Por: Guiovana Fuentes Barbosa
Hace un buen tiempo escribí este artículo inspirada en uno de los grandes líderes de la humanidad, Nelson Mandela, en su capacidad para salir adelante en medio de las circunstancias difíciles.
En este tiempo de incertidumbre, en un mundo VUCA, Incierto, Complejo y Ambiguo, es clave que los seres humanos recordemos que dentro de nosotros mismos, hay una fuerza interior que nace de la conexión con la inteligencia infinita – para mi Dios-, que sí la sabemos emplear al conectarnos con nuestra naturaleza como seres espirituales, podremos sobrepasar cualquier adversidad e ir hacia el camino de la esperanza.
Mandela, se inspiró en un poema que a continuación reescribo:
“Más allá de la noche que me cubre negra como el abismo insondable, doy gracias a los dioses que pudieran existir por mi alma invicta. En las azarosas garras de las circunstancias, nunca me he lamentado ni he pestañeado. Sometido a los golpes del destino, mi cabeza está ensangrentada, pero erguida. Más allá de este lugar de cólera y lágrimas donde yace el horror de la sombra, la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo. No importa cuán estrecho sea el portal, cuán cargada de castigos la sentencia, soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma”: con este poema ( de William Ernest Henley), Nelson Mandela, el genio político, se inspiró para superar los momentos difíciles en la cárcel y fortalecer su visión, la de una Sudáfrica libre, la de eliminar la desconfianza y el odio existente durante décadas entre la población blanca y negra.
Sin embargo, la frase contundente del poema: “Yo soy el amo de mi destino y el capitán de mi alma”, se convirtieron en la fuerza y el coraje de este líder de la humanidad que con su ejemplo y humildad, nos dejó un legado que la mayoría de los seres humanos en estos tiempos no hemos querido comprender. El legado del perdón, de la humildad, del amor, de la igualdad, y no lo hemos querido mirar por estar parados en las creencias limitantes de la ambición, la sed de poder de algunos dirigentes del mundo, la mediocridad de seguir deseando permanecer en la zona de confort y no expandir nuestra consciencia.
Hace pocos días, volví a ver la película que narra la historia de este grande pensador (basada en el libro de John Carlin “The Human Factor: Nelson Mandela and the Game That Changed the World”), titulada ‘Invictus’, al verla, reforcé mi postura de que los seres humanos, si nos lo propusiéramos podríamos con tan solo llenar nuestros corazones de perdón y humildad, acabar no solo con nuestras guerras internas, sino con las externas que nos impiden visionar un mundo creado en el amor y en la prosperidad.
Un mundo que se alza del miedo e incertidumbre por el contagio y por lo que sucederá en el futuro y que se sale de la matriz, del control de dogmas que esclavizan a la humanidad, para alzar su vuelo como seres espirituales viviendo experiencias físicas, pensantes, creativos, y capaces de construir y dejar atrás todos aquellos paradigmas de esos líderes que necesitan modernizar sus pensamientos, expandir sus consciencias y salirse de la sed de poder para comprender que sin el resto de la humanidad, no podrán avanzar.
En estos tiempos, es clave comprender que la fuerza de la humanidad al ir hacia el equilibro entre la naturaleza y la evolución del universo, puede sobreponerse a los desafíos actuales e ir hacia la comprensión de que todos los habitantes del planeta sin excepción, somos poderosos en nuestra fuerza espiritual y que cada ser humano puede iluminar a otro en vez de seguir por la senda aguerrida de la desolación, de la indiferencia, de la competencia feroz, la desidia moral y las ambiciones desmedidas.
En ese camino el perdón juega un papel fundamental. Ya no es tiempo de juzgamientos, sino de equidad, y de comprender que perdonar es solo una cualidad de los valientes y los fuertes, seguros de sí mismos. La imposibilidad de perdonar, solo esta directamente correlacionada con la debilidad y las inseguridades de un individuo.
