Pero son muchos los intereses que están en juego y quienes tienen la última palabra son los representantes de los gobiernos de los 193 estados miembros de las Naciones Unidas, el organismo internacional que promueve las Conferencias de las Partes (COP) sobre cambio climático. Pero no todos han firmado, y eso pesa.
Las alertas sobre las consecuencias de continuar generando gases de efecto invernadero a la atmósfera son pan de cada día; se manifiestan de diferentes formas y de manera extrema, incluso en Colombia, donde pueden verse en forma de inundaciones y crecientes súbitas en Antioquia, huracanes en Providencia, sequías y consecuentes incendios en diferentes regiones de los Andes, que afectan a las poblaciones, generalmente a las más necesitadas.
Los gobiernos anuncian ayudas -que son bienvenidas-, pero si además pusieran en práctica rápidamente a lo que se comprometen, la historia sería diferente. ¿Para qué sirven los Memorandos de Entendimiento? (acuerdos bilaterales o multilaterales) ¿O los Conpes? El primero, un saludo a la bandera; y el segundo, un ejercicio para demostrar el estado del arte de un tema, interesante, sí, pero ninguno de los dos documentos es vinculante, o sea, quienes firman, no se comprometen… O se comprometen a ritmo de las burocracias que en lugar de agilizar, dilatan.
Estos son algunos de los compromisos que asumió Colombia en la pasada Conferencia sobre el Cambio Climático (COP26), llevada a cabo del 31 de octubre al 12 de noviembre en Glasgow, Escocia.
- Para 2022: sembrar 180 millones de árboles y lograr que un 30 % de los océanos y del territorio colombiano sean reserva ambiental. En una columna de opinión publicada en el diario El Tiempo, el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Carlos E. Correa, aseguró que es “una excelente noticia para la conservación de la biodiversidad”. Más allá de la noticia, en sus manos está cumplirla.
- Para 2030: reducir en un 51 % las emisiones de gases efecto invernadero y lograr carbono neutro, disminuir en un 30 % las emisiones de metano y lograr que el calentamiento no supere 1.5⁰C; además, “detener” la deforestación gracias a acuerdo firmado por 137 países.
Los países ricos demandan y los que estamos en otra condición intentamos responder. Por ejemplo, después de la COP26, la Unión Europea anunció la iniciativa de prohibir importaciones de carne, aceite de palma, cacao, soja, café y madera si su cultivo está ligado a la deforestación.
Sobre lo anterior, Colombia se comprometió, junto con Brasil, Perú y Uruguay a incentivar la práctica sostenible de la agricultura y su respectivo comercio con medidas propias para la trazabilidad, la transparencia y a apoyar la investigación y la innovación con apoyo a pequeños agricultores. Seguramente se hará con dineros que vienen de los países ricos y que se ejecutan a través de organizaciones no gubernamentales y del mismo gobierno.
Quizá, de los 5.772 grupos de investigación del país, algunos trabajen temas de cambio climático, no solo desde el enfoque ambiental, sino social y económico. Con seguridad tendrán mayor capacidad para desarrollar estas iniciativas, en tanto se trata de científicos que demuestran tener líneas de investigación a las que dedican su vida. Eso al menos da confianza de que sus esfuerzos se prolonguen en el tiempo y no terminen cuando los recursos se agotan, como pasa con otro tipo de instituciones.
¿De qué han servido entonces los 26 años de reuniones de la COP de cambio climático? Lo positivo, puede ser una mayor conciencia ciudadana. Lo demuestran las declaraciones por los pasillos de las COP, las manifestaciones por las calles de las ciudades y poblaciones, las iniciativas ciudadanas, aquellas golondrinas que anuncian el verano.
Lo que falta: más información sobre lo que representan esos compromisos en la vida del ciudadano común y corriente. Por ejemplo, reducir la emisión de metano significaría una ganadería sostenible para poder abastecer el mercado. Mientras se logra, ¿cómo será la oferta para el consumidor? Cero deforestación significa dejar de tumbar unos bosques claves para la biodiversidad, pero ¿permitir la motosierra en otros? De no ser así, ¿cómo abastecer industrias que dependen de la madera?
Esos son dos ejemplos, pero serían muchos más, y en ese ejercicio de cuestionar es importante que los medios de comunicación vayan más allá de los anuncios oficiales. El llamado a quienes tenemos la responsabilidad de informar es a formular preguntas de fondo y hacer seguimiento e investigación periodística. Una reportería responsable e informativa permitiría darle relevancia a los compromisos ambientales pactados y así contribuir a que estos acuerdos dejen de ser solo anuncios y se vuelvan realidad.
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