Esa tasa efectiva disminuirá con la reforma tributaria—aunque los cálculos exactos de cuánto será todavía no se conocen.
Por: Vicente Fretes Cibils y Steven Ambrus.
La reforma masiva del impuesto de sociedades en Estados Unidos, que redujo drásticamente las tasas de 35% a 21% pretende aumentar la inversión, crear empleos, subir los salarios y estimular el crecimiento en Estados Unidos.[1] Sin embargo, es indudable que la reforma tenga impactos globales, con probables repercusiones en América Latina y el Caribe.
Estados Unidos es la economía más grande del mundo y la mayor fuente de inversión externa directa (IED) de América Latina y el Caribe. Si bien todavía es demasiado temprano para saber exactamente cómo responderán a la reforma las empresas multinacionales de Estados Unidos y sus filiales en la región, es bastante razonable pensar que podrían disminuir tanto la IED como los ingresos fiscales de la región. La consecuencia de eso, a su vez, podría ser que los países en la región tengan que volver a estudiar la política fiscal para compensar efectos negativos.
Antes que nada, una descripción del contexto. Estados Unidos antiguamente utilizaba un sistema tributario aplicado en todo el mundo por el cual las compañías pagaban impuestos sobre los ingresos que obtenían en el extranjero, con exenciones de los impuestos pagados en el país anfitrión. Dado que las empresas sólo pagaban impuestos cuando repatriaban el dinero a Estados Unidos, se creaba un incentivo para mantener los ingresos en el extranjero.
Sin embargo, con la última reforma, Estados Unidos se ha unido a la clara mayoría de países de la OCDE que adoptan un sistema territorial, en el que las empresas de Estados Unidos sólo pagan impuestos sobre los ingresos obtenidos dentro de las fronteras de Estados Unidos. Esto, junto con una rebaja considerable de la tasa del impuesto de sociedades, de 35% a 21%, vuelve más atractivo para las empresas de Estados Unidos repatriar su dinero. Y para endulzar el pastel, la reforma tributaria incluye un impuesto único muy favorable para repatriar las ganancias acumuladas en el pasado (15,5% para las ganancias invertidas en efectivo, 8% para las ganancias reinvertidas en los negocios de la empresa).
Como punto de comparación, cuando Estados Unidos ofreció una rebaja de impuestos para repatriar fondos en 2005 bajo el Homeland Investment Act, se repatriaron aproximadamente unos USD 300.000 millones de utilidades retenidas.[2] A este cuadro se suma una deducción inmediata plena de los gastos de capital en Estados Unidos, otro elemento atractivo para que las empresas de Estados Unidos vuelvan al país.
Desde luego, las empresas toman decisiones de inversión basándose en algo más que las tasas impositivas. También tienen en cuenta los costos laborales, la infraestructura, el tamaño del mercado y la geografía, entre otros factores. En América Latina y el Caribe, por ejemplo, los recursos naturales de la región—el petróleo, la minería y la agricultura—dificultan o le quitan atractivo a la posibilidad de relocalizar las empresas de Estados Unidos.
El futuro de la IED en otros sectores es menos seguro. Las maquiladoras probablemente están seguras dado que ya operan en zonas libres de impuestos. Sin embargo, la situación podría ser completamente diferente para los proveedores de servicios, desde los bancos hasta las empresas de telecomunicaciones y las empresas tecnológicas orientadas digitalmente, que podrían decidir volver a Estados Unidos mientras siguen vendiendo productos en la región. También podría ser diferente para algunas empresas del sector manufacturero. Todo esto requiere un análisis adicional, sector por sector y país por país.
Lo que sí está claro es que hay riesgos potenciales para los países de América Latina y el Caribe, y no se debe sólo a las inversiones de Estados Unidos. La disminución del impuesto de sociedades en Estados Unidos podría alentar a otros países a trasladar su IED de la región a Estados Unidos. Y una de las consecuencias podría ser una fuerte competencia tributaria, o incluso una carrera hacia abajo, tanto en los países desarrollados como en vías de desarrollo, en la medida en que intentan seguir siendo competitivos con Estados Unidos. Esto también podría ofrecer un motivo para que los inversores extranjeros miraran hacia otras latitudes.
Una pregunta clave tiene que ver con las llamadas tasas efectivas del impuesto de sociedades. El impuesto de sociedades en Estados Unidos nunca fue tan alto como se suele creer. Si bien el impuesto de sociedades obligatorio, o la tasa en los libros, era de 35%,[3] la tasa efectiva más importante, una tasa en que se tienen en cuenta los créditos y las deducciones, era de aproximadamente el 19%. Esto es más o menos igual a la tasa en el Reino Unido, por debajo de Argentina (22,6%) y superior a Brasil (17%), según la Oficina de Presupuestos del Congreso.
Esa tasa efectiva disminuirá con la reforma tributaria—aunque los cálculos exactos de cuánto será todavía no se conocen. Y es con esa tasa efectiva que los países intentarán competir. Es difícil predecir qué resultados tendrá este escenario para América Latina y el Caribe.
Puede que Estados Unidos y otras empresas multinacionales extranjeras y sus filiales reduzcan su presencia en la región, reduciendo así los ingresos imponibles. Puede que los gobiernos en la región—con la presión de los intereses comerciales—decidan que deben reducir las tasas del impuesto de sociedades para seguir siendo competitivos. Si esto ocurre, es muy posible que los ingresos tributarios se reduzcan en un momento en que los países tienen un espacio fiscal para maniobrar considerablemente más pequeño que en el pasado reciente.
A lo largo de los últimos 15 años, aproximadamente, numerosos países, sobre todo en América del Sur y México, han aumentado las tasas del impuesto de sociedades como una manera de introducir sistemas más progresivos. Si ahora reducen estas tasas, puede que tengan que compensar con otras medidas. Es posible que tengan que aumentar los impuestos al consumo (el IVA) y ampliar la base tributaria, lo que incluye la eliminación de ciertos vacíos y exenciones tributarias. Entretanto, puede que los gobiernos tengan que aumentar la supervisión tributaria y las auditorías para asegurar que las empresas no practiquen la transferencia de beneficios (la declaración de utilidades obtenidas en el país anfitrión como si se hubieran obtenido en Estados Unidos).
El impuesto de sociedades nunca ha sido una gran fuente de ingresos para los gobiernos en América Latina y el Caribe. Representan un promedio de sólo aproximadamente el 2% del PIB, mucho menos que las cotizaciones a la seguridad social o los impuestos al consumo. Es importante tener eso en cuenta. Aún así, los gobiernos en América Latina y el Caribe quizá tengan que enfrentarse a la posibilidad de una disminución de ingresos de esa fuente, además de una disminución de la IED y pérdidas asociadas en transferencia de tecnología debido a la relocalización de empresas extranjeras, a medida que los impactos potenciales de la reforma de Estados Unidos cobren fuerza.
[1] Esta publicación se centra en el recorte de impuesto de sociedades permanente. Sin embargo, los recortes de impuestos individuales de la reforma tributaria son bastante importantes desde un punto de vista cuantitativo, aunque todos expirarán hacia finales de 2025.
[2] El Comité Conjunto del Congreso sobre Asuntos Contributivos estima que se obtendrán USD 324.000 millones de ingresos adicionales debido a las nuevas reglas tributarias internacionales sobre la repatriación de ganancias.
[3] Esta tasa aumentó a 39,1% -35% de la tasa del impuesto de sociedades federal +más un promedio de 4,1% de impuesto de sociedades de los estados.
SOURCE: Los Blogs del BID
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