Los retos del nuevo alcalde de Bogotá

El gran pecado de los alcaldes que ha tenido Bogotá en los últimos 15 años, fue que no entendieron esta realidad, y por lo tanto, se quedaron solos y dividieron a la ciudadanía.

Por: Francisco Manrique.

En el Post anterior, Bogotá ciudad global?, quise hacer unas reflexiones sobre la administración del Alcalde actual, que termina su mandato a finales de este año. Y quise hacerlo a la luz de un artículo que escribiera en diciembre del 2015, a pocos días de posicionarse Enrique Peñalosa por segunda vez en su nuevo cargo.

Desde que he estado siguiendo las administraciones que han dirigido los destinos de nuestra capital desde 1988, he visto una dinámica muy preocupante. A lo largo de tres décadas, los planes de desarrollo propuesto han carecido de una visión retante e inspiradora, que proyecte a Bogotá como una ciudad muy atractiva a nivel internacional.

Estas agendas se han caracterizado por un énfasis  de corto plazo, focalizado en el periodo del mandatario de turno, y no en una agenda de largo plazo. Con otra tendencia muy preocupante: la de descalificar lo hecho por el antecesor. El resultado es una falta de continuidad de proyectos que requieren tiempo, y que son necesarios para lograr el impacto deseado para la ciudad. ¿Porqué?

Ninguno de los alcaldes han tenido la visión de ver su trabajo como una carrera de relevos por postas, ya que cuatro años es un periodo muy corto para lograr transformaciones importantes y sostenibles. La única excepción ocurrió en el periodo 1995 al 2004, cuando hubo un raro espacio de cierta continuidad en las administraciones de Mockus, Peñalosa Mockus.

Durante estos nueve años, se pudo demostrar el impacto tan positivo que se tiene cuando se construye sobre lo hecho por el antecesor . Temas como la Cultura Ciudadana y Transmilenio, marcaron un antes y un después para Bogotá. Lamentablemente las siguientes administraciones no supieron construir sobre estas bases. Pudo más la ideología que el beneficio de la ciudad. La Cultura Ciudadana se perdió y Transmilenio no se desarrolló como estaba planeado. El resultado es que Bogotá perdió un impulso que la hizo un referente internacional.


Movilidad Gobernanza Peñalosa alcalde

Archivo. Transmilenio, Bogotá, octubre 13, 2015. AFP PHOTO/ Diana Sanchez


En estos días, en que hay varios aspirantes que quieren llegar a manejar la ciudad mas importante de COLOMBIA, y asumir el segundo cargo de responsabilidad más complejo del país, alcalde de Bogotá, vale la pena entender cuales son los grandes retos que enfrentarán en los próximos cuatro años estas personas.

Para comenzar, Bogotá necesita consolidar los avances que deja Peñalosa y que no pudo concretar durante sus cuatro años de gobierno. Pero estos proyectos son solo una parte de los pendientes históricos que se han dejado acumular  por muchos años. Pero quien llegue a la Alcaldía, también deberá impulsar los temas que permitan desarrollar una agenda de futuro ambiciosa la altura de una ciudad global.

Se necesita una ciudadanía empoderada que le exija al mandatario de turno darle continuidad a las políticas, programas y proyectos, que le den proyección al desarrollo en el tiempo de la ciudad. Esto es lo que ha sucedido en todas las urbes que han prosperado en el mundo. En Colombia, el ejemplo de Medellin y Barranquilla en los últimos años, muestran el camino que debe de retomar Bogotá, del que se extravió en el 2004.

Pero hay otro reto que tiene la persona que llegue a la Alcaldía de Bogotá:  entender que tienes responsabilidad de manejar una ciudad muy compleja. Para lograrlo, deberá de movilizar a la gente, y a todos los recursos disponibles, porque solo no lo podrá hacer. Polarizar en lugar de unir es el peor camino posible.

El gran pecado de los alcaldes que ha tenido Bogotá en los últimos 15 años, fue que no entendieron esta realidad, y por lo tanto, se quedaron solos y dividieron a la ciudadanía. El resultado fueron muchas expectativas incumplidas, graves escándalos de corrupción, y una ciudad que se quedó atrás.

Pero para lograr que la gente colabore, participe, y tengan sentido de pertenencia para que ayuden a cuidar a Bogotá, se necesita que el nuevo alcalde o alcaldesa, le propongan a la ciudadanía una visión que los inspire y los una alrededor de una causa común. Se necesita que, quien llegue a la Alcaldía ejerza el liderazgo, porque sin él, no es posible transformar la realidad de nuestra capital.

