Por: Rodrigo Arce Rojas.
Se lee, se escucha, se conversa cada vez con mayor frecuencia e intensidad sobre los efectos del cambio climático, los incendios forestales antrópicos, la deforestación, la tala ilegal, el tráfico y comercio ilegal de fauna silvestre, la minería ilegal y una larga lista de problemas ambientales-ecológicos que están causando la pérdida y el exterminio de la diversidad biológica. Un mayor acceso a la información está provocando que cada vez haya más personas con conciencia ambiental, aunque no necesariamente los políticos.
Frente a la alteración y degradación de los ecosistemas por causas antrópica la conservación de la naturaleza surgió como la propuesta política, científica y técnica correcta para el cuidado del planeta. Con éxitos, fracasos y dudas eso era lo que estaba marcando la historia moderna de la humanidad. La conservación de la naturaleza no estuvo exenta de ataques por parte de sectores desarrollistas que acusaban a los ambientalistas y ecologistas de ser obstáculos para el progreso. Incluso estas tensiones se trasladaron a funcionarios públicos y privados quienes en nombre de sus funciones y competencias reclamaban (y aún reclaman) que no debería mezclarse la producción con la conservación “por tratarse de cosas totalmente distintas”. Una solución de compromiso es aquella que habla de “conservación productiva” que todavía está ganada por una perspectiva utilitaria que plantea que “aquello que no tiene valor por el mercado no se conserva”. La conservación de la naturaleza no tiene por qué necesariamente verse desde ángulos estrictamente económicos o utilitarios. La vida tiene un valor intrínseco más allá de cualquier interés humano.
En torno a la conservación de la naturaleza ha habido una gran movilización tanto en términos de la sociedad civil como de los Estados y de las Agencias de Cooperación Internacional. Existen grandes organizaciones internacionales de conservación, que desde diferentes perspectivas, han contribuido a una mayor sensibilidad sobre la conservación de la naturaleza. También es importante señalar el aporte de los medios de comunicación que tanto desde los medios escritos como audiovisuales han aportado su cuota para que conozca más sobre la vida silvestre en el planeta tanto en los ecosistemas terrestres como los ecosistemas marinos. Paradójicamente, estos programas refuerzan la idea de separación del hombre de la naturaleza o que solo las áreas silvestres “prístinas” son dignas de conservación. Otra forma de decirlo, es que “no se puede conservar todo”.
Hay que tener en cuenta que la naturaleza no es romántica ni idílica. La cadena trófica hace posible manifestaciones de sufrimiento y dolor. Este aspecto es muy sensible pero forma parte de la dinámica natural lo que no quiere decir que sea un fenómeno trasladable a la vida humana (lo que exige al menos movilizar nuestra compasión), que siendo naturaleza también tiene una supranaturaleza conformada por el mundo de las ideas, la moral y la intencionalidad. La bioética trata de regular la calidad de nuestras relaciones con la naturaleza.
La conservación de la naturaleza cuenta con una sólida base científica desde la biología de la conservación, el desarrollo de la ecología y otras disciplinas conexas como las ciencias informáticas y el desarrollo de tecnologías de información geográfica. No obstante, todo el desarrollo de la conservación de la naturaleza no está impidiendo los grandes procesos de exterminio de especies, entonces cabe preguntarse cuáles son las razones que estarían llevando a la limitada efectividad de las políticas de conservación de la naturaleza.
La conservación de la naturaleza se forjó bajo las siguientes premisas:
- El ser humano y la naturaleza son dos entidades totalmente distintas.
- Existe una naturaleza prístina que es necesario proteger para las generaciones futuras
- Hay que proteger a la naturaleza de la intervención humana
- La conservación de la naturaleza es un proceso científico que no debe mezclarse con la política
Estas premisas iniciales pronto fueron cambiando, aunque no de manera uniforme (Corcuera y Ponce, 2004). Algunas organizaciones se mantuvieron en un papel purista de la conservación con interés por los aspectos biofísicos y otras se abrieron a la complejidad de la realidad y empezaron a reconocer que no era posible trabajar la conservación de la naturaleza solo desde la orientación biofísica. Es necesario señalar que también desde la ecología se podía apreciar una explosión de perspectivas que cada vez se salían de la jaula con mayor determinación. Así se pudo apreciar que partiendo de la ecología se generaron las propuestas de la ecología social hasta llegar a la ecología política.
