El fraude parte de la cotidianidad

Por: Francisco Manrique.

Quiero agradecer a Alejandro Sanz de Santamaría que me me haya permitido publicar el siguiente testimonio de un estudiante, quien reflexiona sobre una conversación que tuvieran los dos alrededor de la ética. Considero que lo escrito en esta carta refleja una realidad muy preocupante, que muestra el porqué de la pérdida de este norte en nuestra sociedad. A continuación la carta de este estudiante:

Inicialmente, al leer la reflexión y ver que me pedían que hiciera una descripción de experiencias que haya tenido en las que se pongan en evidencia fallas éticas mías o de otros, no fue muy difícil para mí pensar en una situación específica, puesto que durante toda mi vida he presenciado actos faltos de ética no sólo por parte de los demás sino por parte mía también.

Creo que es muy fácil escribir sobre las falencias éticas de otros y juzgarlos; pero en este escrito quiero hacer una retroalimentación de mis acciones como estudiante con el fin de encontrar en mí mismo la razón de mis actos faltos de ética y una posible solución.

Durante toda mi vida académica me han metido la idea de que lo que importa realmente son los resultados, y esto me ha llevado a pensar que de alguna u otra manera el fin justifica los medios.

En mi caso he recurrido muchas veces a este pensamiento que varias oportunidades me he encontrado en situaciones de presión, como en un parcial, en donde todo lo que me han inculcado mis padres sobre la honestidad y la ética simplemente desaparece y acudo a la copia. El simple hecho de sacar una mala nota me llena de inseguridad y miedo; por eso muchas veces cometo fraude con el fin de asegurar una buena calificación.

Esta clase de comportamiento me ha creado la falsa  idea de que es más importante lo que uno aparenta ser (por medio de buenas calificaciones) que lo que uno realmente es. Y dado que la sociedad generalmente aprueba este tipo de comportamiento, ya que es más importante lo que diga un certificado de notas que lo que yo realmente soy como persona, esta clase de pensamiento seguirá en mi mente y seguramente en la de muchos.

Al reflexionar sobre las experiencia que he tenido recordé que una vez en el colegio me descubrieron haciendo copia en un quiz de lengua castellana. Citaron a mis papás al colegio, y nunca olvidaré cuando le conté a mi mamá lo sucedido: ella se puso muy brava, y me dijo que prefería un hijo bruto a un hijo mentiroso. Cuando me dijo eso reflexioné sobre lo que había sucedido, empecé a pensar por qué había acudido a hacer copia, y me di cuenta que el bimestre anterior había perdido esa materia y que necesitaba recuperarla porque para mis papás son muy importantes las calificaciones y no quería defraudarlos otra vez. Sin embargo terminé agravando todo al cometer copia. Creo que el afán de complacer a mis papás en todos los  ámbitos me ha hecho perder el rumbo de lo que yo quiero ser como persona.

La presión a la que yo como futuro profesional me siento sometido me ha llevado a cometer fraude varias veces en la universidad. Pero es que me pregunto: ¿qué posibilidades tengo yo de competir con alguien que tenga un promedio de 4,5? Siento que la única forma de llegar a ser por lo menos teniendo en cuenta para un futuro trabajo es obtener y mostrar buenas calificaciones. De hecho, si uno tiene un promedio malo no sirve para nada, ya que para hacer cualquier cosa – como aplicar para una beca o para un posgrado – se necesita un buen promedio. Esto me ha llevado a darle más prioridad a una nota que a mi formación como profesional.

Adicionalmente, la presión que mis papá ejercen sobre mí al pagar una matrícula tan costosa me hace pensar que lo mínimo con que yo debo pagarles es con buenas calificaciones. Sin embargo, para mí eso no es tan fácil. Debo aceptar que algunas personas tienen más facilidad para aprender que otras, y la verdad es que yo soy de los que demoro un poco más. El afán por pasar un parcial y obtener una buena nota nubla la realidad de las cosas: en este caso esa realidad es que yo estoy estudiando para aprender y no para mostrar certificados de notas. Pero, como ya lo dije, en esta sociedad una nota dice mucho más sobre mí que mis valores como persona.

Lo anterior no significa que yo cometa fraude en todas las cosas que haga. Solamente quiero señalar que personalmente creo que el fraude ya es parte de la cotidianidad, no sólo para mí sino para muchos estudiantes; y creo también que no lo miramos como un problema al que hay que atacar, sino como una herramienta ocasional para lograr lo que a veces no se puede alcanzar por nuestros propios medio.

Esta carta es muy impactante por varios motivos. El primero de ellos, porque es una radiografía de la forma como muy temprano se siembran las semillas de la corrupción. Segundo, es un llamado a cuestionar la cultura indiferente que acepta que el fin justifica los medios, que se ha entronizado en nuestra sociedad. Tercero, muestra la pérdida del Norte ético que hoy vemos en el comportamiento de mucha gente y la falta de una sanción social correspondiente. Cuarto, abre la discusión sobre el papel que juega en todo este contexto, el sistema educativo. Quinto, lleva a la reflexión sobre el hecho de que todo lo anterior no sea visible ni discutible. Sexto, muestra la importancia que tiene el invitar a un estudiante a discernir sobre las decisiones y comportamientos, así como responder por sus consecuencias.

