La Fed: ¿bienestar social para los ricos?

Por: Robert J. Samuelson. 

WASHINGTON – ¿Fue el programa masivo de compra de bonos, creado por la Reserva Federal, un motor de desigualdad económica? Es fácil pensarlo. La Fed compró más de 3 billones de dólares en títulos del tesoro de Estados Unidos y bonos de hipotecas para apuntalar los mercados financieros. La idea era que los inversores que vendieran a la Fed reinvertirían su efectivo, elevando los precios de acciones y bonos. Los inversores enriquecidos gastarían entonces más y reactivarían la economía. Como la posesión de acciones y bonos está concentrada —el 90 por ciento de las acciones pertenece a un 10 por ciento de las familias— el programa parece de ayuda a los ricos.

Es posible. Recientemente, Byron Wien —un respetado estratega de acciones de Blackstone, una empresa de inversiones— concluyó que la compra de bonos de la Fed explicaba casi el 25 por ciento de la subida de las acciones desde su punto más bajo, en marzo de 2009. Esa cifra representa unos 3 billones de dólares en un aumento de 13 billones de dólares, que supuso la triplicación de las acciones del índice de Standard & Poor. La mayor parte del resto del aumento reflejó ganancias más altas.

Todo eso suena convincente, pero la explicación no es concluyente. En verdad, la realidad podría ser lo opuesto: La Fed podría haber ayudado más a la clase media y a los de bajos recursos que a la clase alta. Ésa fue, de cualquier forma, la conclusión de una conferencia sostenida por la Brookings Institution, un centro de investigaciones muy conocido de Washington. En un ensayo, el economista Josh Bivens, del Economic Policy Institute, un grupo de investigaciones e incidencia de tendencia izquierdista, expuso tres puntos en defensa de la Fed.

Primero, la compra de bonos fortaleció la recuperación económica al bajar las tasas de interés y crear puestos de trabajo en sectores sensibles a los intereses, tales como los de la vivienda y fabricaciones. “Un estímulo que reduzca el desempleo beneficia desproporcionadamente a los trabajadores de jornales bajos y moderados,” escribió Bivens. En conjunto, las políticas de la Fed redujeron la tasa de desempleo en un 1 por ciento, calcula Bivens. Eso representa hoy en día 1,5 millones de puestos de trabajo.

Segundo, los cálculos aproximados exageran los efectos de la Fed en los precios de las acciones. Bivens revisó estudios y halló que los cálculos iban de un 3 a un 8,5 por ciento —cifras mucho menores que el cálculo reciente de Wien. Bivens consideró que un 5 por ciento era una mejora plausible.

Tercero, las tasas de interés más bajas también apuntalaron la riqueza de la clase media y el efecto mayor fue en los precios de la vivienda. Bivens estimó que las tasas de interés sobre los bonos de hipotecas cayeron un 1,5 por ciento, elevando los precios promedio de la vivienda alrededor de un 7 por ciento. Eso es significativo, porque para los norteamericanos de ingresos medios, la vivienda representa casi dos tercios de su riqueza.

Tomadas en su conjunto, las políticas de la Fed tuvieron un impacto progresista, sostuvo Bivens. Promovieron la igualdad, y no lo contrario. Los beneficios para la clase alta se exageraron, los de la clase media se minimizaron. En su blog, el ex presidente de la Fed, Ben Bernanke —ahora en la Brookings— se hizo eco de las conclusiones de Bivens.

Nadie duda que las políticas de la Fed tengan efectos de distribución, pero a menudo son más complejos que la oposición ricos versus pobres. Durante su charla en la conferencia de la Brookings, la economista Susan Lund, del McKinsey Global Institute, sostuvo que las políticas de tasas de interés bajas de la Fed favorecieron a las familias jóvenes, que son prestatarios netos, y perjudicaron a las familias más viejas, que son ahorristas netos. Las familias con miembros de 35 a 44 años de edad experimentaron aumentos anuales promedio de unos 1.700 dólares, mientras que las familias con miembros de entre 65 y 74 años experimentaron pérdidas promedio de 1.900 dólares, según las investigaciones del McKinsey.

Dado el desacuerdo sobre el impacto de la Fed, estamos en un área que debería ser más investigada. Mientras tanto, la creciente atención que recibe la desigualdad sugiere una pregunta para la Fed: ¿Debería tratar de lograr objetivos de distribución al establecer sus políticas?

En la conferencia, Donald Kohn, ex presidente de la Fed, presentó argumentos en contra de esa idea. Los objetivos de la Fed ahora —por ley— son promover precios estables y empleo máximo. La Fed debe concentrarse en esos objetivos, dijo Kohn, y dejar los asuntos de distribución (quién debe pagar impuestos y recibir beneficios gubernamentales) a los funcionarios electos.

Kohn tiene razón. No es sólo una cuestión de que los políticos deben establecer asuntos obviamente políticos. Existe también un problema práctico: Cuantos más objetivos se le dé a la Fed —o ella misma se asigne— más difícil será lograr todos ellos. Habrá inevitablemente contradicciones. Es una fórmula para el fracaso.


© 2015, The Washington Post Writers Group


 

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