Por: Margianta Surahman Juhanda Dinata
Cuando la pandemia de COVID-19 llegó a Indonesia en el año 2020, la recomendación más aceptable a nivel médico y social era quedarse en casa y allanar la curva de las tasas de infección. Pero no todo el mundo pudo permitirse ese lujo.
Muchos tuvimos que seguir trabajando fuera de nuestros hogares para pagar facturas y llevar algo de comer a casa. Esto es especialmente cierto en el caso de los trabajadores más jóvenes de Indonesia, que debían tener varios trabajos de forma que los privilegiados pudieran quedarse cómodamente en casa. En todo el mundo, 126 millones de trabajadores jóvenes viven en la pobreza extrema o moderada[i], y esta situación no hará más que empeorar después de la COVID. La pandemia expuso a muchísimos trabajadores jóvenes a la realidad de la desigualdad económica, sobre todo en Indonesia. A muchos de ellos el salario solo les daba para llegar a fin de mes. Algunas personas desempleadas incluso se manifestaron en las calles y reivindicaron su derecho a trabajar.
El estrés producido por la COVID-19 planteó numerosas dificultades que pusieron en jaque la salud y el bienestar mental de los trabajadores jóvenes de muchos países, incluido el mío, Indonesia. Un ejemplo es mi amiga Erika, una médica de 25 años que atiende a los pacientes de COVID en un agotador programa de pasantía que no está remunerado.
Erika trabaja de día y de noche en distintos centros de atención primaria de salud. Entre las funciones que ejerce como parte de su pasantía, Erika ayuda a innumerables pacientes a los que hace reconocimientos médicos, vacuna e incluso traslada a centros de cuarentena. Es evidente que trabaja demasiado, pero además le exigen que dé lo mejor de sí misma en cada turno: que muestre su mejor sonrisa, ponga sus mejores intenciones y ofrezca los mejores cuidados.
Cuando Erika me habló de la presión que sentía se me partió el corazón: “mis niveles de estrés y ansiedad están aumentando”, me dijo. Además, me contó que en Indonesia “hay una escasez general de trabajadores de la salud en todas partes y, aun así, no nos pagan lo suficiente”.
Pero la historia de Erika solo es la punta del iceberg.
Muchos trabajadores jóvenes no pueden disfrutar de sus derechos básicos, como un salario decente, un horario de trabajo razonable, un contrato justo y equipos de protección personal. Sin estos derechos, les resulta más difícil mantener su bienestar mental. Dado que muchos trabajan demasiado y cobran salarios insuficientes, el bienestar mental se ha convertido en un privilegio.
Esto no debería convertirse en algo normal en el futuro. En la nueva normalidad deberían respetarse los derechos de los trabajadores, ya que cuanto más se respeten sus derechos básicos, más probabilidades tendrán de cuidar su bienestar mental. Si los trabajadores jóvenes trabajan en exceso y no reciben un salario suficiente, pasarán tanta hambre y estarán tan cansados que les será difícil cuidar su bienestar mental. En estas circunstancias, no podemos pedirles que trabajen con alegría y ofrezcan lo mejor de sí mismos en su trabajo, su familia y su propia vida.
En lugar de pedirles a los trabajadores jóvenes que se esfuercen más y que gestionen por sí solos el equilibrio entre la vida laboral y personal, los empleadores deberían tratarlos mejor y respetar sus derechos básicos.
Ser consciente de todos estos obstáculos me animó a ayudar a muchos trabajadores jóvenes de Indonesia incluso antes de la pandemia. Con la creación de Emancipate Indonesia, una organización sin ánimo de lucro dirigida por jóvenes, mi equipo y yo hemos recabado ayuda para los trabajadores cuyos empleos se han visto afectados por la COVID y hemos defendido el derecho de todo el mundo a tener un empleo decente e inclusivo a través de seminarios web, estudios y campañas.
La principal tarea de Emancipate Indonesia consiste en ponerse en contacto con trabajadores jóvenes y escuchar sus preocupaciones. Queremos conseguir que se les tenga en cuenta y proporcionarles un espacio seguro en el que puedan compartir sus historias. Tratamos con trabajadores jóvenes de todo tipo de contextos, como personas con discapacidad, transexuales y madres trabajadoras.
La desigualdad económica de nuestro país ha puesto de relieve que los derechos básicos y el bienestar mental de los trabajadores jóvenes están estrechamente ligados.
Antes de la pandemia, los empleadores solían considerar los derechos básicos y el bienestar mental de los trabajadores dos cuestiones independientes. Sin embargo, cuando escucho historias como la de Erika, me convenzo de que no es suficiente con celebrar seminarios web y realizar labores de concienciación sobre la salud mental para velar por el bienestar mental de muchos trabajadores jóvenes: también debemos garantizar que se respeten sus derechos básicos.
Los trabajadores jóvenes solo podrán preservar su bienestar mental si se respetan sus derechos básicos y se les concede acceso a protecciones sociales. Ahora que entendemos que los derechos y el bienestar social de los trabajadores están estrechamente ligados, es el momento de que los dirigentes mundiales conviertan el empleo decente en la nueva normalidad.
Margianta or Gian es defensor de la justicia social y la salud mundial. En 2017 fundó Emancipate Indonesia, una organización sin ánimo de lucro contra la esclavitud que promueve los derechos de los trabajadores jóvenes.
[i] Organización Internacional del Trabajo, Global Employment Trends for Youth 2020: Technology and the future of jobs, OIT, Ginebra, 2020, p. 13.
Nota publicada en UNICEF para América Latina y el Caribe, reproducida en PCNPost con autorización.
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