Por: Marco Stampini.
…Cantaba Joaquín Sabina en el año 92, “no pruebes los licores del placer, haz músculos de cinco a seis y vigila tu colesterol”. Más allá de la poesía con que el famoso cantautor español denunciaba la exagerada obsesión con encontrar el elixir para prolongar la vida, su canción aludía a una nueva realidad: el aumento en la esperanza de vida y las implicaciones que conlleva.
Por primera vez en la historia, la mayoría de las personas podemos aspirar a vivir 60 años o más. Esta realidad viene acompañada por otra que cada día se vuelve más preocupante: la población está envejeciendo a pasos agigantados como consecuencia de esa mayor esperanza de vida y de las importantes caídas en las tasas de fecundidad. Y para constatarlo no es necesario repasar el informe sobre el envejecimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sino que basta con mirar a nuestro alrededor.
El panorama del envejecimiento
Para ponerlo en contexto, la población mayor de 60 años equivale a:
- Una cuarta parte en Europa
- La quinta parte en Estados Unidos
- El 16% en el Este asiático
- El 11% en América Latina y el Caribe.
En esta región, las cifras no son suficientemente altas aún para hablar de población envejecida, pero el crecimiento sin precedentes en el número de adultos mayores en estos países está haciendo saltar todas las alarmas.
Considera lo siguiente:
- En 2030 la población mayor de 60 años representará el 17% del total
- Hacia 2050 se estima que llegará al 25%.
Es decir, la población mayor de 60 años tardará solo 33 años para crecer de 11% a 25%. A Europa le tomó 65 años para que pasara lo mismo.
Aumenta la dependencia…
El envejecimiento implica mayor riesgo de contraer ciertas enfermedades y de capacidades físicas y mentales reducidas, lo que puede resultar en la necesidad de recibir ayuda externa para realizar funciones cotidianas. A mayor edad, mayor probabilidad de ser dependiente de otros para el cuidado diario. Un informe publicado por el recién creado Observatorio del Envejecimiento, Dependencia y Cuidado, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), considera que en América Latina y el Caribe casi ocho millones de los mayores de 60 años son dependientes. Esta cifra representa un 11% de su población mayor, que experimentará una rápida escalada si el ritmo de la transición demográfica actual continúa.
Una persona se encuentra en situación de dependencia cuando no es capaz de llevar a cabo de manera autónoma al menos una actividad de la vida diaria como comer, asearse, usar el baño o vestirse. Junto a estas acciones necesarias para una vida independiente, se toman en consideración también otras actividades instrumentales del día a día que implican una mayor complejidad y, por lo general, cierta interacción con el entorno. Si bien son importantes para el desarrollo de una vida plena e independiente, no se consideran esenciales para sobrevivir. Entre ellas se incluyen, por ejemplo, cocinar, hacer las tareas domésticas, manejar dinero, ingerir medicamentos o hablar por teléfono.
Por lo general, y dada su mayor complejidad, estas últimas son las primeras en deteriorarse. Se considera que los adultos mayores que pierden sus capacidades lo hacen en el orden inverso al que las ganaron, es decir, es de esperar que la habilidad para vestirse se vea afectada antes que la habilidad para comer.
… Y se agudiza
La intensidad de la dependencia también va en aumento. A mayor edad, mayor el número de actividades para las que una persona puede necesitar ayuda. En muchos países latinoamericanos el porcentaje de personas que enfrenta dificultades en tres o más de estas actividades aumenta exponencialmente después de los 80 años.
Otro factor que destaca el informe es la vulnerabilidad de género en la vejez: en todos los países, la intensidad de la dependencia es mayor entre las mujeres. Por otra parte, las diferencias entre países son notables: mientras Costa Rica, Chile y México destacan por su alta proporción de dependencia entre los adultos mayores, en Uruguay y Paraguay es relativamente baja.
¿Cómo digerir estas tendencias?
Asumiendo que las tasas de dependencia se mantengan constantes en cada grupo de edad, la evolución demográfica de América Latina y el Caribe hará que el número de personas dependientes se triplique hacia el año 2050, superando los 26 millones de personas. Esta realidad va a traer consigo una creciente demanda tanto de servicios de salud como de cuidados que, sin duda, generarán presiones para los Estados, que en la mayoría de los casos están poco preparados. Por ello, a los Gobiernos corresponde anticiparse al escenario que se les avecina. Porque, aunque sabemos que el envejecimiento es una cuestión de tiempo, ya no hay tiempo que perder.
Marco Stampini es especialista líder en protección social en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.
Nota publicada en el blog “Gente Saludable” del Banco Interamericano de Desarrollo BID, reproducido en PCNPost con autorización.
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SOURCE: Los Blogs del BID
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