Bogotá ciudad global?

Por: Francisco Manrique.

Por esta época, hace cuatro años, se estaban calentando motores para elegir al nuevo alcalde de Bogotá. Veníamos de unos años desastrosos en manos de políticos representantes de la izquierda, cuyo paso por el poder dejó una estela de escándalos de corrupción y de división sin antecedentes en la política local. Al final del 2015, se había elegido por segunda vez a Enrique Peñalosa, con una alta expectativa de que repitiera el milagro de su primera administración a finales de la década de los 90.

En diciembre del 2015, me atreví a escribir un Post futurista, sobre los cambios que estaríamos viendo en el 2025, reportados por el prestigioso semanario The Economist, con el título de: El futuro que se puede esperar de Bogotá. Invito al lector a leer este artículo que sigue teniendo total relevancia para la campaña que se ha iniciado por la Alcaldía de Bogotá.


Bogotá

GaboT / Pixabay


Al final del 2019, habremos elegido al sucesor de Peñalosa y la pregunta que me ha surgido, es muy obvia: ¿qué tanto avanzamos en estos cuatro años hacia el futuro descrito en mi blog donde Bogotá se proyecta como una ciudad global? Y mirando hacia adelante una segunda pregunta: ¿cuáles son los retos que debe enfrentar el nuevo alcalde o alcaldesa para el periodo 2020 – 2024 para lograrlo?

Analicemos la primera pregunta a la luz del artículo del Economist. Especialmente, teniendo en cuenta la agresiva campaña publicitaria que ha desarrollado la Administración actual, para demostrar que ha hecho muchos avances que no son visibles o reconocidos por la ciudadanía.

Mi primera observación, es que el análisis de la gestión de Peñalosa se debería de medir de cara a las tendencias mundiales que hoy impactan las grandes urbes como Bogotá. No es suficiente ver los avances relacionados con una agenda historia que ha estado rezagada en temas de infraestructura vial, conectividad regional, atención de salud, etc. Son todos muy importantes pero no son suficientes.

Y no son suficientes por una sencilla razón: vivimos en un mundo donde las ciudades compiten por recursos y talento a nivel mundial. Una ciudad como Bogotá no se puede dar el lujo de mirarse solo hacia adentro, porque limitaría mucho su potencial y oportunidades.

En esta administración que termina, hubo algunos claros avances en algunos temas como el de la salud, o la disminución de embarazos adolescentes, pero en otros, como en la conectividad regional, las expectativas no se cumplieron.

Por esta razón, escribí un Post sobre El balance de la gestión de Peñalosa. Allí mencionaba que esta Administración se ha quedado muy corta, en la ejecución de las grande promesas que se esperaban de ella, durante sus cuatro años de gobierno. La mayoría relacionadas, con lo que yo he denominado en el blog del 2015: la infraestructura física de la ciudad.

A diferencia de hace dos décadas, cuando al finalizar su primera administración, Peñalosa le había cambiado la cara a Bogotá, al terminar esta segunda Alcaldia, no ha sucedido lo mismo. Las bajísimas cifras de popularidad demuestran que la ciudadanía no le reconoce un impacto importante a su gestión y unos avances de los cuales nos podamos sentir inspirados y orgullosos. Esa es la cruda y triste realidad de esta administración que termina a finales de este año.

La evaluación anterior se podrá ver con mejor perspectiva en los próximos meses, pero lo que si es un hecho, es que muy poco avanzamos en la dirección de convertir a Bogotá en una ciudad global. De acuerdo con informe de McKinsey, mencionado en el blog de diciembre del 2015, una ciudad de este tipo, debe reunir varias características que hoy brillan por su ausencia en nuestro caso, y que son vitales para acercarnos al escenario que se propone para el 2025 por  The Economist.

En este artículo, mencionaba que hay una dimensión fundamental que debe de tener una ciudad global: su infraestructura mental. Esta se caracteriza por varios factores, uno de los cuales es la cultura de colaboración, que es fundamental para enfrentar la complejidad creciente que implica el manejo de una urbe como Bogotá.

Esto requiere que halla una visión inspiradora que unifique los esfuerzos de las instituciones públicas y las privadas, para que sumen talentos y recursos, que permitan resolver rápidamente los problemas presentes, y desarrollar una agenda de futuro alineada con las grandes tendencias mundiales.

En este aspecto, Peñalosa no convocó ni inspiró. Se fue quedando muy solo y no aprovechó al máximo la nueva institucionalidad que ha venido surgiendo desde el sector privado, como es Connect Bogotá, Pro Bogotá, Invest in Bogotá. Instituciones que sumadas a la Camara de Comercio, los diferentes gremios y fundaciones, son unos activos muy importantes para alinear a la gente y acelerar los resultados de una agenda ambiciosa para la ciudad.

Otra dimensión asociada a los puntos anteriores, tiene que ver con el liderazgo y la innovación. Estos dos temas, fueron identificados de manera muy clara, en el ejercicio de escenarios realizado hace cinco años para Bogotá, como las dos fuerzas impulsoras para el desarrollo futuro regional.

Los problemas complejos de una ciudad como Bogotá, requieren de la promoción de múltiples liderazgos colectivos, que ayuden a nivel de las localidades, a que haya una apropiación ciudadana, sin la cual la labor de un mandatario es muy limitada en proyección e impacto. Este tema no tuvo la importancia ni la relevancia para Peñalosa, y por eso se quedó solo.

Y en términos de Innovacion, el concepto de ciudades inteligentes, tampoco tuvo el desarrollo que ha debido de tener. Hace dos meses escribí un blog sobre:  Ciudades inteligentes, una verdadera revolución que invito al lector a leer. En este artículo, las experiencias internacionales muestran que se necesita promover una cultura de experimentación y de riesgo, para encontrar soluciones creativas a los múltiples problemas que enfrenta una ciudad compleja como Bogotá. Y que yo conozca, esto no sucedió en esta administración.

Y dentro de la agenda de estos cuatro años, no hubo una política para convertir a nuestra ciudad en un magneto para atraer talento e inversión. Esta actitud displicente hacia dos pilares fundamentales de una ciudad global, ha sido la constante de quienes han sido alcaldes de Bogotá.

Y el mejor ejemplo de esta afirmación, se puede ver la importancia tan reducida que tiene la Secretaria de Desarrollo Económico. Pero también, por la visión limitada que han tenido, cuando afirman que es suficiente que la ciudad ofrezca una buena calidad de vida, para que la inversión y el talento lleguen a ella.

Pues buen , la tendencia que muestra McKinsey y otros informes sobre ciudades globales, es que tienen una política agresiva para atraer a las empresas y al talento. Han entendido, que si no hay una actividad empresarial vibrante como motor del desarrollo económico, no es posible sostener, ni mucho menos proyectar, a estas urbes como plataformas productivas muy atractivas.

En el siguiente blog voy a profundizar sobre los retos que tiene el futuro alcalde o alcaldesa de Bogotá, para convertir nuestra ciudad en una urbe que inspire, se proyecte como ciudad global,  y una a sus ciudadanos alrededor de una visión compartida.


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