Por: Rodrigo Arce Rojas.
Hace algún tiempo escribí un artículo en el que manifestaba que la gestión forestal finalmente no era la gestión de árboles como podría pensarse sino gestión de personas porque son ellas las que toman las decisiones políticas o decisiones en el campo que tienen que ver con la conservación, la transformación o el deterioro de los bosques.
Esta forma de concebir la gestión forestal cobra fuerza cuando se piensa en la gestión de paisajes forestales sostenibles en las que se tiene que abordar con igual ponderación los aspectos biofísicos y los aspectos socioculturales, además reconocer que ambas dimensiones forman parte de una misma unidad sistémica.
Existen diferentes formas de concebir los conflictos socioambientales, hay quienes enfocan en las pugnas en torno al acceso, uso y control de los recursos naturales y hay quienes consideran que no hay conflictos socioambientales sino que todas se reducen a cuestiones económicas. Un conflicto socioambiental entendido como sistema incluye tanto los elementos biofísicos como los elementos socioculturales, consecuentemente hay que abordarlo como tal. En este contexto, es importante ubicar el sistema dialógico en cuestión que se inscribe en el escenario de conflictividad.
Hablar de un sistema de diálogo implica conocer el problema, los actores y los procesos y las interacciones y relaciones que se verifican. Son las personas las que identifican, califican, se manifiestan sobre el problema o los problemas; y son las personas las que definen la dinámica del conflicto. Importante reconocer que el sistema de diálogo siempre se ubica al interior de otro sistema, interactúa con estos sistemas en tanto influye y es influenciado por el entorno, el contexto, la historia.
Por todas estas razones es importante conocer la manera en la que el diálogo es una fuerza que le puede dar un nuevo sentido a la conflictividad y permite encontrar de manera compartida un equilibrio dinámico. En tanto son las personas las que dan dinamismo al sistema interesa conocer sus actitudes frente al diálogo.
En un contexto de conflicto pensamos rápidamente el diálogo que se da únicamente entre los actores enfrentados. Esta es una visión del diálogo acotada al espacio y el tiempo en el que se producen las interacciones comunicativas. Desde esta perspectiva evaluaremos qué tanto un interlocutor es dialogante o confrontacional.
En este marco, siguiendo a Martín Buber, veremos si se produce una interacción “Yo – Tú” en el que ambos interlocutores son considerados como personas valiosas y respetables por lo que se desenvuelven en un marco de búsqueda de auténticas relaciones de convivencia. Por el contrario veremos si se verifica una interacción “Yo-Ello” en la que se produce la descalificación, la deshumanización, la cosificación y solo se busca hacer prevalecer los intereses.
Para entrar a una mejor relación dialógica entre las personas no podemos dejar de desconocer todos tipos de diálogo que tienen gran influencia en el diálogo social. Nos referimos al diálogo con uno mismo y el diálogo con la naturaleza, el cosmos, la espiritualidad y sobre ello vamos a profundizar.
En efecto nuestra capacidad de diálogo con el otro está en una mejor comprensión del diálogo con nosotros mismos. Este es un tema fundamental. Este diálogo interno choca con la compleja constitución humana marcada por la dualidad y la inconsistencia. Lejos de ser una unidad compacta somos un mar de contradicciones producto de los diferentes “yoes” con los cuales convivimos. Estos “yoes” se ven fuertemente influenciados por la lucha interna entre consciente e inconsciente en el cual la mayoría de las veces el que triunfa es el inconsciente que se atreve a tomar decisiones antes que lo declare el consciente.
Nuestro diálogo interno puede ser dulce, enternecedor o doloroso dependiendo de nuestra propia capacidad para reconocer los mensajes y su forma de construcción. El principal escollo es luchar con nuestro propio ego que siempre quiere tener la razón y nos predispone a racionalizaciones que justifican nuestro accionar, nuestro sentir y nuestro pensar para que se ajusten a nuestras creencias. Ruidos y distorsiones de la percepción impiden muchas veces con muros infranqueables para un encuentro sincero con nosotros mismos.
