Por: Samuel Azout.
Las masivas protestas en Chile contra la dirigencia política y empresarial están cambiando la historia de ese país y del continente. Más allá de la infiltración de revolucionarios cargados de ideología, rabia y resentimiento, las manifestaciones han revelado la falta de conexión de los dirigentes con la gente.
Cada vez más gente desconfía de los políticos y empresarios. La furia en las calles es el reflejo de décadas de frustración. El continente lidera al planeta en deterioro ambiental, desigualdad económica y tasa de homicidios. No ha sido fácil avanzar en la solución a los problemas y todavía 190 millones de personas viven bajo condiciones de pobreza.
Los latinoamericanos del común quieren participar en las decisiones que afectan sus vidas y moldean la sociedad donde viven. Cada día reclaman con más ímpetu sus derechos, quieren mayores avances en protección social, en justicia y en oportunidades de ingresos. Están inconformes por tantos años de promesas incumplidas.
Los programas sociales de los gobiernos no han logrado garantizar los derechos básicos. La empresa privada no genera los puestos de trabajo que se requieren. La economía informal – en la Región hay 140 millones de trabajadores informales – socava la seguridad social, reduce los recaudos tributarios, afecta la productividad y destruye los sueños de un mejor futuro. Las organizaciones del sector social o tercer sector llamadas a cubrir los vacíos que dejan los gobiernos y el sector privado, realmente no logran gran escala ni impacto.
En los próximos años veremos cambios políticos fuertes y profundos en Chile. Lo mismo ocurrirá en otros países de la Región. Se redactarán nuevas constituciones políticas, se harán nuevos acuerdos. Extraordinario reto.
Si las nuevas ideas y pactos mejoran la transparencia de los gobiernos, logran un sistema tributario más progresivo, una distribución del ingreso más justa, eficiencia y calidad en los servicios sociales, mejores oportunidades de trabajo e ingresos, una justicia más efectiva y mayor participación ciudadana, seguramente mejorarán las posibilidades de paz y prosperidad en el continente.
A lo que deliberamos sobre los cambios que requiere el modelo social, económico y político actual, no podemos olvidar que la concentración de riqueza y la ambición de poder y dinero resultaron ser los peores enemigos del sistema que los consintió.
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