Es hora de pasar revista a las premisas fundacionales de la conservación de la naturaleza:
- El ser humano y la naturaleza son dos entidades totalmente distintas: El movimiento de conservación de la naturaleza se gestó bajo la ontología de separación entre el ser humano y la naturaleza y era algo incuestionable. Actualmente ya no lo es tanto porque hemos reconocido que los humanos también somos naturaleza y aunque tenemos algunos atributos supranaturales eso no significa que rompamos con nuestra esencia natural. Muchos de los atributos señalados como exclusivamente humanos como la cultura, inteligencia, la conciencia, la política sabemos que no lo son tanto porque también hay expresiones de estas cualidades en los animales superiores, aunque con diferencias de grados.
Tenemos que reconocer que nosotros mismos somos naturaleza. Somos simbiontes y las bacterias y los virus hacen posible la vida humana. Es decir, somos ecosistemas caminantes y vociferantes. No todas estas bacterias y virus son patógenos y forman parte integral de la vida humana. El secreto es saber conservar el equilibrio dinámico para que se exprese a plenitud el componente humano del simbionte.
- Existe una naturaleza prístina que es necesario proteger para las generaciones futuras: Esta posición remite al mito moderno de la naturaleza intocada (Diegues, 2000). Ahora sabemos que no toda la naturaleza es prístina y que muchos ecosistemas han sido modelados por la intervención humana. Los paisajes son expresiones de coevolución en los que el ser humano ha transformado la naturaleza y la naturaleza ha transformado al ser humano. Como lo reseña Apffel-Marglin (2013, 22) el descubrimiento de grandes superficies de tierra negra en la Amazonia de origen antrópico demuestran:
… un extraordinario pasado precolombino, con civilizaciones de alto nivel cultural, de culturas complejas y obras estupendas […] Estos suelos creados por la humanidad amazónica precolombina se destacan como evidencia de la agricultura más fértil y sostenible en el mundo entero…
- Hay que proteger a la naturaleza de la intervención humana: Como se ha señalado en la premisa anterior el hombre ha cumplido un rol transformador de la naturaleza tanto en su versión negativa alterando y degradando los ecosistemas pero también en un rol modelador. La idea de áreas naturales sin presencia humana no es muy cierto para América Latina en la que existen poblaciones indígenas.
- La conservación de la naturaleza es un proceso científico que no debe mezclarse con la política: La conservación de la naturaleza es un proceso complejo que requiere el concurso de todos los sectores, actores y disciplinas.
La conservación de la naturaleza no escapa del marco de la economía neoliberal y por lo tanto muchas de sus propuestas apelan a mecanismos de mercado. En primer lugar se sigue hablando de recursos naturales que da cuenta de la vigencia de una visión cosificadora y utilitarista de la naturaleza. Según esta visión lo que es recurso (actual o potencial) merece conservarse, lo que no es recurso podría desaparecer. En segundo lugar la solución para la conservación de la naturaleza, siempre desde esta perspectiva, es hacer que estos recursos ingresen a la economía, es decir que tengan precios, sean transables y que exista un mercado. Lo paradójico es que los problemas de conservación de la naturaleza se tratan de solucionar con la misma receta que es justamente la que los provoca.
Cuando en los 80 del siglo pasado se generó la estrategia mundial de conservación se buscó proteger las especies, los ecosistemas y los recursos genéticos. Aunque se pudo haber hecho alusión a la vida como tal, en todas sus manifestaciones, no se hizo explícitamente. Por ello, las políticas de conservación, en mayor o menor grado, están subordinadas a los intereses económicos de los poderes públicos y privados.
La alteración y degradación de ecosistemas naturales, sean protegidos o no, tiene sus raíces en un sistema económico urgido de crecimiento. En este proceso se conjuga tanto la necesidad como la codicia de mayores e infinitas ganancias económicas. El problema es que esta ideología del crecimiento ilimitado coincide con sectores de los Estados que juegan el doble papel de protectores de la naturaleza y de promotores de extracción de los recursos “para promover el desarrollo”. Manifestaciones de esta realidad se aprecian cuando se debilitan las regulaciones ambientales o no existe una voluntad decidida para atacar los problemas de ilegalidad que afectan la naturaleza porque “quieren que la economía se mueva”. Pragmatismo puro que se pone de manifiesto en la conversión de bosques a otros usos y se provoca el exterminio de la biodiversidad
Un enfoque de conservación orientada a la celebración de la vida en todas sus manifestaciones genera nuevos retos. Cierto es que la población sigue creciendo en el mismo sentido de las necesidades de todo tipo. Cierto es que las poblaciones necesitan alimentos e insumos para el desarrollo de sus diversas actividades productivas. Una mirada actual de la conservación de la naturaleza requiere reconocer explícitamente su complejidad y por tanto desarrollar enfoques desde la perspectiva de los sistemas adaptativos complejos. Los temas controversiales no se niegan ni se subestiman, hay que trabajar con ellos. En algún momento de la historia de la conservación este reconocimiento llevó a trabajar los Proyectos Integrales de Conservación y Desarrollo pero parece que el balance no fue muy plausible por lo que se regresó a una visión convencional. Pero está claro que la alteración y degradación de los ecosistemas no puede resolverse solo atacando las causas directas sino que también se requiere trabajar los temas estructurales.
