Carlos Guevara Mann
Entre los meses del año, julio es bolivariano por excelencia. Se conmemora este mes el natalicio de Bolívar (24 de julio); la independencia de tres repúblicas bolivarianas: Venezuela (5 de julio), Colombia (20 de julio) y Perú (28 de julio); y la clausura del Congreso de Panamá (1826), primera reunión de Estados americanos independientes, convocada por el Libertador para salvaguardar el sistema republicano de gobierno en los países que lo adoptaron y proteger, mediante una alianza defensiva, la independencia americana de posibles ataques foráneos.
Participaron en esa reunión, celebrada en el claustro de la iglesia de San Francisco de Asís—en el Casco Viejo de la ciudad de Panamá—los Estados de Centroamérica, Colombia, México y Perú, recientemente liberados de la dominación española, cuyos delegados acordaron, el 15 de julio, el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua. Al día siguiente—16 de julio—al clausurar sus sesiones, convinieron en reanudar sus deliberaciones en la Villa de Tacubaya, a las afueras de la ciudad de México.
Aun cuando el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua acordado fracasó, pues solo fue ratificado por Colombia, el Congreso de Panamá—denominado “anfictiónico” por su semejanza con los cónclaves de la antigüedad helénica—fue el punto de partida de la cooperación americana y contribuyó a apuntalar el republicanismo como sistema de gobierno predominante en América, en oposición al absolutismo monárquico aún prevaleciente en Europa.
Fue el propio Bolívar quien dispuso que el congreso se llevara a cabo en Panamá, según su visión para el istmo que había expuesto años antes, durante su exilio caribeño.
¡Qué bello sería”—exclamó en su Carta de Jamaica (1815)—que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! ¡Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo.
Junto con Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, Panamá es una de las seis repúblicas bolivarianas. El istmo estuvo siempre en la mira del Libertador y adoptó el gobierno republicano—el más preciado logro de Bolívar—tan pronto se independizó de España, en 1821.
Panamá logró su independencia por sus propios medios, sin apoyo o intervención del ejército bolivariano, pero enseguida se unió al Estado republicano de Colombia, establecido por el Libertador. Bolívar es el fundador de la primera república de la que Panamá formó parte y, a lo largo de su trayectoria republicana, los panameños han comulgado con la propuesta bolivariana de unión entre las naciones americanas para lograr bienestar y mejores días para los pueblos de nuestras latitudes.
A fin de impulsar el ideario bolivariano, siguiendo los pasos de Colombia (1924), Ecuador (1926) y Perú (1927), el 20 de julio de 1929—día nacional de Colombia—se constituyó en Panamá la Sociedad Bolivariana, prestigiosa organización de ciudadanos comprometidos con los valores del republicanismo y la hermandad americana. Nicolás Victoria Jaén, prestante intelectual y maestro destacado en los primeros años del siglo XX, fue su presidente fundador. Su sucesor en ese cargo fue el Dr. José de la Cruz Herrera, otro gran humanista panameño, nacido un 5 de julio y llamado “el darienita universal” por ser oriundo de Garachiné, en la fecunda provincia del Darién.
En días pasados, su nieta, la fina poetisa Lil María Herrera, compartió una interesante fotografía de los años treinta, en que aparece su abuelo, presidente de la Sociedad Bolivariana de Panamá, junto con otros cinco distinguidos caballeros bolivarianos, todos de grata recordación. Mario Lewis Morgan, director del periódico histórico Épocas, ayudó a identificarlos.
De izquierda a derecha, vemos, en primer lugar, a Guillermo Méndez Pereira (1890-1962), educador y hombre público nacido en Aguadulce, provincia de Coclé. Se desempeñó como diputado a la Asamblea Nacional por el Partido Liberal (1924-1928) y ministro de Estado en las carteras de Agricultura y Comercio (1948-1949) y Relaciones Exteriores (1949). Fue, además, presidente de la Asociación Nacional de Maestros, director de la revista Universidad de Panamá y coautor de varios libros (El auxiliar del maestro, El lector panamericano y Guía metodológica técnica y práctica para enseñar a leer y escribir simultáneamente). En 1945 fundó, con Antonio Zubieta, la firma de Méndez y Zubieta para dedicarse al negocio de “aseguros, representaciones y comisiones de cualesquiera clase y descripción”.
A continuación, se aprecia al Dr. Gregorio Miró Denis (1886-1955), eminente jurista, formado en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Estudioso del derecho en todas sus ramas, se desempeñó por muchos años como juez y magistrado en el servicio judicial, con amplia reputación de probidad (algo que hoy escasea en esos estrados). Además, representó cabalmente al istmo en el Perú y sirvió como abogado consultor de varias dependencias del Ejecutivo, así como del Banco Nacional.
Le sigue el ya mencionado Dr. Herrera (1876-1961), graduado en el Colegio Mayor del Rosario de Bogotá, preceptor, académico y escritor de muchos quilates, individuo de vastísima cultura, quien por muchos años fue cónsul general y ministro consejero de Panamá en Argentina. Autor de numerosos ensayos y libros, entre sus múltiples realizaciones tradujo del griego antiguo al castellano las tragedias de Sófocles (compiladas en su obra Por los caminos del Ática) y publicó una conocida y admirada trilogía sobre el Libertador (Don Simón de Bolívar o la formación de un Libertador; Bolívar: forjador de la libertad; Bolívar en el tabor y la cruz).
A su derecha está Héctor Conte Bermúdez (1879-1957), originario de la histórica localidad de Natá de los Caballeros, en la provincia de Coclé. Se dedicó a la enseñanza y las faenas del Estado. Diputado a la Asamblea Nacional por el Partido Conservador en tres períodos (1906-1910, 1924-1928 y 1928-1932), fue periodista y autor de numerosas monografías, entre ellas La creación de Bolivia y la constitución bolivariana en el istmo de Panamá, Cómo se verificó en Penonomé la separación de Colombia y una biografía del militar istmeño José Domingo Espinar, asistente del Libertador, que quedó inconclusa al sorprenderlo la muerte.
Seguidamente, vemos a Juan José Amado (1875-1957), destacado miembro del foro nacional y ensayista. Autodidacta, estudió derecho por su cuenta después de egresar del Colegio del Istmo. Ascendió el escalafón judicial hasta llegar a magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Tuvo, además, importantes desempeños en el ámbito privado, particularmente en Chitré, provincia de Herrera, donde mantenía importantes conexiones. Sirvió a la Iglesia Católica como consultor jurídico de la Curia Metropolitana, por lo que la Santa Sede lo honró con varias distinciones.
El benjamín del grupo aparece en el extremo derecho: Alfonso Herrera y Franco (1909-2003), tercer hijo del Dr. Herrera. Abogado de muchas inquietudes cívicas e intelectuales, se dedicó al comercio de maderas darienitas, así como a la administración de propiedades. Fue secretario privado del presidente Ernesto de La Guardia (1956-1960) y muy conocido dirigente gremial en la Sociedad de Contadores (Asociación de Contadores Públicos Autorizados de Panamá), el Sindicato de Industriales de Panamá (SIP) y la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresas (APEDE, que presidió en 1987-1988), entre otras.
Estos caballeros bolivarianos tuvieron en el ideario de Bolívar el punto de referencia y desiderátum de su actuación ciudadana. Su denominador común, además del aprecio al Libertador, fue su amor a la república y su compromiso indeclinable con la defensa y sostenimiento del sistema republicano de gobierno, que desplegaron en sus ejecutorias de mucho valor para el país.
(Una versión anterior de este artículo se publicó en la Revista Elite Club Unión, julio de 2020)
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