Es una observación que viene al caso para Ruiz, ciudadano español, él mismo exilado desde hace tiempo, y cuyos numerosos viajes, sobre todo a América Latina y el Caribe, le han enseñado unas cuantas cosas a propósito de los peligros de los sueños y fantasías de la nación. La observación figura al comienzo de una entrevista reveladora con Ruiz en el número de esta semana de Actualidad Económica, la revista española de economía y negocios.
Ruiz cuenta la historia de políticos que prometieron 50 años de progreso en cinco años de gobierno sólo para descubrir en su sexto año en el poder que habían retrocedido cuatro. Se trata de un tema al que Ruiz vuelve una y otra vez durante la entrevista en la que advierte del populismo que propone soluciones mágicas, no sólo en América Latina y el Caribe sino en todas partes. “La gente piensa que el populismo sólo se da en lugares como Macondo, donde la lluvia dura cuatro años, 11 meses y dos días y está todo lleno de mariposas amarillas” dice refiriéndose a la novela de Gabriel García Márquez “Cien años de soledad”. Sin embargo, las personas tienen reacciones muy similares ante las situaciones difíciles y la “cultura es una capa muy fina de nuestra conducta.”
Ruiz creció en la localidad rural aislada de Tarancón, donde trabajó ayudando a su padre en el negocio familiar de alimentación y vinos. A los 15 años, viajó a Madrid para matricularse en un internado público y más tarde ingresó en la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid, decidido a escapar de la vida en una ciudad pequeña y dispuesto a ingresar en la administración pública. Entró en el gobierno en 1983, poco después de la elección de Felipe González como presidente, y eventualmente llegó a ser vicesecretario de Economía Internacional y Competencia, mientras contribuía a introducir los ajustes necesarios para que España ingresara en la Unión Europea. Posteriormente, trabajó como Economista jefe en el banco Argentaria y, más tarde, como Director de estrategia y Economista jefe de la división de América Latina del Banco Santander, por lo cual durante 16 años tuvo que viajar cada 15 días a un país diferente de la región. A partir de esta dilatada experiencia y de sus cuatro años en el BID, reflexiona sobre el progreso y los retos de la región mientras camina por las calles de Madrid con el periodista de Actualidad Económica.
Ruiz se muestra optimista a propósito de América Latina y el Caribe. La salud y la educación han mejorado. Las tasas de pobreza entre 2000 y 2013 ha disminuido de 46% a 28% y una clase media en expansión hace notar su presencia cada vez más en su poder adquisitivo y en su insistencia en gobiernos democráticos. El tópico de los países latinos, que toleraban a caudillos que monopolizaban el poder y se perpetuaban a sí mismos en él, es cosa del pasado, dice.
Entretanto, la emergencia de una clase de hombres de negocios y tecnócratas sumamente bien formados, a menudo con doctorados de universidades de Europa y Estados Unidos, está transformando la formulación de las políticas económicas. Si bien los años ochenta fueron una década perdida, los gobiernos de la región han aprendido mucho acerca de cómo mantener a raya la inflación y no depender del gasto deficitario durante los tiempos difíciles sin antes generar superávit durante los tiempos favorables. Una mejor planificación y, en algunos lugares, economías algo más diversificadas, está generando una mayor estabilidad, dice Ruiz.
Sin embargo, se lamenta de que la región en su conjunto todavía depende demasiado de sus materias primas, a la vez que sobreprotege su mercado interno y no consigue abrirse al resto del mundo. El resultado es que América Latina y el Caribe es terriblemente vulnerable ante los shocks externos. Los ciclos económicos de América Latina, desafortunadamente, dependen en gran parte del crecimiento mundial, del precio de las materias primas y de la Reserva Federal de Estados Unidos.
La integración con el mundo, así como con la región, podría marcar una gran diferencia en ese sentido, opina Ruiz. Lo mismo ocurriría desarrollando instituciones públicas de mayor calidad, capaces de diagnosticar fallas de mercado, de solucionar problemas y evaluar soluciones para determinar si funcionan.
Uno de los momentos más tensos de la entrevista se produce cuando Ruiz y el periodista se encuentran con una protesta de chóferes de taxi contra la autorización dada a Uber para que opere en España, que acaba en insultos y con un amago de estallido de violencia contra un “esquirol” que se niega a participar de la manifestación. Es un momento de extrema tensión, pero que también conduce a una reflexión filosófica acerca de un mundo en el que se está cultivando la ira contra las élites ineptas y corruptas. Ruiz advierte una vez más del auge de los políticos populistas, lo que despierta recuerdos de momentos peligrosos en la historia de Europa y de América Latina. Reitera que él no cree en los populistas, en los atajos ni en las soluciones mágicas.
Las únicas soluciones residen en instituciones sólidas y en la creación de consenso, de manera que los exilados no acaben lejos del hogar, durmiendo sobre sus maletas a la orilla del camino.
PREGUNTA. Para muchos economistas, Latinoamérica es un misterio. En 1910, cuando Madrid no era más que un pueblo grande, La Habana era la segunda ciudad más próspera del continente, después de Nueva York. Por sus calles circulaban automóviles, un espectáculo insólito en España.
RESPUESTA. Sí, el primer ferrocarril español se construyó en Cuba.
P. ¿Cuándo se jodió Latinoamérica, como dice Vargas Llosa?
R. Para empezar, Latinoamérica es una ficción: no tienen nada que ver Jamaica con Perú ni Venezuela con Uruguay. Se da por sentado que es una entidad homogénea, nos alimentamos de clichés: el patriarca, la resignación, la desigualdad… Latinoamérica es mucho más. Esa arrogancia que da mirar a sus 15.000 dólares de renta per cápita desde nuestros 35.000 dólares nos ha llevado a cometer errores de bulto. Las primeras empresas que acudieron allí ignoraban su historia. Pensaban: hablan español, luego son como nosotros.
P. Y no era así…
R. La diferencia esencial es que Latinoamérica se ha relacionado con el exterior a través de las materias primas. España diversificó su estructura productiva por dos razones: primero, porque carecíamos de commodities y, segundo, porque tuvimos la oportunidad de incorporarnos a Europa, lo que nos obligó a introducir cambios políticos y económicos. En Latinoamérica no ha habido integración. Cuando le preguntas a un economista español cómo van las cosas, a los cinco minutos te está hablando de Angela Merkel y de François Hollande. Un latinoamericano te habla de Mauricio Macri si es argentino o de Dilma Rousseff si es brasileño. Viven en una realidad más contenida. Nosotros nos hemos abierto al mundo y esa es nuestra gran ventaja.
Ver la entrevista publicada aquí.
Steven Ambrus trabajó como corresponsal de los medios masivos de comunicación de Estados Unidos y de Europa durante dos décadas en América Latina cubriendo política, educación, medio ambiente y otros temas. El trabaja actualmente en la unidad de comunicaciones y publicaciones del Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo BID.
Nota originalmente publicada en el blog “Ideas que cuentan” del Banco Interamericano de Desarrollo BID, reproducido en PCNPost con autorización.
Imagen en página principal de Andrés Rábago, “El Roto”, tomada de la página de LinkedIn de José Juan Ruiz, Economista Jefe del BID.
Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora