Rodrigo Arce Rojas
Hagamos la re-evolución, premunidos de metáforas, de notas musicales, de ilusiones regeneradoras y de la inspiración inagotable de tus capuliñahuis.
Podríamos caer en la falsa percepción que cuando hablamos de ecopoética sólo estamos haciendo referencia a una poesía reduccionista que hable fundamentalmente de aspectos ambientales o de aspectos ecológicos como se entiende tradicionalmente desde una perspectiva antropocéntrica que separa al ser humano de la naturaleza. O lo que es más dramático aún, pensar ligeramente que cuando arrecian los efectos de la crisis civilizatoria y de la crisis nacional (de todo orden) no hay tiempo, ni ganas para hablar de poesía y tampoco de ecología.
Por ello es importante aclarar lo que estamos entendiendo cuando hablamos de ecopoética. Aquí el prefijo eco alude a las interrelaciones en todas sus manifestaciones lo material y lo ideal, lo tangible y lo intangible, la vida y la no vida, lo biótico y lo abiótico, lo orgánico y lo inorgánico, lo humano y lo más que humano (eso que Ricardo Rozzi llama el otro-que-humano), la naturaleza y la cultura, la sociedad y la naturaleza, lo natural y lo artificial, entre otros dilemas que nos hemos construido como civilización. Entonces el prefijo eco alude a sistemas socioecológicos, a territorios, a paisajes, a cuencas, a biosfera, a Gaia, a Pachamama, que es lo mismo de hablar de la vida en todas sus expresiones sabiendo que todos formamos parte de la gran trama de la vida. Y cuando digo todos, efectivamente incluimos a todos: a los animales, a las plantas, a los microorganismos, a la arena, a la roca, al aire, al viento, al río, a los polinizadores y polinizados agradecidos, a las razones, a las emociones, a las palabras, las historias, a la diversidad.
La poesía por su lado, aunque no todos la comprendemos al menos la sentimos o intuimos, evoca a la belleza de la semiótica que se vale de la fuerza expresiva de la palabra y de los lenguajes de la naturaleza para movilizar nuestro universo psíquico que incide en lo que creemos, pensamos, sentimos, decimos, actuamos o nos comportamos. Desde esta perspectiva hay poesía desde la palabra, desde el signo, desde los significados, desde los silencios, desde la inmensidad, desde lo insondable, desde las distancias, las ausencias, los posibles y los imposibles.
Entonces la ecopoética está presente en la biosemiótica, en la ecosemiótica, en la zoosemiótica, en la Fitosemiótica. La ecopoética usa entonces la fuerza expresiva de la palabra del lenguaje humano y la fuerza expresiva de todos los lenguajes de la naturaleza. Ahora entiendo porque cuando dices ecosocial se agita mi humanidad completa, con toda su biología, física, química, bioquímica, con todo su universo cuántico. Y si dices justicia la dicha ya no me cabe y tengo que pedirle al cosmos tiempo y espacio para retomar el aliento.
No me atrevería hablar de la utilidad o de la inutilidad de la ecopoética porque no se trata de una perspectiva utilitarista. Más allá que pueda ser utilizada para conmovernos, para llorar, aflorar nuestras sonrisas, para rabiar o para canalizar nuestras angustias y nuestras indignaciones, nuestros vacíos, nuestra plenitud, para soñar, cultivar nuestras ilusiones o esperanzas, para educar, para hacer reflexionar, para sacudir conciencias o corazones. La ecopoética recoge el espíritu que las cosas más hermosas de la vida no son cosas y menos tienen precio (tampoco dueños). La ecopoética no se está coqueteando con el mercantilismo ni se esconde en los discursos colonialistas y neocolonialistas. La ecopoética es en verdad liberadora de los mandatos del biopoder.
La ecopoética por tanto es para celebrar, festejar, exaltar la vida con todos sus movimientos, con su maravilloso caos y su inquietante entropía. Es cuando puedes entender y sentir que la ecopoética es neguentrópica. La ecopoética, misterioso campo en el que se funden la ciencia con la conciencia, la ciencia con ética, la ciencia con la estética, la fantasía con la realidad, la ciencia con el arte, la física y la metafísica, la razón con la emoción, la imaginación, la intuición, el pasado, el presente y el futuro en un vibrante momento existencial.
En la ecopoética no hay verdades únicas o lógicas formales que seguir. La ecopoética no se viste con túnicas que expresen jerarquía o diferenciación. La ecopoética se confunde con las voces que no son escuchadas, con los que no son vistos, con los que hablan otros idiomas. Para la ecopoética no hay fronteras, no hay cadenas de ningún tipo y menos las paradigmáticas, ontológicas, o epistemológicas. La ecopoética implica grados de libertad para crear, recrear, reverberar y renacer.
