Vientos de democracia

Por: Carlos Guevara Mann

La pandemia—y sus devastadores impactos—han restado atención a la conmemoración del fin de la Segunda Guerra Mundial y la fundación de la ONU, 75 años atrás.

En junio de 1945, el conflicto acababa de terminar en Europa, tras la rendición alemana el 7 de mayo.  Los ojos del mundo estaban puestos sobre las acciones militares para derrotar a Japón, la única potencia del Eje que seguía luchando.

En San Francisco, California, se adelantaban los preparativos para la firma de la Carta de las Naciones Unidas.  Este instrumento fundamental de Derecho Internacional, que organiza, enmarca y da sustancia a las relaciones internacionales, fue firmado el 26 de junio por los representantes de 50 Estados, incluyendo a Panamá.

La derrota del totalitarismo nazifascista y la creación de la ONU esparcieron esperanzas de un sistema internacional pacífico, próspero y respetuoso de los derechos humanos.  De estas esperanzas emanaron vientos democráticos que soplaban en muchas partes.

La segunda ola de la democracia, que comenzó en esos días, no dejó por fuera a Panamá.  En diciembre de 1944, ante la creciente presión ciudadana, el gobierno “de facto” (no elegido) que ejercía el poder tras el golpe de Estado del 9 de octubre de 1941, emitió el Decreto N°4, que convocó a la elección de una Convención Nacional Constituyente.

democracia

Foto: Carlos Guevara

Con motivo de dicha convocatoria, el jefe del Ejecutivo, Ricardo Adolfo de La Guardia, aludió a la “necesidad vital e inaplazable de una Constituyente”.  Se hizo eco de “las voces que clamaban … por una nueva Constitución para la República”, las cuales se habían “sostenido, acentuado y multiplicado” en los meses antecedentes.  Insistió: “el país anhela y necesita un estatuto jurídico distinto del que nos viene rigiendo”.

El Decreto N°12 de 2 de febrero de 1945 estableció las normas aplicables a la elección de delegados, que habría de celebrarse el 6 de mayo siguiente.  Se elegirían 42 delegados provinciales y 9 diputados nacionales, fórmula idónea para asegurar que tanto los intereses locales como el interés nacional estuviesen adecuadamente representados, a cargo de individuos de buenas reputaciones, formación cívica, solvencia intelectual y criterio moral.

Se dispuso expresamente la participación electoral de todos los hombres y mujeres mayores de 21 años, sin restricciones de ninguna índole.  Desde 1904, los varones mayores de 21 años habían podido votar sin limitaciones, pero a las mujeres mayores de edad no se les permitió el voto hasta casi 4 décadas más tarde.

El 5 de octubre de 1941, algunas de ellas—en tanto cumplieran los requisitos señalados en la Ley N°98 de 1941 (poseer diploma universitario, vocacional, normal o de segunda enseñanza), pudieron ejercer, por primera vez, el sufragio.  El 6 de mayo de 1945, todas pudieron sufragar, sin limitación alguna.

Otro hito en el camino hacia la Constituyente fue el restablecimiento de la nacionalidad panameña—y, por ende, de los derechos ciudadanos—“a todos los individuos que fueron despojados de ella por la Constitución de 1941”, según el Decreto N°5 de 2 de enero de 1945.  Esta importante rectificación refleja la tendencia democrática y el repudio al racismo característicos del momento.

La Convención Nacional Constituyente inició sus funciones el 15 de junio del mismo año. Su primera actuación fue poner fin al gobierno “de facto”. A tales efectos, eligió a Enrique A. Jiménez, conocido político de tendencia liberal, para ejercer provisionalmente la presidencia de la República hasta 1948.

Con amplia participación ciudadana, la Asamblea Constituyente de 1945-1946 deliberó sobre asuntos nacionales de relevancia.  Inspirada en principios democráticos y republicanos que la derrota del totalitarismo nazifascista renovó en todo el mundo, dictó una Constitución ejemplar, que protegía y promovía adecuadamente los derechos individuales y sociales.

La Constitución de 1946 estuvo en vigor hasta que los militares la suprimieron en 1968, reemplazándola en 1972 por su estatuto cuartelario, aún vigente, que los partidarios de la dictadura militar, hoy en el poder, irrespetan a su arbitrio.

En estos momentos de desaliento en que—a diferencia de 1945—se abanica el autoritarismo y se impulsa la supresión de la libertad como supuesta fórmula para superar la crisis, podemos mirar con confianza al experimento democrático emprendido 75 años atrás, cuyos buenos resultados merecen ser estudiados por quienes anhelan mejores días para el país.

Carlos Guevara Mann es politólogo e historiador y dirige de la Maestría en Asuntos Internacionales en Florida State University, Panamá.


Ccolumna publicada en La Prensa (Panamá), el 24 de junio de 2020. Reproducida en PCNPos bajo autorización de su autor


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