Por: Samuel Azout.
En el 2018 los colombianos elegiremos un nuevo Presidente. Ya muchos hemos empezado a preguntarnos: ¿Cuál es la persona más indicada para liderar al país en este momento de su historia? Por el número de pre candidatos, parece haber opciones para todos los gustos.
Son muchos los retos que debe enfrentar el próximo gobernante de Colombia: bajo crecimiento económico, polarización política, altos niveles de desigualdad y pobreza, bajos niveles de competitividad industrial, atrasos en infraestructura básica, corrupción pública y privada, bajos niveles educativos[1], alto déficit del sistema de salud[2], altas tasas de impuestos, poco espacio fiscal, aumento de áreas cultivadas de coca, incremento del narcotráfico, consolidación de la paz con las FARC, entre otros. Ante tantos desafíos simultáneos, es lógico que existan distintas opiniones sobre cuál debe ser la prioridad del próximo gobierno. Cada uno de nosotros apoyará aquella o aquel candidata(o) que a juicio personal mejor diagnostique la problemática del país y prometa las mejores soluciones.
En mi opinión, el problema central de Colombia es la desigualdad de ingresos de sus habitantes. Con un coeficiente GINI de 0.535, Colombia se ubica como el décimo país más desigual del mundo, entre 149 países[3]. En Colombia el ingreso del 20% de los hogares más ricos es 25 veces mayor al ingreso del quintil más pobre. En China esta diferencia es de 8 veces, en Tailandia 15, en Qatar 13. La desigualdad es el peor síntoma de una sociedad enferma y la madre de los demás problemas.
Los países más desiguales suelen tener períodos más cortos y tasas más bajas de crecimiento económico. Estudios del FMI[4] encontraron que el crecimiento económico se daba en mayor grado en países con distribuciones de ingreso menos desiguales. Por supuesto, el FMI reconoce que la calidad de las instituciones y el nivel de intercambio comercial también tienen un efecto importante sobre el crecimiento económico. Sin embargo, los expertos han sido claros al señalar que el impacto de la desigualdad en el crecimiento de los países es mayor de lo que pudiéramos sospechar.
La evidencia también sugiere que altos índices de desigualdad reducen la elasticidad de la reducción de pobreza del crecimiento. En otras palabras, a mayor desigualdad, menor el efecto del crecimiento en reducción de pobreza. Debemos aplicar políticas que por su efecto re distributivo tengan el doble beneficio de reducir pobreza y favorecer el crecimiento económico.
La desigualdad destruye cohesión social, crea tensiones entre clases y perpetúa la disparidad de oportunidades en la población. ¿Cómo podemos justificar que un niño de un hogar de altos ingresos tenga acceso a una mejor educación niño de un hogar pobre? Desde el punto de vista moral, la desigualdad es un fenómeno inaceptable.
Estudios recientes sugieren una fuerte relación entre desigualdad y violencia. En aquellos lugares donde más familias han quedado rezagadas o excluidas, y/o donde los ricos se han apartado más del promedio de ingresos, se presentan más homicidios, atracos, violaciones, y otros crímenes. [5] La intimidación, el maltrato, el abuso, el matoneo, la discapacidad, la vida precaria y la ausencia de ingresos, despiertan sentimientos de humillación y vergüenza. En muchos casos el capital social y la confianza generada entre pobladores se convierte en un buen antídoto para la violencia. Sin embargo, este tejido tan importante se lastima cuando las brechas sociales y económicas son grandes.
Por esto, las acciones del próximo gobierno para frenar corrupción, mejorar la calidad los sistemas de educativo y salud, combatir el narcotráfico, ajustar régimen tributario, atraer mayor inversión, construir una verdadera política industrial, reducir el atraso de infraestructura básica, etc., deben estar enmarcadas dentro del máximo objetivo de reducir las inmensas brechas sociales y económicas.
Los valores democráticos y liberales son muy difíciles de salvaguardar en sociedades con tanta desigualdad. Es decir, de no empezar a corregirse el flagelo, lo que está en riesgo son nuestras libertades políticas, económicas y civiles. Nada menos.
Por eso, en las próximas elecciones votaré por aquel candidato o candidata que en su plan de gobierno priorice soluciones concretas para combatir esta penosa realidad.
[1] Atraso frente a los mejores países en cobertura, calidad, número de profesores (y salario), cierre de brechas, accesibilidad a educación superior, garantías a la alimentación escolar, innovación, tecnología.
[2] Déficit presupuestal del sector salud 2017 = $5,5 billones, deuda de hospitales y clínicas supera $7 billones.
[3] https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/rankorder/2172rank.html
[4] Fondo Monetario Internacional
[5] R. Wilkinson, K Prickett, The Spirit Level. New York: Bloomsbury Press, 2010.
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