Es por ello que la ecopoética le canta a la flor, a los pétalos, a las inflorescencias y a las infrutescencias, a tu nombre, la piedra dormilona, al barro generoso, la brisa que acaricia, al puente intersubjetivo, a la belleza de las causas justas, a la colaboración, a la solidaridad, a la reciprocidad, a los afectos infinitos y a las ilusiones efímeras también, a las indomables ilusiones de las olas, a las historias bonitas compartidas. También canta con indignación las injusticias, inequidades, la exclusión, la marginación, las asimetrías, a los especismos porque una ecopoética genuina es por vocación regeneradora y emancipadora. La ecopoética es muy amiga de la ética biocultural, tanto como de la música como de las inspiradoras geografías de la libertad. Ética-política había sido la ecopoética.
La ecopoética en su expresión narrativa se fundamenta en la plasticidad semiótica de las palabras. Ellas con toda libertad tienen la capacidad de recrearse, transformarse y generar coreografías de sentidos y sentires aún cuando las palabras por separado tengan significados específicos. La ecopoética apela a la capacidad de autoorganización de las palabras, a las propiedades emergentes de los significados cuando dejan fluir su intersubjetividad. La rima ya no tiene que ver con la acústica sino a la convergencia y sincronización de las sensibilidades. La musicalidad no descansa sólo en las palabras sino en la identificación de historias compartidas, de emociones desbordadas que no pueden ser asidas con palabras sino con el alma irreverente que hace de imposibles posibilidades acariciadas.
La ecopoética es apacible pero puede tener la fuerza de un huracán transformador, es generosa pero nunca pasiva ni cómplice de las inequidades, es risueña pero puede montar en cólera y levantar la voz de protesta por la desigualdad, la exclusión o las injusticias ecológicas, es humana pero con una concepción de moral extendida que incluye a todas las especies, a todos los extranjeros, a todos los ciudadanos, a los de las ciudades y los de los ecosistemas.
Puedo afirmar con humildad pero con sentido y convicción que la ecopoética no sólo son palabras y que tiene que ver con la esencia vital.
En esta espiralada aventura de la vida me he visto entretejiendo tangibles e intangibles recordando y celebrando los ayeres que me esculpieron y las ilusiones que me hicieron dibujar posibilidades. Afecto a la metateoría y al metalenguaje con la esperanza que pueda encontrar en la metafísica la metáfora de las caricias evasivas de tropicales días en las que pintaba celajes con recuerdos renacentistas. He caminado en las montañas, en las florestas, en los nevados, en los desiertos y he podido escuchar el sutil lenguaje de la naturaleza y he sentido la necesidad de cantar en coro con ella para dar testimonio de la simbiosis eterna que une la palabra con la flor, con la arena, con la tarde, con las melodías y que por propiedades emergentes se hacen versos y humilde prosa.
En toda esta convulsionada trayectoria me he sentido envuelto por la apasionante seducción de la complejidad de la ecopoética que me lleva a la apacible incertidumbre, a la belleza de lógica de las fracciones, de las borrosidades y las bifurcaciones. Es cuando me di cuenta que lo humano desde una perspectiva estrictamente antropocéntrica es absolutamente insuficiente, lo importante es reconocer mi pertenencia a la Madre Tierra para pensar en plenitud y respetar el valor intrínseco de la vida más allá del materialismo ramplón. Desde entonces mi complicidad con la Pachamama.
Esta mañana me fui al jardín a buscar las palabras más bonitas para describir la belleza excelsa de la ecopoética y me encontré con los colores de tus versos, con el aroma de la tierra buena, con la travesura de tus pétalos, con los sueños de los colibríes, con la música de tu nombre.
Infinitas gracias a la Ecopoética.
Referencias:
Arce, Rodrigo (26 de noviembre, 2018). Bosques y complejidad: Cuando la ciencia se fusiona con la poesía. SERVINDI. Bosques y complejidad: Cuando la ciencia se fusiona con la poesía | Servindi – Servicios de Comunicación Intercultural
Arce, Rodrigo (14 de abril, 2023). La lección de los Hibiscus: Filosofía desde el jardín y desde la epistemología de la Tierra. EcoPortal. La lección de los Hibiscus: Filosofía desde el jardín y desde la epistemología de la Tierra – EcoPortal.net
Arce, Rodrigo (16 de abril, 2023). Más poesía para hacer frente a la crisis ambiental. SERVINDI. Más poesía para hacer frente a la crisis ambiental, por Rodrigo Arce | Servindi – Servicios de Comunicación Intercultural
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