La pandemia nos dio a todos un curso rápido sobre cómo afrontar una crisis, mostrando los efectos de un desastre provocado por el hombre que afecta de manera desproporcionada a los más pobres y vulnerables. El cambio climático es similar, y afrontar y evaluar sus riesgos resulta aún más difícil.
El COVID-19 ha llegado justo cuando el término “cambio climático” estaba siendo desplazado por “crisis climática”, lo que deja claro que se vienen unas cuantas décadas interesantes.
La pandemia nos dio un curso rápido sobre cómo afrontar una crisis y nos demostró lo complejas que son las implicaciones de un problema mundial, además de cuán duraderos pueden ser sus efectos. No obstante, sólo fue una pequeña muestra de lo que puede causar un desastre provocado por el hombre que afecta de manera desproporcionada a los más pobres y vulnerables.
La gestión de los riesgos asociados presenta consecuencias duraderas para la economía mundial, y los expertos han señalado la necesidad de pensar estratégicamente sobre el camino hacia la recuperación a mediano y largo plazo.
En muchos aspectos, la crisis climática también tiene todos estos atributos. Afrontarlos ha demostrado ser una tarea delicada, con discusiones controvertidas: en la política, los negocios y en el hogar. Comprender las implicaciones de crisis complejas es difícil, y saber cómo afrontar y evaluar estos riesgos resulta aún más difícil.
El cambio climático es, en palabras de Kelly Levin del World Resources Institute, un “problema ultra-peliagudo”. Por ejemplo, pensemos en el futuro de la gestión del agua en el contexto del cambio climático. Este mapa, utilizado en la Metodología de Evaluación del Riesgo de Desastres y Cambio Climático de BID Invest (CRA por sus siglas en inglés) muestra las partes de América Latina y el Caribe que tienen moderadas posibilidades de sufrir escasez de agua hacia finales del siglo, en amarillo, y las que tienen un riesgo muy alto, en rojo.
La buena noticia es que podemos hacer que el problema sea un poco menos peliagudo, paso a paso. Como forma de ilustrar nuestra experiencia en este tema, a continuación incluimos cinco lecciones que aprendimos durante la creación de la nueva CRA:
1. Pónganse en marcha
Lo decimos en serio: pónganse en marcha. Hasta 1.215 de las mayores empresas mundiales informan más de US$ 1 billón en riesgo por los impactos relacionados con el clima, muchos de los cuales probablemente se materializarán en los próximos cinco años. Determinar si existen oportunidades más o menos fáciles de adaptarse al cambio climático o formas rentables de mitigarlo (por ejemplo, la eficiencia energética) tiene sentido comercial hoy en día.
2. Dividir y priorizar
El riesgo relacionado con el clima es una función del peligro, exposición y vulnerabilidad. No es necesario evaluar todos los aspectos al mismo tiempo. Un primer control de exposición general puede ayudar a determinar qué nivel de detalle resulta necesario y podría generar un ahorro de tiempo más adelante. Considere utilizar la taxonomía de riesgos de la Task Force on Climate-Related Financial Disclosures para estructurar la evaluación. Según el sector y su ubicación, el riesgo regulatorio de los precios del carbono podría exigir un análisis más profundo que el posible riesgo de la subida del nivel del mar o viceversa, y es aquí donde aparece tal análisis. Comience con algunos elementos que sean importantes para su negocio y trabaje sobre esa base.
3. Empezar por lo simple, dejar lo sofisticado para más adelante
Las soluciones tecnológicas simples pueden funcionar muy bien. Por ejemplo, puede empezar con evaluaciones cualitativas y luego dedicarse a las cuantitativas. Mirar los proyectos, activos o inversiones a través de la lente del riesgo climático en primer lugar ayuda a conocer los efectos del cambio climático y diseñar medidas para optimizar su resiliencia o reducir el impacto.
4. Ajustar. Ajustar. Ajustar
La evaluación y la gestión del riesgo climático son un trabajo constante. A medida que la ciencia avanza en la predicción de los impactos climáticos físicos y la construcción de escenarios cada vez más sofisticados, y que los gobiernos le dan forma a la transición hacia economías de bajo carbono, la agilidad de la evaluación del riesgo climático resulta clave. Poder ver las diferentes situaciones ayuda a ampliar el ámbito de posibles futuros para diseñar estrategias que permitan afrontar la situación dentro de este espectro.
5. Reconocer las facetas transversales
La crisis climática – de forma similar que la del COVID-19 – es, en esencia, un multiplicador. Puede exacerbar las desigualdades existentes, golpear a los sectores más vulnerables de la población con más fuerza. Toca diversas facetas de las esferas social, ambiental y económica. Por ejemplo, los impactos climáticos, como los desastres naturales, tienen efectos económicos significativos que probablemente reduzcan el crecimiento económico y profundicen la desigualdad. Desde la salud y seguridad de los trabajadores hasta el agua y la biodiversidad, las cadenas de abastecimiento, el cambio climático es, sin duda alguna, transversal. Por lo tanto, observar las conexiones y los sacrificios que implican los riesgos climáticos respecto a temas importantes para el sector hace que el análisis tenga más sentido.
En este momento tenemos una oportunidad, lo que acentúa el Foro Económico Mundial mediante su iniciativa El Gran Reinicio. Debemos prepararnos para una situación de crisis prolongada gestionando y mitigando los riesgos climáticos hoy. El COVID-19 nos tomó por sorpresa: de nosotros depende que los riesgos climáticos lo hagan o no.
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