La crisis del COVID-19 ha revelado el conjunto de repercusiones que los problemas de salud pueden tener en el transporte y la movilidad. Ha puesto al descubierto el espectro de factores que este sector debe considerar en su búsqueda de un transporte resiliente, limpio, seguro y sostenible. Ha aportado un nuevo elemento a considerar en la planificación del transporte: los brotes de enfermedades. Al mismo tiempo, ha reforzado y confirmado la importancia de reducir la exposición al riesgo y controlar la velocidad.
Con las medidas de cuarentena y distanciamiento social recomendadas para el futuro inmediato y la previsión de posibles brotes similares, los planificadores del transporte se ven obligados a replantearse el sistema y los planificadores urbanos, el diseño de la ciudad.
Mientras tanto, han quedado claras algunas de las lecciones que el COVID-19 vino a enseñarnos con relación a la movilidad y las ciudades; tanto para los “expertos”, como para todos nosotros, como ciudadanos:
1.-Es posible reducir a la mitad el número de muertes por lesiones de tráfico
Las medidas de confinamiento y cuarentena han disminuido naturalmente el tráfico en todos los medios de transporte, en particular en el transporte vial, debido en gran parte a las restricciones de viaje, complementadas por el temor al contagio por COVID-19 en el transporte público masivo.
Esto, a su vez, ha dado lugar a una reducción de hasta un 50-60 por ciento de las muertes por siniestros de tráfico (en comparación con las cifras de 2019) en países y ciudades como Francia, Nueva York, Noruega, Suecia y España, donde ya se dispone de datos oficiales. Los medios de comunicación en la India y en Marruecos también reportan tendencias similares. Esto significa que muchos de estos países han “alcanzado” temporalmente la meta 3.6 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas: reducir a la mitad el número de muertes y lesiones en carretera para 2020.
Si bien la reducción a la mitad de las muertes de tránsito es una externalidad positiva en esta desafortunada crisis sanitaria mundial, cabría esperar que la mortalidad por siniestros de tráfico sea al menos igual a la tasa de reducción del volumen general de tráfico. En países como Francia, por ejemplo, donde yo he estado en cuarentena, hemos visto sólo una disminución del 40% de las muertes en marzo de 2020, a pesar de que los niveles de tráfico han disminuido mucho más.
¿Qué podría explicar este derivado en los resultados esperados?
2.-La velocidad es una gran amenaza
He estado llamando a mi policía local durante este período de cuarentena para reportar demasiados vehículos con exceso de velocidad en mi propio vecindario, situado a las afueras de París. Debido a una aplicación de la ley más laxa en calles vacías, hemos visto un drástico aumento del exceso de velocidad en muchas partes del mundo. En Manchester, por ejemplo, hubo un aumento del 57% en los casos de exceso de velocidad, un total de 6.200 conductores que superaron los límites de velocidad en los 25 días siguientes a la aplicación de las medidas de cuarentena. Las velocidades más altas no sólo aumentan las posibilidades de verse envuelto en un choque, sino que también hacen que las consecuencias de cada siniestro sean más graves, provocando muertes y discapacidades permanentes en lugar de lesiones menores.
Por lo tanto, la velocidad podría explicar la discrepancia entre la tasa de reducción de las muertes por siniestros de tráfico en comparación con la del volumen general de tráfico. Con crisis de COVID-19 o sin ella, la velocidad es una amenaza para la seguridad en las vías, especialmente para los usuarios vulnerables como los peatones y los ciclistas (en particular los niños, las mujeres y las personas con discapacidades), por lo que los límites deben establecerse y aplicarse correctamente.
Sin embargo, la disminución de las muertes en las vías, a la tasa que sea, es algo que se tiene que celebrar. Esto no sólo alivia al sistema de salud de las víctimas de lesiones de tránsito sino que, sin duda, está vinculado con una cantidad significativa de beneficios financieros para los gobiernos, especialmente en medio del virus que está agotando los presupuestos; por ejemplo, California informó que se había “ahorrado” 40 millones de dólares diarios, como resultado directo de la reducción del 50% de las muertes por siniestros de tráfico durante el período de “refugio en su lugar”.
Espero que utilicemos estas positivas lecciones aprendidas como una nueva línea de base para reducir al mínimo las cifras de muertes por siniestros de tráfico.