Así mismo, podríamos demostrarnos que la capacidad y la sabiduría del ser humano nos dan la posibilidad en un momento dado, de cambiar sencillamente de opinión, y optar por otros métodos de diálogo y conciliación. Es una de las cosas que más nos cuesta: tener la humildad y la valentía de cambiar de opinión, pues a menudo nos gusta tener la razón. Eso fue lo que hizo Nelson Mandela para que se diera el milagro de la unión en el pueblo sudafricano. ¿Por qué no pensar en crear nuestro propio milagro? ¿Qué nos impide perdonar? ¿Por qué no pensar en que los líderes mundiales se pueden unir con un corazón limpio, para construir un nuevo planeta en donde se echen raíces de amor, compasión, igualdad, respeto, comprensión, y donde cada humano pueda brillar con luz propia y la prosperidad y el bienestar sea el paisaje que reine en todos las latitudes.
No estoy hablando del nuevo orden mundial, hablo de un planeta liderado por seres con una nueva consciencia. Así las cosas, los seres humanos necesitamos trabajar en mejorar nuestra manera de ser, e incorporar lo que no tenemos en nuestros corazones.
En otras palabras, lograr la autoevolución de la consciencia. Construyendo una nueva realidad mística. Hoy, según algunos maestros espirituales apenas un un porciento de la humanidad ha llegado a su expansión espiritual plena de conciencia, mientras que el resto de la población se ubica en la base de la conciencia del cazador en la época de las cavernas. Eso no significa que el uno porciento, de las personas sean los millonarios, no. Esto no tiene que ver con riquezas materiales sino espirituales. Nelson Mandela, logró comprender ese gran secreto de autoevolución espiritual por eso nunca le cedió su poder a las circunstancias difíciles. Sino que el sabía que en su interior habitaba una fuerza espiritual poderosa que caminaba con él, que lo guiaba.
Llegar a ese uno porciento de seres humanos que se preocupan y se esmeran por su crecimiento espiritual por su conexión consigo mismo, por aportarle a la humanidad su mejor versión, aún con todas sus imperfecciones, así como lo pregono en su momento el maestro Jesús.
No estoy diciendo que sea fácil. Pero si no lo intentamos, si no asumimos retos en nuestra vida, al final del camino estaremos en el mismo lugar. Debemos aprovechar al 100% (como lo visionó Mandela) las oportunidades y este tiempo es un tiempo para crecer espiritualmente, para evolucionar como seres espirituales viviendo experiencias físicas y solo cada ser humano desde su voluntad puede hacerlo.
Recuerda que nuestra vida se presentan ‘serendipity’ (descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado, casi de orden milagroso). Por lo que tenemos que mirar más allá y aprender a descubrir y aprovechar estos hallazgos inesperados que pueden suceder cuando simplemente nos reencontramos con una persona del pasado, o cuando simplemente no permitimos conocer a otro ser humano.
Llegó la hora de buscar en nuestra vida, como lo hizo Mandela, ese poema que nos inspire a volar y vivir cada día de manera diferente. Recordando a cada instante, que nosotros somos los “dueños de nuestro destino y los capitanes de nuestra alma”.
Somos nosotros quien elegimos ver el vaso medio vacío o medio lleno. Y somos también los responsables de salvaguardar contra viento y marea, la pureza de nuestra alma, para que nada ni nadie altere nuestro ser.
Es impresionante ver la grandeza de este líder, cuando en medio de las difíciles circunstancias que vivio en la cárcel (27 años), mantuvo su corazón alejado del odio y del rencor. Solo tenía una visión que sobresalió por encima de los obstáculos: unir a su país en el amor, en el respeto por la diferencia y valorar a los seres humanos, sin importar el color, el credo ni la raza.
Así que busca tu inspiración y empieza por darte el permiso de ser tu mismo, a crear y evolucionar espiritualmente.
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One Response to "Es tiempo para invocar la esperanza"
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