Es bueno recordar los puntos anteriores para quienes llegan a posiciones de poder. Especialmente, cuando se observa su impacto en el caso de Enrique Peñalosa, quien ha sufrido recientemente varias derrotas, terminando su mandato. Y eso que uno esperaría, que también hubiera asimilado una gran lección de humildad, a pesar de que la humildad no es un rasgo que lo caracteriza.
Lo que le ha sucedido al alcalde actual, no es solo una consecuencia de los ataques despiadados que vienen desde la izquierda extrema representada por su antecesor y de el estado lamentable como recibió a Bogota hace casi cuatro años y que subestimó. Por esta razón, a Peñaloza también le corresponde una buena cuota de responsabilidad.
Su baja popularidad y el problema de imagen, se debe en una buena medida, a que se le percibe como una persona temperamental, que no mide el impacto de sus comentarios públicos, como tampoco las consecuencias de muchas de sus decisiones como primera autoridad de la ciudad .
Existe una percepción generalizada sobre Peñalosa: un gobernante que tiene una personalidad agresiva, despectiva y distante. Esta forma de ser, le impidió conectarse con la gente, y sintonizarse con los cambios que se habían producido en el país desde que había sido Alcalde de BOGOTÁ a finales de los 90. También, le impidió pedir ayuda y escuchar otras voces con opiniones diferentes a las suyas.
En mi opinión, estos rasgos de su personalidad, se le atravesaron en su camino, le hicieron inmenso daño para lograr su visión, y le impidieron dejar nuevamente su impronta, como lo hiciera en su primera administración. De paso, frustró las expectativas de muchísimas personas que votamos por él en este último periodo.
Hace dos décadas, en su primer mandato como Alcalde en un periodo de solo tres años, Peñalosa dejó la imagen de un visionario con capacidad de ejecución, que le permitió salir con un alto reconocimiento nacional e internacional. Es cierto que había recibido de Mockus, en su primera Administración, una ciudad ordenada y fortalecida financiera e institucionalmente, muy distinta a la que recibió de Petro. Otra época y otras circunstancias que no tuvo la capacidad de leer e interpretar.
Su imagen de esa época, fue la que le sirvió para crear muchas expectativas cuando buscó llegar a la Alcaldía después del desastre de Petro, su antecesor. Se pensaba que, al contar con un año más de mandato para desarrollar su Plan, porque el periodo de gobierno se había ampliado en estos últimos años, Peñalosa iba a transformar nuevamente a Bogotá.
Sin embargo, esos rasgos temperamentales que lo caracterizan, se le habían requintado con el paso de los años. Tal vez eso explica el por qué, no fue capaz de dimensionar y visibilizar el deterioro institucional que le había dejado su antecesor , como tampoco, medir el impacto de la polarización que fue la marca que dejó Petro como alcalde.
Y en lugar de mostrar una imagen conciliadora y convocante, desde el inicio de su segundo gobierno, tuvo una posición descalificadora que atizó aún más el ambiente de confrontación. Cazó peleas innecesarias, hasta con su propia sombra, cuando ha debido tender puentes en unos momentos históricos de división del país.
Habrán personas que no compartirán los comentarios anteriores. Pero los hechos son tozudos. Los niveles de aprobación de Peñaloza durante sus largos cuatro años, fueron de los más bajos de todos los mandatarios locales en el país. Miguel Uribe, su candidato y colaborador, sacó la más baja votación de los cuatro contendientes. Especialmente, debió ser muy doloroso que su candidato hubiera quedado detrás del candidato de Petro, su más feroz opositor
Para reforzar mi visión de Peñalosa, hace unas semanas en el Concejo de Bogotá, con una votación de 8 contra 5, le hundió el Plan de Ordenamiento Territorial ( POT ), tema especialmente doloroso para él y su equipo, después de cuatro años de un trabajo serio liderado por Planeacion Distrital. Y en días pasados nos enteramos que el presupuesto del Distrito no fue aprobado, y debió ser adoptado por decreto. Otra derrota.
