Por: Rodrigo Arce Rojas.
Para que podamos forjar un programa de fortalecimiento de capacidades pertinente de la gestión de bosques tenemos que superar una visión simplista, reduccionista y determinista de la realidad forestal.
Edgar Morin (1999) en su obra “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” nos dice que el conocimiento de la realidad está afectada por una serie de errores mentales, intelectuales, de la razón y las cegueras paradigmáticas. El autor nos señala que para superar estos sesgos debemos tener en cuenta el contexto, lo global (las relaciones entre el todo y las partes), lo multidimensional y lo complejo.
Afirma Morin (1999): “El conocimiento pertinente debe enfrentar la complejidad. Complexus, significa lo que está tejido junto; en efecto, hay complejidad cuando son inseparables los elementos diferentes que constituyen un todo (como el económico, el político, el sociológico, el psicológico, el afectivo, el mitológico) y que existe un tejido interdependiente, interactivo e inter-retroactivo entre el objeto de conocimiento y su contexto, las partes y el todo, el todo y las partes, las partes entre ellas. Por esto, la complejidad es la unión entre la unidad y la multiplicidad. Los desarrollos propios a nuestra era planetaria nos enfrentan cada vez más y de manera cada vez más ineluctable a los desafíos de la complejidad”.
Todos estos elementos esbozados por Morin son totalmente pertinentes a la gestión de bosques reconocido como un sistema complejo. Las ciencias de la complejidad estudian fenómenos, sistemas o comportamientos de complejidad creciente; esto es, fenómenos y sistemas que aprenden y se adaptan, y que, en el filo del caos o bien, lo que es equivalente, lejos del equilibrio, responden a la flecha del tiempo de la termodinámica del no-equilibrio (Nicholis & Prigogine 1994; citado por Maldonado, 2014).
Abordar el diseño y la implementación de Programas de Fortalecimiento de Capacidades en la Gestión Forestal implica por tanto tomar en cuenta los enfoques del pensamiento complejo concebido como el pensamiento que trata con la incertidumbre y es capaz de concebir la organización. Es el pensamiento apto para unir, contextualizar, globalizar pero al mismo tiempo para reconocer lo singular, individual y concreto (Arancibia, 2010).
Partamos de reconocer por ejemplo los dilemas o disyuntivas que frecuentemente se presentan en la gestión de bosques. Así podemos reconocer los siguientes pares que aparecen frecuentemente como contradictorios o asimétricos: conservación-producción; madera- no maderables; bienes-servicios ecosistémicos; económico-social; económico-ambiental, entre otros. Antes que verlo como campos de polarización o de sesgos ideológicos es más pertinente verlos como campos integrados, sinérgicos.
Existe una alta sociodiversidad en torno al bosque, porque, como sabemos, la alta diversidad biológica forestal que caracteriza a nuestros ecosistemas forestales tiene una correspondencia con una alta diversidad cultural. La definición de actores de un programa de fortalecimiento de capacidades de gestión de bosques debe desplegar este amplio abanico de actores y no simplificar categorías. No solo estamos hablando de una amplia diversidad de cosmovisiones y valoraciones sino también de percepciones. Asumir que todos los actores tienen los mismos entendimientos sobre lo que implica el bosque es muy simplista. Tal vez el desconocimiento de esta realidad haya ocasionado que muchos problemas forestales existentes no hayan podido ser abordados en su real magnitud.
Las posiciones (discursos y narrativas) que toman los actores dependen de los paradigmas, cosmovisiones, imaginarios, representaciones que tienen los actores sobre los bosques. Ahora bien estos campos paradigmáticos varían según el actor, si son hombre, mujeres, jóvenes o niños. Corresponde a un programa de fortalecimiento de capacidades de gestión de bosques darse la licencia para explorar todo este universo de posibilidades y no quedarse con el recurso simple de lo que nos indica el statu quo.
Fortalecer capacidades en la gestión de bosques debe superar enfoques que privilegian únicamente lo racional. Las personas somos entes biopsicosociales por lo tanto integrales y que dialogamos con los sistemas en los cuales nos inscribimos. Metafóricamente podríamos afirmar que existe la necesidad “de aprender con todo el cuerpo” que grafica la necesidad de tomar más en cuenta lo emocional, lo lúdico, lo intuitivo.
Por supuesto que los aportes de las ciencias forestales son valiosos pero la complejidad de los ecosistemas forestales no nos reduce a las ciencias forestales sino a las múltiples disciplinas existentes. Esto es entendible si es que reconocemos que el bosque es un sistema en el que se conjugan realidades ecológicas, sociales, institucionales, políticas, psicológicas, entre otras. Pero además, como se ha venido insistiendo, implica también la capacidad de reforzar los enfoques y prácticas interdisciplinarias y transdisciplinarias.
