantear la situación actual como un dilema moral entre salud y economía. Realmente, no tiene por qué serlo. Para facilitar la comprensión, un ejemplo: Italia (60 millones) y Corea (52 millones) tienen un número similar de habitantes. Italia ha sufrido hasta la fecha 124,632 infectados y 15,362 muertes, mientras Corea ha tenido 10,237 infectados 182 muertes. Lo más interesante es que Corea no ha tenido que implementar confinamiento generalizado ni sufrir parálisis económica, mientras Italia lleva semanas en aislamiento total con una economía devastada.
La normalidad como la conocíamos nunca llegará, se fue para siempre. Llegará una ‘nueva normalidad.’ Solo nuestra inteligencia, disciplina y solidaridad como sociedad determinará cuándo.
1 https://www.unpasquin.com/category/opinion
2 La Estrategia contra COVID19 y el Falso Dilema Moral
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La Estrategia Contra COVID-19 y el Falso Dilema Moral
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8 Responses to "COVID-19: ¿Cuándo volveremos a la normalidad?"
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