Por lo tanto, me gustaría retar a los gobiernos a que ajusten y fortalezcan sus sistemas de transporte para mantener las cifras en el mismo nivel que durante el “confinamiento”, incluso mientras van levantando estas medidas de cuarentena.
Los resultados positivos respecto a la seguridad vial serán temporales a menos que los gobiernos se comprometan firmemente con las mejoras a largo plazo necesarias para mantener las cifras más bajas y reducir la exposición al riesgo.
3.-Los esfuerzos colectivos pueden ser coordinados, y marcan la diferencia
Además, este período también ha revelado que todos tienen un papel que desempeñar, y cada papel es importante y debe ser reconocido como tal; que es esencial cambiar colectivamente ciertos comportamientos para proteger las vidas humanas, especialmente para los más vulnerables. Se estima que un tercio de la población mundial ha estado bajo una “orden de permanecer en casa”, en el esfuerzo global de “Permanecer en casa para salvar vidas”.
Del mismo modo, para lograr una movilidad segura es necesario que todos sigan unas normas básicas, utilizando gestos sencillos como abrocharse el cinturón de seguridad, no beber y conducir, utilizar un casco adecuado cuando vamos en motocicleta y adoptar velocidades apropiadas dentro de los límites. Estas medidas podrían ser percibidas como un reto, pero veo una oportunidad en el hecho de que, durante esta crisis, el mundo entero ha demostrado su compromiso y capacidad para cambiar sus hábitos por el bienestar colectivo. Y al mismo tiempo apreciando el papel crucial del personal médico, la policía, los bomberos y todos los demás “roles esenciales” en nuestra comunidad.
Podríamos hacer lo mismo por la seguridad vial, deberíamos hacer lo mismo para luchar contra las muertes en las calles y carreteras.
4.-Más infraestructura para peatones y ciclistas es el futuro de la movilidad Segura
En las últimas décadas, la comunidad de la seguridad vial ha estado abogando por un cambio importante hacia los modos activos de movilidad por muchas razones, entre ellas la de abordar el cambio climático, la congestión del tráfico, la contaminación acústica y la inactividad física – muchas de ellas reflejadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
El impulso que COVID-19 está dando a las instalaciones de infraestructura temporal o permanente para facilitar el movimiento de más peatones y ciclistas (para cumplir con las recomendaciones de distanciamiento físico), es otro resultado positivo de esta crisis; no todo ha sido negativo desde el punto de vista del transporte.
Milán y ciudades en Alemania, entre otras, demuestran que las instalaciones “pop up” son efectivas para activar más peatones y ciclistas, y afortunadamente se están considerando para el largo plazo.
Mientras que en ciudades como Nueva York, donde se ha reducido o retrasado algún compromiso de gasto gubernamental de seguridad vial para hacer frente al COVID-19 (una consecuencia negativa), otros lugares como París, Nueva Zelanda y Escocia están invirtiendo más para proporcionar espacios seguros para estos modos activos de movilidad, que ayudan a cumplir las recomendaciones de distanciamiento físico durante y después de los períodos de confinamiento. Este tipo de inversiones se alinean con la dirección en la que hubiésemos querido ir, independientemente de la ocurrencia de esta situación de salud global.
La respuesta relacionada con el transporte para la contención del virus ha allanado el camino para el cambio modal, y es un resultado que debe ser aprovechado y multiplicado.
Además, la necesidad urgente de estos modos activos de movilidad -para permitir el distanciamiento físico- ha aumentado y acelerado las inversiones de algunos gobiernos en este sentido. Como preparación para la flexibilización del confinamiento, previsto a partir del 11 de mayo, y para facilitar la movilidad activa (en lugar de la utilización de vehículos motorizados privados), París por ejemplo, está acelerando ahora hacia su objetivo del “Plan Vélo” para 2024 – que todas las calles de la ciudad sean aptas para circular en bicicleta.
Por todo lo anterior, insisto, podríamos y deberíamos aprovechar esta oportunidad para repensar nuestros sistemas de movilidad; para probar y ensayar intervenciones que en otro escenario habrían parecido impensables. Podríamos y deberíamos aprovechar la valiente oportunidad de reconstruir nuestras ciudades, nuestras comunidades y nuestros sistemas de transporte para lograr una mayor resiliencia: tanto en términos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con la seguridad y el medio ambiente, como en nuestra preparación para futuros brotes similares.
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