Pero no solo se trata de tomar en cuenta los aportes de las ciencias formales, además es importante considerar los aportes de los conocimientos y saberes tradicionales, incorporar los mitos, las leyendas, la poesía. No se trata de una perspectiva de diversificación metodológica de adorno o de entretenimiento.
Se trata de valorar todo el universo de significaciones de todos los actores, se trata de una perspectiva intercultural de respeto y de comprensión de motivaciones y sentidos. Por ello es que el diálogo intercultural, la igualdad y la equidad de género, son enfoques consustanciales a los programas de fortalecimiento de capacidades en la gestión inclusiva de los bosques.
Estas diversas perspectivas nos permitirán ampliar nuestra mirada sobre lo que significa la buena gestión del patrimonio forestal. Como señala Bennett-Curry (2015) del CIFOR: “Una creciente comunidad de académicos, organizaciones no gubernamentales, organizaciones intergubernamentales y grupos de base están llamando la atención sobre la necesidad de pensar más allá de las grandes extensiones de bosques primarios, ampliando las competencias de los bosques de conservación a paisajes ‘degradados’, como las áreas de frontera forestal/agrícola, donde existen numerosos bosques fragmentados y utilizados selectivamente”. Es una invitación para ver más allá de lo evidente.
Un gran reto para los capacitadores forestales y para los participantes (hombres y mujeres) de los procesos de capacitación forestal es desarrollar capacidades para el pensamiento sistémico. Ello implica saber mirar la totalidad, la integralidad de un campo determinado afinando a la vez la capacidad de valorar las interacciones, interrelaciones y las estructuras sin perder el valor de los elementos que componen el sistema.
El pensamiento sistémico permite evitar el reduccionismo y la fragmentación sin llegar al extremo de la superficialidad. Reconoce el valor del análisis elemental pero no se queda en ese plano, sino que busca articular las mutuas influencias e interrelaciones al interior de los sistemas dinámicos. De esa manera se supera visiones sesgadas que no logran recuperar la complejidad de las interrelaciones y que nos impiden tratar apropiadamente una determinada realidad. Desarrollar un pensamiento sistémico requiere mucha apertura mental y osadía para revisar y cuestionar patrones mentales limitantes. Este es un principio básico para abordar la complejidad propia de nuestros tiempos.
Concluyo compartiendo una nota sobre la necesidad de abrir la mirada y el sentir sobre los bosques:
“Sobre aforismos, decires y sentires forestales:
Dice el dicho “no mirar el árbol sino el bosque”. Reconociendo la sabiduría de los dichos populares, podríamos generar otra perspectiva y decir “miro el árbol porque miro el bosque”, o también decir “porque miro al bosque miro al árbol”. Pero de repente ampliamos la perspectiva y no nos quedamos solo con la mirada y decimos que además de mirar al bosque, hay que oírlo, hay que escucharlo, hay que sentirlo; o mejor dicho, hay que ser árbol, hay que ser bosque. No es que yo solo mire al árbol o el bosque como algo diferente, aparte y distante sino que sentimos con el bosque, lloramos con el bosque, reímos con el bosque, amamos como el bosque. Reconocida la unidad perdida entonces habremos recuperado la sacralidad cósmica y será una sola vibración, un solo palpitar, la más hermosa melodía que se desprende de tu sonrisa plena” (Arce, 2016a).
Bibliografía revisada:
Arancibia, M. (2010). Pensamiento complejo. Philosophica.
Arce, R. (2016a). (16 de enero). “Sobre aforismos, decires y sentires forestales”.
Arce, R. (2016b). Los diversos entendimientos sobre lo ambiental.
Arce, R. (2016c). El reto de la aplicación de los enfoques interdisciplinarios y transdisciplinarios en la gestión de los bosques.
Arce, R. (2016d). Las trampas del pensamiento para la gestión socioambiental.
Arce, R. (2011). Paradigmas y bosques.
Bennett-Curry, A. (2015). ¿Pueden los pequeños agricultores conservar bosques en la Amazonía? CIFOR.
Maldonado, C. (2014). ¿Qué es un sistema complejo?” Rev. Colomb. Filos. Cienc. 14.29 (2014): 71-93.
Morin, Edgar. (1999): Los siete saberes necesarios para la educación del futuro.
París: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Traducción de Mercedes Vallejo-Gómez, Profesora de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín-Colombia con la contribución de Nelson Vallejo-Gómez y Françoise Girard.
Imagen página principal cortesía de Tuomas Lehtinen en FreeDigitalPhotos.net
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