Los cambios en valores después de la crisis

Por: Francisco Manrique

“No hay tiempo para el miedo” Ana María Piñeros rectora U Corpas

Si hay un tema claro que está emergiendo con fuerza, con motivo de la crisis actual, es el papel que juegan los valores compartidos de una cultura, para enfrentar con más éxito los desafíos que se han producido con motivo del covid-19. La cultura define las creencias que existen en una comunidad y las acciones que se toman.

La reunión como lo explicaba en un Post anterior, valores colectivos como la disciplina, la experimentación y la colaboración, aumentan significativamente las posibilidades de reducir el impacto de la pandemia en la población. Y en la medida que más dure el problema, más se evidencia su necesidad.

Cuando existe la conciencia de que juntos nos va mejor que separados, y que el uso de los datos es necesario para poder diseñar un curso de acción más inteligente para enfrentar una situación como la actual, los valores como la disciplina y la colaboración, permiten orientar mejor los comportamientos individuales. Si esto se practica muchas veces durante una crisis que afecta a una comunidad, y se evidencian sus resultados para todos, entonces habría  un cambio al estarse construyendo una impronta cultural fundamental.

valores crisis pandemia Covid-19

Pixabay

En momentos de crisis como el actual,  la experimentación también se convierte en otro valor muy importante de la nueva cultura , porque invita a probar diferentes opciones para ver que sirve y que hay que desistir. Esta mentalidad se necesita a todos los niveles, cuando hay que replantear los modelos de negocios, abandonar los planes establecidos, definir nuevas políticas y mecanismos, posiblemente crear otras instituciones, para enfrentar la tremenda disrupción que hoy tenemos.

Los valores mencionados, son claves para soportar la cultural que es necesaria, para desarrollar las nuevas capacidades que van a permitir mover más ágilmente a una comunidad hacia las nuevas soluciones. Es la cultura que facilitará el  poder encontrar la luz al final del túnel, hacia el “nuevo normal”

Para que se pueda lograr este cambio, se necesita visibilizar y ejemplarizar los valores que buscamos que se fortalezcan en esta crisis. También,  hay que conectarlos con lo que hoy está pasando, y mostrar su impacto en lo que va a emerger y cambiar después de que pase la pandemia .

Hay algo más que es fundamental y que hoy se está evidenciando. Me refiero a la necesidad del liderazgo colectivo que se necesita para orientar la cultura que queremos que surja después de la crisis. Este tema ya lo había tratado  en un Post anterior sobre el papel del liderazgo en esta situación . Y como nos lo recuerda Ronald Heifetz , profesor de Harvard en estas materias, es necesario crear un ambiente de contención, donde se puedan cuestionar los valores existentes, contrastarlos con los emergentes, para poder orientar mejor a la gente hacia un propósito común.

Otro tema vital, para la construcción de la nueva cultura colaborativa que se necesita, y que ya se está dando, es entender el papel fundamental que juega el lenguaje, en la generación de diferentes espacios de conversación. Ya sea  para dirimir los conflictos propios de la crisis, pero también, para visualizar la oportunidad del futuro que hay que crear juntos .

Conversar es un arte, que cuando estábamos físicamente unidos, no lo estábamos valorando lo suficiente. La paradoja es que el aislamiento y la tecnología, le ha hecho ver a mucha gente, la importancia de escuchar con empatía, para poder tener unas conversaciones que construyan opciones, cuando más se necesitan. Las teleconferencias nos están obligando a tener este cambio de comportamiento.

Cabe anotar que,  las conversaciones que se están dando en el aislamiento, están generando un mayor sentido a la importancia que tiene la proximidad con el otro, y a la unión que se necesita para enfrentar un reto como el actual. En ese contexto, está emergiendo una cultura distinta basada en unos nuevos valores.

La experiencia de la crisis, también nos ha obligado a descubrir muchas cosas que antes hacíamos, y que hoy vemos que no son tan necesarias.

Quienes hemos tenido que estar fuera de la casa en estos meses, viviendo con lo mínimo, hemos aprendido a valorar la sencillez y la disciplina, que contrasta con una cultura anterior basada en la complejidad y la acumulación. Hemos aprendido a valorar el vivir sin las arandelas que antes cargábamos, y descubrir que no las necesitamos. Hemos dejado atrás cosas que antes hacíamos pero que no eran indispensables. Y lo mejor: valoramos el que podemos vivir así  y sentirnos que hemos ganado más que lo que hemos dejado.

También, la crisis nos ha hecho ver, unos anti valores y comportamientos, que destruyen la capacidad cultural que se requiere para enfrentar la crisis. Por ejemplo, el no cuidarse y exponer a otros de manera irresponsable en la cuarentena. O la falta de solidaridad y compasión por quienes están viviendo en situaciones de hambre. Pero también, hemos podido ver valores que juegan un papel fundamental para poder ayudarnos a salir más rápidamente de la crisis, como la colaboración con otros, la confianza y el auto control..

El valor de la confianza, lo hemos tenido que practicar a la fuerza en estos meses, cuando tenemos que confiar en el autocontrol de la gente que está trabajando desde su casa. Hemos tenido que confiar en que le gente está haciendo lo correcto, en medio de su aislamiento y sin el control tradicional. Hemos tenido que creer en el Estado y en las autoridades que lo representan, para movilizar acciones y coordinar recursos públicos, para evitar una debacle mayor en este barco en que viajamos todos, llamado Colombia..

Que el valor de la confianza se esté reforzando, es un milagro, cuando hace solo tres meses, las encuestas mostraban que los colombianos no estábamos creyendo “ni en el rejo de las campanas”. Si este proceso se sostiene, va a ser uno de los resultados más positivos que va surgir de esta crisis . Porque hay que recordar, que la confianza, es el valor fundamental en la construcción del capital social de una sociedad, del cual hay gran déficit en nuestro caso.

Vista la crisis desde la perspectiva planteada del cambio cultural que puede emerger, hay que concluir que hoy estamos enfrentados ante un gran problema, o una gran oportunidad. Tenemos la posibilidad de soltar lo que ya no sirve, y cuya decisión la habíamos pospuesto por mucho tiempo, para tomar el camino de explorar y experimentar, y así  encontrar nuevas alternativas para reimaginar un futuro diferente. Un futuro, donde las brechas culturales que hoy se han evidenciado más que nunca, le pidamos encontrar una mejor solución.

Las experiencias de otras crisis anteriores, han demostrado que dos compañías, o también pueden ser dos comunidades, estando en el mismo sector y en circunstancias similares, pueden enfrentar destinos muy diferentes, dependiendo del liderazgo que hayan tenido, de su cultura y de las decisiones que hayan tomado.

En estas circunstancias, se presenta el caso de quienes niegan lo que esta sucediendo, o quienes se abren a la posibilidad de aceptar el desafío, cuestionar todos sus supuestos, sin dejar que los paralice el miedo. Este último tipo de empresas o comunidades, han tenido construido un propósito superior que las une con una cultura que lo soporta. Estos recursos, les permite encontrar la fortaleza para avanzar en las raíces más profundas de su gente.

Y para finalizar este Post, no hay que olvidar que el liderazgo moldea la transformación de la cultura, y esta define a su vez, los comportamientos que demuestran la gente dentro de ella. Luego es oportuno preguntarse en estos momentos, cuáles son los cambios que podemos esperar, o que quisiéramos tener en esa materia, después de la crisis.


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