La celebración de la vida en todas sus manifestaciones no niega la importancia de las áreas naturales protegidas pero si las resignifica. La conservación de la naturaleza no se circunscribe a las Áreas Naturales Protegidas sino que incluye todas las áreas donde está presente la vida. Implica considerar que las áreas naturales protegidas son como núcleos de sistemas anidados por lo que siempre habrá interacciones con las diferentes escalas del entorno. Implica considerar que desde la chacra, desde el huerto, desde el jardín o el parque también es posible contribuir a la conservación de la naturaleza. Por eso se llama la atención sobre el uso de agroquímicos en la agricultura intensiva que está afectando ostensiblemente la fauna silvestre (aves e insectos por ejemplo), ello sin contar los impactos sobre microorganismos tanto a nivel de ecosistemas terrestres como de ecosistemas acuáticos.
Nosotros hemos creado artificialmente dos categorías de animales: los animales silvestres y los animales domésticos. Cuando se habla de conservación se alude tradicionalmente a los animales silvestres (además de las plantas por supuesto) pero los animales domésticos también merecen ser conservados. La amenaza a la conservación no solo se restringe a la flora y fauna silvestre sino también a la doméstica. Merece también especial atención la conservación de los parientes silvestres de los cultivos que hacen posible contar con las reservas necesarias para el mejoramiento genético. Pero más allá de cualquier utilidad humana se trata del respeto profundo a la vida en todas sus manifestaciones.
Poner la vida en el centro no implica una posición contra el ser humano ni tampoco un fundamentalismo biocéntrico una de cuyas tergiversaciones lo constituye el ecoterrorismo el cual no compartimos en absoluto. Es claro que apostar por la vida en todas sus manifestaciones nos pone en dilemas porque algunas expresiones de vida entran en competencia con la vida humana. Es parte del juego de la vida y nos lleva en ocasiones a la situación en la que tenemos que privilegiar la vida humana. Una de esas situaciones problema refiere a la incorporación de animales en nuestra dieta. Aunque no todo el mundo está obligado a ser vegano o vegetariano sí es posible asumir una actitud más respetuosa y compasiva con la vida de los animales con los cuales nos alimentamos. Dramático también es el caso de la autorización de caza de animales introducidos por exceso de población. En todo caso, es una necesidad imprescindible de manejo que no corresponde a la lógica de la caza con fines deportivos, por más que se diga que es una actividad que ayuda a la conservación o que es fuente generadora de ingresos económicos.
Si coincidimos que conservar la naturaleza implica abrir el espectro de la conservación eso implica conservar tanto lo silvestre, lo domesticado y al propio ser humano. Significa entonces incorporar principios de genuina sostenibilidad, democracia, justicia, equidad y paz lo que implica repensar la forma cómo hemos venido promoviendo el desarrollo y la forma cómo hemos venido haciendo la conservación de manera convencional. La conservación por tanto necesita de nuevos abordajes desde el Biodesarrollo, la Bioética, la Biopolítica y la Bioeconomía, en general desde las ciencias de la vida. Solo así es posible entender la necesidad de una moral ampliada y de una ciudadanía ampliada. Conservación reconociendo los derechos de la naturaleza.
Referencias bibliográficas:
Apffel-Marglin, Fréderique. (2013). Desde los aires, una urpay… En: Varese, Stefano; Apffel-Marglin, Apffel; Rumrrill, Róger. (Coord.). Selva vida. De la destrucción de la Amazonia al paradigma de la regeneración. Lima, Perú, Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas, Programa Universitario México Nación Multicultural de la Universidad Nacional Autónoma de México, Fondo Editorial Casa de las Américas. 278 p.
Corcuera, Pablo, & Ponce de León G., Leticia (2004). Tendencias de los movimientos conservacionistas y el surgimiento de la Eco-Ética. Sociológica, 19(56) ,199-211. [Fecha de Consulta 14 de Enero de 2020]. ISSN: 0187-0173. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=3050/305026636008
Diegues, Antonio Carlos. (2000). El mito moderno de la naturaleza intocada. 1a. Edición en Ediciones Abya-Yala. Hombre y Ambiente Nº 57-58. 179 p.
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