Implicancias de poner la vida como el centro del bienestar en las relaciones sociedad naturaleza

Por: Rodrigo Arce Rojas.

La ontología hegemónica que considera la separación absoluta entre sociedad y naturaleza puede mostrar de manera práctica avances espectaculares en cuanto a logros materiales. No obstante, también muestra grandes problemas que están poniendo en cuestión la vida humana en el planeta por lo que al final el balance es negativo. Ello obliga a buscar un giro ontológico que permita reencontrarnos con nuestra esencia y recuperar las estrechas relaciones colaborativas entre sociedad y naturaleza.

naturaleza, paisaje, planeta montañas

composita / Pixabay

Aunque todavía son muy fuertes las soluciones orientadas al desarrollo o incluso al desarrollo sostenible, éstas muestran su agotamiento porque en el fondo no han sido capaces de superar un paradigma economicista por más que apelen a la incorporación de consideraciones sociales y ambientales. Por esa razón desde el pensamiento del sur se están buscando alternativas al desarrollo.

Dentro de esta pléyade de opciones aparecen el buen vivir y el Biodesarrollo, entre otras. Lo que se plantea entonces es girar de sociedades mercadocéntricas a sociedades biocéntricas en la que el eje fundamental sea la vida misma, más allá de su valor utilitario para el ser humano.

Si queremos poner la vida en el centro del accionar civilizatorio entonces tenemos que comprender lo que significa la vida aunque de primera impresión pareciera que es una tarea sencilla. No hay nada más complejo que la vida misma y por ello nos disponemos a realizar una breve caracterización de la vida, aún con el riesgo de la simplificación extrema.

Es una manera de incorporar a la filosofía de la biología en las discusiones sobre Biodesarrollo.

En ese propósito presentamos algunas de las principales características de la vida en general:

  • La vida es algo muy difícil de definir y lo que se hace es generar atributos que caracterizan la vida pero la tarea siempre es incompleta e insatisfactoria.
  • Una de las principales características de la vida refiere a la capacidad de autoorganización (autopoiesis).
  • Somos producto de un juego permanente entre entropía y neguentropía (sistemas alejados del equilibrio).
  • Para que exista la vida se requiere agua, energía y materia orgánica.
  • Todos los seres vivos tenemos un origen común y las diferencias entre humanos y no humanos (plantas y animales) sólo es de grado pues muchas de las cualidades que pensábamos que eran exclusivamente humanas no lo son tanto pues también existen en las plantas y animales aunque con diferentes intensidades y manifestaciones producto de las diferentes rutas evolutivas emprendidas.
  • Las divisiones entre humanos, plantas y animales no siempre son claras y nítidas pues existen muchos casos de dualidad de naturaleza y comportamientos, y otros casos en las que nuestras clasificaciones convencionales tienen problemas.
  • Somos ecosistemas caminantes pues somos producto de una simbiosis entre el ser humano y las bacterias. Incluso hay más bacterias que células humanas en nuestros cuerpos. La vida se hace posible gracias al microbioma. Bajo esta perspectiva no puede haber un antropocentrismo exacerbado porque somos holobiontes.
  • Los virus juegan un papel importante en los ciclos biogeoquímicos globales y han desempeñado un importante rol en la evolución de la vida. Los virus forman parte de nuestro genoma.
  • La vida y la muerte van juntas y cada día morimos un poco precisamente para hacer posible la vida.
  • No todo es armonía en la naturaleza y no necesariamente corresponde a una visión idílica. En la naturaleza también hay dolor y sufrimiento pero corresponde a la propia dinámica no lineal de la vida. Esto es claramente visible en las cadenas tróficas.
  • La vida es muy persistente por cuanto puede estar presente bajo condiciones que serían impensables en cuanto a temperatura, luz, radiación, entre otros factores (extremófilos).
  • Existen condiciones increíbles de latencia en la que la vida puede suspenderse por largos periodos de tiempo y recuperarse cuando retornen las condiciones propicias.

Decir por tanto que somos naturaleza no es una afirmación lírica, filosófica o política. Es una realidad contundente que cuestiona nuestro antropocentrismo y la disyunción que hacemos entre sociedad y naturaleza. El reconocimiento que somos naturaleza tiene profundas implicancias científicas, económicas, sociales, políticas, psicológicas, espirituales y nos invita a reestructurar nuestro marco civilizatorio.

No podemos seguir con la lógica de tratar a la naturaleza únicamente como fuente inagotable de recursos o como depósito de nuestros residuos. Tampoco podemos sentirnos superior respecto aquellas ontologías o cosmovisiones que desde siempre se han considerado parte de la naturaleza. No se trata entonces de regresar a creencias animistas en una suerte de neopaganismo sino de reencontrarnos con nuestra esencia más profunda.

Durante mucho tiempo hemos puesto al centro a la economía, al mercado, al Estado y nos hemos inventado ficciones al respecto. Reconocer que necesitamos poner la vida en el centro de las relaciones sociedad naturaleza es apelar a nuevos paradigmas, nuevas formas de pensar, sentir y expresarnos.

Invitamos a los biólogos, a los filósofos de la biología, a los forestales a participar en el gran debate sobre el Biodesarrollo para que colaboren en esta búsqueda de alternativas al desarrollo. Invitamos a los sabios y sabias de las comunidades a compartir sus saberes y cosmovisiones.

Invitamos a las mujeres, jóvenes, niñas y niños a ser parte de estas nuevas comunidades de pensamiento y acción colectiva. El lenguaje de desarrollo que nos hemos inventado ha demostrado sus límites y necesitamos nuevas narrativas, racionalidades y sensibilidades que expresen mejor nuestra comunión con la naturaleza.


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