Por: Michelle Shayer y Elizabeth Nicoletti.
La comunidad de financieras de desarrollo se esfuerza por promover la igualdad de género. Replantear el género como un riesgo, antes de sugerir programas de inclusión, puede permitir a las empresas identificar formas tangibles de apoyar la gestión de riesgos y la sostenibilidad a largo plazo.
A fines de 2019, el Gobierno de Islandia organizó Moving Forward (“avanzar”, en español), la primera conferencia internacional de alto nivel enfocada al movimiento #MeToo. El evento exploró el acoso por motivos de género en todo el mundo y se centró en cambios de política, estructurales y culturales que reducirían riesgos para las mujeres más vulnerables del mundo.
El evento resaltó una realidad incómoda al alcanzar el empoderamiento de las mujeres: la igualdad de género se trata de algo más que simplemente orientarlas, capacitarlas o incluso incentivarlas. La igualdad se trata, en primer lugar, de protegerlas.
Esta conclusión también refleja la experiencia en financiamientos para el desarrollo. En 2016, una comunidad en África mostró elevadas tasas de deserción escolar secundaria cuando un proyecto de transporte entró en etapa de construcción. Una ONG descubrió que obreros del proyecto atacaban y habían dejado embarazadas a las mujeres locales. Muchas resultaron socialmente excluidas, sin asistir a la escuela. Esto llevó a un banco multilateral de desarrollo a cancelar su inversión de US$265 millones, una forma de mostrar el coste monetario cuando los problemas relativos al género se desatienden y se convierten en una bola de nieve.
Esta no es la primera vez que los riesgos de género han amenazado el desarrollo de infraestructura, la cohesión de una comunidad y el sustento de las mujeres. El incremento del activismo de stakeholders, a menudo organizado por una sociedad civil más influyente que aprovecha el poder de los medios sociales, está creando mayor toma de conciencia. A esto se suma una renovada atención a contar con un compromiso significativo de los stakeholders, en especial con las comunidades afectadas por proyectos.
Replanteando la discusión de género
En el pasado, las empresas se salían con la suya al implementar el método de “encógelo y píntalo de rosa” (en inglés, “pink it and shrink it”): La acción de tomar un producto y hacerlo “femenino” al teñirlo de color rosa y crear una versión más pequeña. Ahora las tendencias de los inversionistas y las empresas revelan que estos pasos de “lavado rosa” no solo son caducos, sino que corren el riesgo de convertirse en su propio hashtag. La misma evolución ocurre en el espacio del financiamiento para el desarrollo.
Para apoyar a los clientes y proyectos de América Latina y el Caribe, BID Invest desarrolló recientemente una evaluación de género que va más allá del tamaño y el color de los uniformes y montacargas, o de preguntar por los datos de género de la fuerza laboral. La evaluación incluye 65 preguntas que abarcan todos los sectores, acompañados de información para orientar a las empresas acerca de los riesgos para la fuerza laboral femenina y para las comunidades que interactúan con sus proyectos. Esta herramienta está mejorando nuestra capacidad para identificar los riesgos de género y tomar medidas para superarlos, y fue reconocida no hace mucho por la agencia calificadora de Standard & Poor’s por fortalecer la gestión del riesgo no financiero y la calidad del portafolio de créditos.
Nota publicada en el blog “BID Invest – Negocios sostenibles”, reproducido en PCNPost con autorización.
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SOURCE: Los Blogs del BID
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