Como lo mencionaba en un Post escrito en noviembre del año pasado titulado “Corrupción y Ética“, como un cancer, la primera va minando poco a poco las defensas de una comunidad, luego no es un problema menor. De hecho, este tema esta en el centro de los problemas que hoy afectan a la sociedad colombiana. Lo preocupante, es que a pesar de los escándalos de corrupción que nos golpean todos los días, hay muy pocos espacios y un escaso interés, para ahondar en las causas que explican este fenómeno para buscar la forma de cambiar esta tendencia. La carta del estudiante tiene la virtud de mostrarnos un testimonio personal de reflexión sobre esta materia.

Como corolario de lo anterior, hay un fenómeno muy preocupante que destapa la carta del estudiante: la indiferencia que muestra la sociedad colombiana ante la evidente pérdida de un norte ético. Esta insensibilidad se traduce en comportamientos aberrantes, y en actos violentos, que minan la confianza, componente fundamental del Capital Social de una comunidad (ver Posts de abril: El costo de la desconfianza – I Parte y El costo de la desconfianza – II Parte).

Esta situación ha validado la creencia de que el fin justifica los medios, situación que ha permeado hasta los tuétanos  a nuestra cultura política. Hay varios ejemplos que sustentan esta afirmación. Las decisiones tomadas por el ex presidente Uribe en su segundo mandato, tienen finalmente a muchos de sus colaboradores más cercanos entre las rejas o volados de la justicia, y sin embargo a él como responsable, no lo han tocado. El aval de Cambio Radical para las próximas elecciones, a cuestionados candidatos en Antioquia y la Guajira, es otro ejemplo de estas prácticas que envilecen nuestros sistema democrático.

Pero lo mas impactantes de estos casos emblemáticos, es que hay muchísimos colombianos, quienes apoyan, e inclusive aplauden, estas conductas que han pasado los límites del código penal. No hay una sanción social que sirva de freno a este proceso de deterioro ético en la sociedad. El costo es altísimo en términos de credibilidad y de confianza, como ya lo mencioné. El resultado se evidencia en los bajísimo niveles a los que ha caído el ejercicio de la política y la pésima imagen que se tienen de quienes la ejercen. También, en el cinismo, la apatía y el pésimo ejemplo que reciben los jóvenes, porque no tienen modelos de rol, ni un marco de referencia ético  sólido, que los oriente bien para su formación como ciudadanos.

Sobra decir, que la inoperancia de la Justicia, que hoy está haciendo agua por todos lados, no ayuda para nada para cambiar la realidad que he comentado. (ver Posts de marzo: El rol de la Justicia en un post acuerdo con las FARC y Los retos de la Justicia y el rol de los medios)

La carta del estudiante muestra la imperiosa necesidad de que el tema de la ética se aborde de fondo, al interior del sistema educativo. ¿Qué sacamos con sacar profesionales expertos en matemáticas, o en ingenieria, si en sus vidas no tienen claros unos valores que les permitan tomar las decisiones acertadas, que forjen su carácter en la vida?. Como decía hace dos mil años Ereclíto de Efeso: ” el carácter es para el hombre su destino”. – ( ver Post de mayo: En la búsqueda de sentido)- Si ante situaciones de presión, están siempre inclinados a tomar la línea del menor esfuerzo, no es de extrañar que mas adelante estas personas estén comprometidas en situaciones que pueden afectar a otros y caer fácilmente en actos criminales. No tuvieron el freno que les impidiera, caer en el abismo.

Como decía Michael Porter hace unos años, con motivo de la entrega del Estudio de Competitividad para Bogotá: “hay que hacer visible lo invisible, para hacer discutible lo indiscutible“. A mi me acompaña este comentario desde que lo oí porque me parece que tiene una gran pertinencia, especialmente en relación a los problemas que hoy nos afectan como sociedad. En el caso de la falta de ética es de una pertinencia total. ¿Que deberíamos hacer para abrir una gran debate nacional respeto a este problema, que nos destruye como sociedad? ¿Porqué le sacamos el quite y no hacemos visibles sus consecuencias?.

Finalmente, el mecanismo epistolar utilizado por un verdadero “maestro”, como es Alejandro con sus estudiantes, demuestra la importancia que tiene el generar espacios de reflexión personal, que inviten a las personas a discernir y reflexionar sobre sus decisiones y comportamientos, así como para que tengan el valor de enfrentar las consecuencias.

La falta de “accountability”, palabra cuya traducción más cercana es “la obligación de asumir la responsabilidad por sus acciones”, es tal vez la marca más visible de la pérdida del norte ético en nuestra sociedad contemporánea. En este sentido, el sistema educativo tiene una gran responsabilidad en formar personas capaces de enmarcar con valores sus decisiones,  de asumir las consecuencias de sus actos y tener el valor para reflexionar sobre ellos, como lo ha hecho este estudiante con Alejandro.

Quiero terminar este Post con las palabras de este estudiante: “en este caso esa realidad es que yo estoy estudiando para aprender y no para mostrar certificados de notas. Pero, como ya lo dije, en esta sociedad una nota dice mucho más sobre mí que mis valores como persona“. Esta reflexión está en el centro del meollo del problema en un mundo donde las apariencias valen mas que los valores.


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