Por: Rodrigo Arce Rojas.
El 20 de setiembre de 2019 será considerado como un hito histórico en el movimiento ambientalista por el impacto en la conciencia mundial para la acción climática. He tenido la fortuna de participar en la huelga y me siento realmente motivado porque pude ver la emergencia de una conciencia colectiva a favor del planeta tierra como nunca antes había visto.
La sociedad civil se hizo presente. Diversos colectivos de activistas climáticos, organizaciones de jóvenes ambientalistas universitarios, de derechos humanos, grupos religiosos, asociaciones de trabajadores, entre otros participaron con una mezcla de entusiasmo, indignación y esperanza. Se pudo apreciar personas de todas las edades, y de varias nacionalidades, con predominancia de jóvenes y el acompañamiento de niños y niñas.
De los diversos mensajes en los carteles y las arengas a lo largo del recorrido se puede captar que hay un llamamiento para que las autoridades y la sociedad reconozcan que estamos realmente en una crisis ambiental y que existe la necesidad de reconocer el sentido de urgencia de tomar medidas orientadas a revertir el daño que le estamos causando al planeta, a la Amazonía, a los bosques, a los mares, a los hábitats, a las aguas, a los suelos y a la vida en general. ¡Acción climática ahora! fue la expresión más frecuente. ¡Ya no hay más tiempo! fue el clamor general.
También demandaron cambios a nivel de actitudes personales y cambio de sistema. Los mensajes daban cuenta sobre la necesidad de cambiar un modelo de desarrollo hegemónico basado en el mercado que privilegia las ganancias sobre las consideraciones sociales y ambientales. Señalaban que la tierra es para cuidarla, protegerla y no para venderla. ¡No hay un planeta B! fue el mensaje contundente.
Pero los mensajes no solo se quedaban en la defensa de la Amazonía, los árboles y la vida en general. Hablaban también de la necesidad justicia social y ambiental. Por eso se puede afirmar que la demanda de fondo es por un profundo cambio del sistema que nos ha llevado a esta grave situación pero que los promotores de un crecimiento económico a ultranza parecen no haberse dado cuenta o simplemente niegan la realidad.
Los mensajes de los jóvenes daban cuenta que siendo el futuro se están haciendo cargo ahora del cuidado del planeta. De otro lado, los mensajes de las personas mayores señalaban que no hay derecho de robarles el futuro a los jóvenes. Para ello es importante: ¡Ni un grado más, ni una especie menos! haciendo referencia a los impactos del cambio climático y del sistema económico hegemónico.
Me llamó mucha la atención los mensajes que apelaban a un mayor sentido común para convivir con el planeta más allá de sofisticadas soluciones. Ningún ser que se considere inteligente destruiría su propio hábitat era el mensaje irónico sobre la pretendida sapiencia humana cuando priman los intereses económicos cortoplacistas.
Nunca antes había visto tanta solidaridad entre humanos y solidaridad con el planeta. La propia marcha fue un testimonio contundente de solidaridad intergeneracional y de género. Lo que ha hecho Greta Thunberg, líder de la huelga global por el clima es realmente espectacular. Ha logrado que millones de personas en el planeta exijan a sus autoridades un compromiso real para asumir la urgencia del cambio climático. Más allá de una demanda que podría ser minimizada como propio de ambientalistas, aquí el mensaje de fondo es que revisemos el modelo civilizatorio y las consecuencias de haberse dejado de llevar por un paradigma que no solo separa el ser humano de la naturaleza si no que la cosifica y legitima su explotación en nombre de un supuesto desarrollo.
Los jóvenes se han hecho oír y me siento orgulloso de haber acudido al llamado. Ahora corresponde a las autoridades que revisen sus propuestas de “desarrollo” y sepan que hay jóvenes, niños y niñas que los están escudriñando.
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