Por: Samuel Azout.
En septiembre del 2015 los líderes mundiales adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar prosperidad para todos. Se trata de la nueva agenda de desarrollo sostenible. En total hay 17 objetivos que incluyen los retos humanos más apremiantes como el fin de la pobreza, la reducción de desigualdades sociales, mejoras en salud, educación, medio ambiente, igualdad de género, justicia y paz, saneamiento y agua, entre otros. De todos, el ODS más importante es el número 17 que se denomina “alianzas para lograr los objetivos.”
Este es el objetivo más importante porque sin alianzas entre sectores y e instituciones es imposible avanzar efectivamente en la agenda para el desarrollo sostenible. Debemos reconocer que somos interdependientes, y que por más barreras mentales, ideológicas, o geopolíticas que tengamos, dependemos unos de los otros. Ningún sector puede cumplir la agenda del desarrollo por sí solo, requiere necesariamente de los demás.
Cada sector tiene fortalezas y debilidades. El sector privado crea la riqueza, y aporta a la eficiencia, la innovación, el empleo, y la competitividad de un país. Desgraciadamente, suele ser cortoplacista, sacrifica sostenibilidad a largo plazo por el lucro inmediato, y muchas veces viene acompañado de externalidades ambientales y sociales negativas.
El sector público tiene el músculo re distributivo de la política pública, goza de oportunidades para legislar, y administra el tesoro público. Sin embargo, suele ser lento en la ejecución, excesivamente burocrático e ineficiente y, no en pocos casos, politiquero y corrupto.
El sector social o comunitario posee el conocimiento de la base poblacional, sabe llegar a los lugares más alejados y difíciles, y generalmente opera con transparencia. Desafortunadamente, sus organizaciones tienen poco acceso a recursos financieros, por lo cual no gozan de la potencia para alcanzar escala e impacto deseado.
La organización ideal es eficiente e innovadora como sector privado, tiene el músculo y alcance del Estado, y la llegada comunitaria y transparencia de las organizaciones sociales.
En Latinoamérica en general se observa poca comunicación y articulación intersectorial; se pierde la gran oportunidad de cambio sostenible.
Necesitamos despojarnos de egos personales e institucionales, del afán de dinero, poder y protagonismo, para construir la confianza que demanda el trabajo en equipo.
Porque, o remamos juntos o no llegamos a ninguna parte.
A lo que escribo estas letras no puedo dejar de pensar en el conjunto de acontecimientos de los últimos días en el continente y el fracaso del modelo tri sectorial para construir países justos y prósperos. ¿Será el momento de re pensar la nación-estado y el sistema de mercado?
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