Por: Samuel Azout.
El 1% de la población del mundo posee el 45% de la riqueza, y el 10% posee el 84% de la misma[1]. La brecha entre los billonarios (personas con activos superiores a mil millones de dólares) del mundo y la población de menores ingresos sigue aumentando. En el 2009, se necesitaban 380 billonarios para igualar la riqueza del 50% más pobre del mundo; en el 2017, solo se necesitaban 42[2].
A pesar de estas duras realidades, entre 1990 y 2015 no hubo mayores cambios en los niveles de desigualdad en el mundo[3] (medido por coeficiente Gini). Si bien es cierto que algunos países son mucho más desiguales que otros, la desigualdad entre los países no cambió mucho durante este período. Es más, hubo convergencia en materia de desigualdad. Sin embargo, la desigualdad interna sí aumentó ligeramente en países con mayores crecimientos económicos, como China, India y Estados Unidos e Indonesia.
Lo que sí ha cambiado es que la gente reclama cada vez con más ímpetu sus derechos. Las personas quieren mejores servicios de salud, educación, vivienda y mayores ingresos. Cada día las personas aceptan menos que algunos tengan tanto, y otros tan poco. Especialmente en Latinoamérica – el continente más desigual de todos – hay gran inconformidad por décadas de promesas políticas incumplidas.
La desigualdad no es un fenómeno inevitable. Las buenas políticas y las acciones redistributivas de los gobiernos pueden reducir enormemente el flagelo. La desigualdad es mayor en aquellos países donde la población más pobre no tiene acceso a educación de calidad. También, la mayoría de los estudios indican causación entre corrupción y desigualdad. No es inusual que las élites capturen a los gobiernos y se favorezcan, ampliando así las brechas entre ricos y pobres.
Pero hay una solución a la vista. Es la llamada Renta Básica Universal (RBU). La RBU es la suma de dinero mensual que el gobierno entregaría sin condiciones a cada ciudadano, rico o pobre. Esta iniciativa tiene muchas ventajas: todas las personas serían económicamente libres y tendrían satisfechas sus necesidades básicas, los trabajos serían mejor remunerados y se evitaría la explotación laboral, aumentaría el auto empleo, más personas podrían estudiar, más personas podrían atender a familiares que lo requieran y se estabilizaría la economía en períodos de desaceleración.
Por supuesto, esta idea tiene detractores. Estos señalan que la RBU reduciría la fuerza laboral porque desmotivaría el trabajo. Además, la mayor demanda de productos y servicios crearía inflación, promovería la flojera en vez del esfuerzo, y requeriría demasiados recursos del Estado ahogando posibilidades de inversión y empleo.
Enemigos de la idea también señalan que es una locura entregarle dinero a la gente solo por el hecho de estar vivo. Argumentan que lo que haría la RBU es aumentar el consumo de licor y drogas, y es socialismo puro. Para otros, la RBU es todo lo contrario al socialismo porque aprovecha la fuerza del mercado y reduce la intervención de los gobiernos.
Efectivamente, la RBU reduciría el tamaño del Estado y le daría libertad económica a la gente.
[1] Credit Suisse, Global Wealth Databook, 2018
[2] Oxfam, 2018
[3] Our World in Data, World Economic Forum, 2016
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