Nuestro propio cerebro nos hace trampas porque no busca tener la razón sino sobrevivir y eso lo lleva hasta la configuración de realidades interesadas que se traducirán en nuestros discursos y narrativas.
Hay una hermosa batalla en nuestros fueros internos en el afán de alcanzar el equilibrio dinámico. Homo sapiens y Homo demens en batalla constante en la lucha por la sobrevivencia. Lo maravilloso es que ambos se necesitan y no es posible eliminar el uno sin eliminar al otro. Es nuestra esencia humana aprender a convivir con tan amigables enemigos.
Estos elementos aplicados al diálogo tienen aplicación fundamental. Significa que nos aceptamos mutuamente, que formamos parte de la humanidad, que no puede haber ganadores y perdedores, que lo más sensato es ponernos de acuerdo para lograr un equilibrio dinámico. Como es de imaginarse lograr este equilibrio interno pasa por respetarse, saber escucharse a sí mismo y tener la capacidad de transformarse.
Nuestro diálogo interno se ve fuertemente influenciado por paradigmas, creencias, valores, percepciones, prejuicios, estereotipos, ideologías, representaciones sociales, niveles de conciencia que consciente o inconscientemente vamos fijando en nuestra estructura psíquica. Esta forma de ver el mundo a su vez influye en la forma cómo pensamos, qué tipos de pensamientos desarrollamos (dogmático, cerrado, abierto, convergente, divergente, crítico, lineal, no lineal, lateral, complejo, entre otros).
Asimismo nuestro pensamiento influye sobre los sentimientos y emociones que finalmente se pondrán de manifiesto a través de discursos, narrativas, prácticas, actitudes y comportamientos. Lo curioso del caso es que este ciclo no gira únicamente en el sentido del reloj o sentido anti horario sino que puede nacer de cualquier dimensión e influir en cualquier dirección.
Por ello es importante reconocer el cuidado que le debemos dar a nuestras palabras porque puede estar construyendo la historia.
Por eso cuando entramos a un diálogo relacional no solo estamos entrando con toda nuestra estructura psicobiológica sino que también estamos entrando con nuestra historia, con nuestro contexto, es decir con la influencia del marco sociocultural.
Quiere decir entonces que el diálogo no es solo un proceso de interacción reducida a fenómenos acústicos sino a la comunicación total en el que todo comunica incluyendo la cultura, el contexto, la historia, los silencios, los afectos y todo un universo inadvertido de significaciones. No solo es el sistema del diálogo sino los sistemas con los que ingresan cada uno de los interlocutores.
Pero el diálogo en un contexto de conflicto social también tiene que ver en la forma cómo dialogamos con la naturaleza, con el cosmos y la espiritualidad. Si hemos quebrado nuestro diálogo con la naturaleza y la espiritualidad entonces no entenderemos ni comprenderemos las perspectivas de los interlocutores que sí mantienen este diálogo profundo con la trascendencia.
Paradigmas de actuación dominadas por el materialismo, el consumismo, el corto plazo, el pragmatismo y la falsa eficacia y eficiencia no ayudarán a visualizar ni sentir los significados y sentidos que se asocian con el respeto a las montañas, las lagunas, los bosques, los padres, madres y los espíritus de los bosques ni el valor de los rasgos culturales ni los valores afectivos de la tradición.
El diálogo como apuesta por la transformación implica la humildad y la grandeza de predisponerse a transformarse, transformar y ser transformado de manera mutua producto del diálogo deliberativo, la empatía, el principio de pertenencia a la humanidad. No se trata entonces de posiciones previas de que “si va” o “no va”. Se trata de la búsqueda del entendimiento para definir caminos sensatos para las personas, para la naturaleza y el cosmos.
Sin nos predisponemos podemos juntos resignificar la historia y construir nuevos discursos, nuevos narrativas y nuevos afectos. Depende de nosotros declarar un carácter transformador de nuestro lenguaje.
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