Por: Samuel Azout
Por cuenta de Covid19 han fallecido dos millones setecientas mil personas. Pero la tragedia no se limita a esta devastadora realidad. Se estima que hemos retrocedido más de 10 años en logros sociales. Por ejemplo, según los cálculos del Banco Mundial en Colombia la pobreza aumentó del 35% al 45% durante el 2020. Con un desempleo del 16% (2.4 millones de empleos perdidos) y una contracción de casi 7% de la economía, las familias más pobres y de clase media son las más afectadas.
A lo que envisionamos una superación lenta y progresiva de la pandemia gracias a los avances científicos en virología y vacunología, hemos observado a los gobiernos, ONGs, banca multi lateral y otros inversionistas sociales han empezado a dialogar sobre la recuperación social.
Está claro que han sido los niños, los jóvenes, las mujeres y los trabajadores informales los más afectados. El caso de los jóvenes y las mujeres en Colombia es dramático, las tasas de desempleo actualmente son 24% y 20% respectivamente.
La pregunta obligada para los gobiernos y para todos es: ¿cuáles son las prioridades de inversión social para la recuperación? Debemos definir estratégicamente los ejes temáticos para la maximización del impacto. Mi invitación es a considerar cinco temas:
Infraestructura rural – el desarrollo rural con adecuados sistemas de carreteras y de riego, conectividad de internet, agua, electrificación y saneamiento básico requiere la mayor atención.
Estas inversiones en bienes públicos generan bienestar y apuntan directamente a los ingresos de los habitantes, en especial jóvenes y mujeres del campo, tanto durante el desarrollo de las inversiones como en el impacto de las mismas.
Protección social – las transferencias monetarias a las madres y a los jóvenes son necesarias para atender a la población más pobre. De enviarle transferencias al 20% de la población le estaríamos llegando con un alivio a todos los pobres extremos y al 60% de los pobres. Estas transferencias deberán estar conectadas a programas de salud y educación.
Educación – a lo que los niños y jóvenes regresan a los jardines, escuelas y universidades, necesitamos aprovechar la tecnología para introducir nuevos sistemas educativos que preparen a la próxima generación para el futuro. Ya sabemos que educación de calidad para TODOS es la única vía a una sociedad más justa y competitiva.
Los primeros 100 días – son los días más importantes en el desarrollo de un ser humano. Invertir en la primera infancia es la mejor apuesta social que pueda hacer un país. Podemos soñar algún día con una cobertura del 100% en educación integral para los más chicos.
Niñas y mujeres – si las niñas no se embarazan en su adolescencia, terminan la escuela y entran a cursar estudios de educación superior, otros serían los ingresos y las condiciones de vida de las mujeres. Dadas la enorme brecha de género, empoderar financieramente a las mujeres impactaría positivamente a la sociedad.
Por supuesto, se necesitan empleos, para lo cual es necesario que crezca la economía, Para que crezca la economía se necesita inversión (pública y privada). Ojalá las reformas fiscales y tributarias, las políticas públicas y las leyes promuevan efectivamente la inversión, especialmente en sectores que generan empleo, y aquellos con alto contenido tecnológico y científico.
Pero en el centro de la discusión necesariamente tiene que estar la equidad. Covid19 no golpeó a todos por igual. Se afectaron algunas personas, sectores y regiones más que otras.
Una cosa es segura: si no atendemos la aterradora desigualdad, esta terminará afectando el crecimiento de la economía, alimentando un espiral vicioso difícil de romper.
Para responder a esta dura realidad no se puede fallar en las prioridades de inversión social. Tampoco se puede fallar en el espíritu de colaboración. Si se reducen las tensiones y los odios, se unen los corazones, y hacemos acuerdos sobre lo fundamental, podemos comenzar la recuperación social con pie derecho.
Seamos el cambio que queremos ver.
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