Desde el monumento a Washington, de casi 170 metros de altura, marcharon por la Avenida de la Constitución hacia el Congreso de Estados Unidos en Washington D.C.: miles de físicos, biólogos, químicos, zoólogos, economistas y científicos de casi todas las disciplinas.
La primera Marcha por la ciencia del 22 de abril, junto con sus debates y sus réplicas en cientos de otras ciudades en todo el mundo desde Sydney a Seúl, fue una celebración de la ciencia y las políticas públicas basadas en la evidencia. Y resonó en un mundo donde la objetividad y los hechos están siendo cuestionados.
Pero la Marcha también fue un recordatorio. Para ciertas disciplinas como la educación, donde la opinión subjetiva y las modas pasajeras suelen imponerse a la evidencia, dejó constancia de que el método científico es importante. Es de gran relevancia para los responsables de políticas que deciden cuestiones básicas para el desarrollo nacional.
Consideremos algunas de las intervenciones básicas que fomentan las habilidades en la escuela primaria en América Latina y el Caribe. ¿Deberían los gobiernos reducir el tamaño de las clases? ¿O deberían extender la jornada escolar de cuatro a siete horas?
Pocas preguntas podrían ser más importantes para alimentar las mentes jóvenes. Y pocas podrían necesitar más del método científico para determinar si realmente funcionan. Sin embargo, sólo se han realizado un puñado de evaluaciones —ninguna en América Latina y el Caribe— sobre la eficacia de reducir el tamaño de las clases, y ninguna sobre extender la jornada escolar. Esto no tiene sentido. Para una región que podría gastar al menos 50% más por estudiante sólo en extender el día escolar, adoptar ese tipo de políticas con sin más que un sustento teórico es como disparar en la oscuridad.
A mediados de 2017, el Departamento de Investigación del BID lanzará su próximo libro insignia Aprender mejor: Políticas públicas para el desarrollo de habilidades con un énfasis en las soluciones basadas en la evidencia.
El informe analizará todas las etapas del desarrollo de habilidades, incluidas la primera niñez en el hogar; los centros de cuidado infantil; la educación primaria, secundaria y universitaria, y la capacitación laboral para adultos. Ayudará a guiar a los responsables de políticas a través de los pasos para evaluar efectivamente las intervenciones y revisar la evidencia existente para brindar recomendaciones sobre la forma en que los gobiernos pueden impulsar las capacidades y la productividad de sus poblaciones.
La relación costo-efectividad siempre es un foco principal en esta aplicación del método científico. Por ejemplo, los programas para padres, que les enseñan cómo estimular el desarrollo cognitivo de sus hijos pequeños a través de conversación y juegos, son analizados en numerosos contextos distintos para brindar un panorama de lo que funciona mejor y cuánto cuesta.
También se analizan las intervenciones poco costosas pero efectivas en el nivel primario. Esto incluye un programa muy económico en Perú, que brinda una motivación intrínseca a estudiantes con una breve clase sobre cómo el cerebro, como un músculo, siempre se puede fortalecer y mejorar con la práctica. Se ha probado que mejora el aprendizaje en 10-15% en el curso de un año. Un programa poco costoso que brinda planes de clases detallados y estandarizados a maestros, a la vez que combate la escolarización desorganizada, también ha resultado ser muy efectivo.
La educación secundaria también plantea desafíos. ¿Por qué la región ha logrado llevar cada vez más niños a la escuela, usando estímulos como transferencias condicionadas de dinero, pero aún tiene tantos problemas para lograr que permanezcan en la escuela y se gradúen? Y si los niños no continúan sus estudios, ¿cómo podemos facilitar su transición al mercado laboral? ¿Qué clase de programas de capacitación económicos en América Latina han demostrado ayudar tanto a los graduados de la escuela secundaria como a los que la abandonaron a acceder al sector formal? ¿Y cómo se comparan con pasantías más intensivas en lugares como Austria, Alemania, Australia y Nueva Zelanda? Se presenta la evidencia de muchos programas distintos. Y también la necesidad de investigar más en áreas donde falta evidencia.
Sólo entre 2000 y 2013, el sector global de la salud realizó 22.000 evaluaciones experimentales. Se invirtieron miles de millones de dólares en investigaciones orientadas hacia lo empírico para desarrollar diagnósticos y medicamentos que ayuden a curar enfermedades y extender la expectativa de vida. En contraste, sólo se realizaron 900 evaluaciones en todo el mundo sobre potenciales intervenciones relacionadas con habilidades, según una investigación compilada en el libro insignia del BID de próxima publicación.
El nuevo estudio busca combatir esa tendencia para beneficio de América Latina y el Caribe. “Necesito promover el uso de los hechos científicos reales y sin sesgo en cualquier decisión de políticas”, le dijo Michele Millham, una investigadora en medicina personalizada, a The New York Times antes de participar en la Marcha por la ciencia.
Con un espíritu similar, el próximo libro insignia del BID, Aprender mejor: Políticas públicas para el desarrollo de habilidades, promoverá el método científico. Brindará una guía sobre cómo emplearlo mejor al servicio de las políticas públicas y explicará cuáles son las intervenciones que según la evidencia son las más efectivas para alimentar las mentes desde el comienzo de la vida, a través de los años de escolarización, y más allá.
Nota publicada en el blog “Ideas que cuentan” del Banco Interamericano de Desarrollo BID, reproducido en PCNPost con autorización.
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