A pesar de los loables esfuerzos realizados, en mi concepto, cometieron el inexcusable error de haberse demorado mucho en estos procesos y haberlos dejado para su aprobación en una época electoral. Ese error lo aprovecho políticamente Claudia López, su sucesora como alcaldesa de Bogotá, quien, en el caso del POT, pudo voltear a algunos concejales contra el proyecto y hundirlo definitivamente.
Pero hay más. En los últimos meses, y después de una campaña publicitaria que debió costar miles de millones de pesos, Peñalosa quiso vender la idea de que era mejor tener un alcalde impopular pero efectivo, sustentando esta afirmación en las 2500 obras realizadas durante su gestión. Sin embargo, se le olvido un pequeño detalle: ninguna de sus proyectos transformadores se logró realizar durante su mandato de cuatro años. Veamos
La ampliación del sistema de Transmilenio, proyecto de su autoría y de su corazón, no avanzó ni un km adicional en estos cuatro años. Y el tema no es menor. Desde su concepción hace veinte años, implicaba la construcción de casi 400 km de vias para que tuviera el impacto esperado en la movilidad. Sus antecesores lo frenaron, y se esperaba que Peñalosa lo volviera a encarrilar, pero no lo logró.
Hoy Transmilenio es víctima de muchas críticas y de la insatisfacción de sus usuarios, sin comprender que el problema fue la incapacidad de ejecución que lo frenaron en su expansión mientras que las necesidades de movilidad de la ciudad no pararon de crecer. Pero a Peñaloza tampoco le ayudó su posición cambiante y ambigua, respecto a la solución de un Metro, ni su incapacidad pedagógica y comunicacional, para explicar su cambio de parecer.
Y hablando del Metro, es muy triste que se tuvieran que tomar cuatro años para sólo llegar al final del mandato cerrando la licitación donde se la adjudicaron a un consorcio con una compañía china con antecedentes muy graves de corrupción. Espero para el bien de la ciudad y de Peñalosa, que esta decisión no le explote en la cara y se convierta en otro Oderbrecht. No se cuáles fueron los criterios para que este antecedente no pesara fuertemente en la decisión final.
Pero la incapacidad de Peñalosa, al no haber logrado dejar en ejecución los 24 km de la primera línea del Metro, es más notoria cuando se compara con otros proyectos similares en otras ciudades de AL y en el mundo. Por ejemplo, con motivo de los disturbios en Santiago, me enteré que en está ciudad se han construido seis líneas con 140 kms en un periodo de cuatro décadas. En Ciudad de Panama , la construcción de la primera línea duró cuatro años, para no hablar de la China, que ha construido 40 km de Metro al año, en los últimas seis décadas.
Ahora veamos otra de la grandes frustraciones que deja la administración de Peñalosa, en relación a la movilidad. Me refiero a que durante estos cuatro años, no se construyó un km de las vías fundamentales para la conectividad de Bogota. Mientras tanto, el problema ha subido exponencialmente con unos costos inmensos en términos de la productividad para la región.
Salir de Bogotá por la Calle 13, o tratar de hacerlo por la mal llamada “autopista del Norte”, es un calvario impresionante, para no hablar de la conexión por Cota o la salida por el sur. Nuestra capital está literalmente sitiada. 12 años del Polo en el poder y cuatro de Peñaloza, no sirvieron para resolver este problema, que en cualquier otra parte del mundo habría sido resuelto muy rápidamente.
Como ciudadano y contribuyente, me molesta mucho que el norte de la ciudad fue la Cenicienta de esta administración. No solo no se resolvieron los problemas ya anotados de movilidad y conexión, sino que en zonas como el Chico, donde se genera una buena parte de los impuestos prediales de la ciudad, las calles están despedazadas y no hay una respuesta de la Administración a esta situación.
La reflexión es ineludible. El carácter de un ser humano lo potencia o le impide alcanzar sus sueños. Y en política, salir por la puerta grande, o ser irrelevante.
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