Las cosas han cambiado mucho para nosotros desde que no podemos salir a reivindicar que se tomen medidas, pero eso no significa que se haya silenciado el movimiento climático… No podemos quedarnos callados. La crisis climática sigue ahí. No se ha ido; no ha cambiado. Vanessa, 24 años, Uganda
El cambio climático es la otra crisis mundial que no espera
La COVID-19 nos ha enseñado que los problemas mundiales requieren soluciones mundiales. Nadie sufre los cambios del clima más que un niño. Los niños son vulnerables a los cambios en el aire que respiran, el agua que beben y los alimentos que consumen. Sabemos que los niños son más vulnerables a la escasez de agua y comida, que puede poner en peligro sus vidas, así como a las enfermedades transmitidas por el agua que son producto del cambio climático. Si se mantiene el ritmo actual, en solo 20 años uno de cada cuatro niños del mundo vivirá en zonas donde se registre una escasez extrema de recursos hídricos. Como adultos, somos responsables de la salud del planeta que dejaremos a nuestros hijos.
Si no se toman medidas audaces en materia de cambio climático, las desigualdades no harán más que agravarse. Para 2050, se espera que los daños acumulados ocasionados por el cambio climático asciendan a 8 billones de dólares, lo cual acarreará un empobrecimiento del 3% del PIB del mundo en su conjunto, un porcentaje que será aún mayor para las regiones más pobres. A menos que actuemos ahora, más de 1.000 millones de personas tendrán que desplazarse durante los próximos 30 años a medida que la crisis climática, los desastres naturales y el conflicto armado ocasionen un aumento de las migraciones, con graves repercusiones sobre el mundo en desarrollo y el desarrollado.
Qué se debe hacer:
Debemos vincular la respuesta a la COVID-19 y los procesos de recuperación a distintas acciones enérgicas y urgentes que aborden el cambio climático y protejan nuestro entorno.
Necesitamos programas de estímulos gubernamentales que den prioridad a las estrategias encaminadas a reducir las emisiones de carbono, así como un enfoque mundial coordinado que vaya acompañado de una actuación local. Ya conocemos algunas soluciones: hacer que los servicios de agua, saneamiento e higiene sean resistentes al clima y a los desastres; fomentar una mayor resiliencia de la enseñanza mediante la construcción de escuelas verdes y seguras; crear servicios de salud sensibles al clima y los desastres; reducir la contaminación del aire, el suelo y el agua; atraer la participación de los jóvenes como agentes del cambio y la de nuestros asociados en los temas del medioambiente y el cambio climático; lograr que la protección social tenga en cuenta la cuestión climática para asistir a las personas afectadas por desastres ocasionados por el clima; y crear sistemas y hábitos de alimentación sostenible que tengan en cuenta el clima y los desastres. Si no incrementamos las inversiones en este tipo de soluciones, será mucho más difícil recuperarnos de la COVID-19.
Muchas de estas soluciones tienen repercusiones múltiples, ya que benefician a la salud y la economía a la par que generan resiliencia ante futuros desastres.
En un mundo donde 17 países consumen más del 80% de su suministro de agua disponible cada año, debemos reimaginar un futuro en el que el abastecimiento de agua esté garantizado para los niños. Mejorar la coordinación y la colaboración sobre la base de los recursos hídricos compartidos puede ser un factor que impulse la paz y una oportunidad de construir ciudades más sostenibles, medios para ganarse la vida y un medioambiente limpio y seguro para los niños.
Al mismo tiempo, si se proporciona agua limpia e instalaciones de saneamiento al 40% de la población mundial que carece de acceso a estos recursos se podrá evitar la propagación de enfermedades infecciosas como la COVID-19, y, en consecuencia, se generará un beneficio de cuatro dólares por cada dólar invertido. En pleno siglo XXI, no hay nada que nos impida conseguir que en cada hogar, cada escuela, cada hospital y cada clínica de salud haya agua limpia y jabón.
En todo momento, podemos seguir el ejemplo de jóvenes como Vanesa que, además de reivindicar cambios, ponen de su parte para conseguirlo. Por ejemplo, el ganador del Reto de Innovación en materia de COVID-19 de UNICEF, procedente de Nigeria, elaboró una solución para que las comunidades que disponían de agua insalubre e inadecuada utilizaran paneles solares para desarrollar sistemas sostenibles de suministro de agua.
Este tipo de soluciones no solo son útiles a corto plazo, ya que abordan los efectos económicos y sociales de la COVID-19, sino que además crean resiliencia y reducen las emisiones a largo plazo.
Nota publicada en UNICEF para América Latina y el Caribe, reproducida en PCNPost con autorización.
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SOURCE: Unicef
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