En el ejercicio de escenarios realizado hace cinco años, sobre los posibles futuros de nuestra región, evidenció que el liderazgo y la innovación son las dos fuerzas impulsoras que pueden cambiar significativamente nuestra realidad. Y la verdad, es que las dos han estado ausentes en el manejo de Bogotá, desde hace casi dos décadas.

El ejercicio del liderazgo requiere poder articular una agenda que tiene diversas audiencias y necesidades, como corresponde a una ciudad tan diversa como lo es Bogotá. Son grupos poblacionales con expectativas distintas. Unos con necesidades básicas insatisfechas y otros con aspiraciones más sofisticadas.

El reto es inmenso, porque hay que congregar a todos los habitantes, alrededor de una visión común que les haga sentido y genere unas expectativas realistas pero desafiantes donde todos se sientan incluidos.

Un reto común que afrontan los dirigentes políticos a nivel nacional y local, es entender que los cambios que nos afectan son cada vez más acelerados, y hay menos tiempo para responder.  El problema es que las políticas y las instituciones del Estado, no son capaces de evolucionar a la velocidad requerida. No pueden responder a las expectativas crecientes de la población, que además, buscan respuestas fáciles a problemas que son muy complejos.

Esta realidad es mucho más seria, cuando es evidente que los periodos de cuatro años y sin reelección, son muy cortos para lograr los cambios complejos que se requieren. Si a esto se suma la debilidad institucional y la pobre capacidad de gestión que muestran muchas de las entidades distritales, el problemas es aún mayor. A esta situación, se le suma que cada alcalde viene con su cuadrilla y barre con lo hecho por su ente antecesor. El resultado: no hay memoria institucional y se reinventa la rueda cuando llega la siguiente administración.

Otro de los grandes retos del nuevo alcalde o alcaldesa de Bogotá, es romper la desconfianza que hoy tiene la gente sobre la capacidad del Estado para responder a esas expectativas. Pero el problema es aún mayor, por el desprestigio que tiene la clase política después de los escándalos de corrupción, como los sucedidos en los últimos años a nivel local y nacional.

Otro reto es tender puentes muy rápidamente entre el sector público y el privado. El no hacerlo, es una actitud miope, que aumenta la desconfianza mutua, e impide que la ciudad cuente con recursos valiosos para mover la agenda del gobernante de turno. Tender puentes es esencial para construir una cultura colaborativa que ha estado ausente en Bogotá.

Para que nuestra capital pueda aspirar desarrollar la visión de ser una ciudad global, necesita trabajar muy fuertemente en su infraestructura mental. Esto implica, como lo mencioné en el blog anterior, darle un gran impulso a la formación de capital humano más avanzado, apoyar los activos institucionales como Connect Bogotá, Pro Bogotá, retomar la Cultura Ciudadana y promover activamente la innovación, el emprendimiento y el uso inteligente de la tecnología.

En general, la agenda que tienen los candidatos, se focaliza  principalmente en los temas como la educación, la movilidad, la seguridad, y el medio ambiente. Y si bien son muy importantes, porque obedecen a la agenda de pendientes históricos sin resolver de la ciudad,  no son suficientes si se quiere que Bogotá sea una ciudad global.

Para ser un referente internacional, nuestra capital necesita tener una agenda explícita de futuro y paralela a la de solucionar los pendientes históricos. En esta nueva agenda deben de enviarse señales muy claras para atraer mucha inversión y talento sofisticado. Necesitamos crear, o que lleguen nuevas empresas de alto valor agregado y con orientación  a los mercados internacionales. Es necesario que se entienda la importancia que tienen este tipo de empresas para tener  un desarrollo económico próspero y sostenible.

Crear riqueza y no repartir pobreza, debería ser el lema que debería tener la nueva administración si se quieren elevar los niveles de calidad de vida de los ciudadanos de Bogotá.  Esto no significa que no hayan énfasis distintos según el lado del espectro político donde se quieran mirar los retos y oportunidades.

Pero estos choques ideológicos, deben de aterrizar en una cruda realidad: la calidad de vida, a la que debe aspirar una ciudad como la nuestra, necesita de una base empresarial sólida y sofisticada. Esto explica el porqué a nivel internacional, hay cada vez más una competencia feroz por atraer empresas y talento, porque son condiciones fundamentales para tener un aparato productivo sólido y sostenible. Este tema ha sido sistemáticamente descuidado por los alcaldes de BOGOTÁ


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