Por: Frederico Guanais.
En 1978, la Organización Mundial de la Salud y UNICEF organizaron una conferencia de salud en Alma Ata, una desconocida ciudad en la entonces Unión Soviética, que es hoy la ciudad de Almaty en Kazakstán. Ahí los participantes acordaron un objetivo ambicioso e histórico: alcanzar la cobertura universal de salud hasta el año 2000. El 2000 ya quedó en el pasado y todavía no podemos decir que todas las personas cuentan con servicios de salud, ni en América Latina y el Caribe ni en el resto del mundo.
Esa importante meta sigue viva en la agenda de política internacional, aunque haya sido extendida. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible ahora proponen que la cobertura universal de salud se alcance hasta 2030 y que las personas estén protegidas del riesgo de caer en la pobreza, lo que podría impedirles pagar las cuentas de cuidados médicos. Sin embargo, la promesa de la cobertura universal puede todavía resultar vacía si no es posible garantizar que los servicios sean de calidad y atiendan a las expectativas de sus pacientes.
La buena calidad de la atención salva vidas
El argumento de que los avances hacia la cobertura universal deben ser medidos a partir de una cobertura efectiva, que considere servicios de calidad, está en el centro de un reciente informe de la Comisión de la revista Lancet Global Health. La medición de la cobertura efectiva requiere definir y focalizar a la población que necesita de cada tipo servicios, que debe tener acceso al cuidado y recibir atención de calidad. En la región este tema es todavía más relevante, pues estamos relativamente más avanzados en términos de cobertura de servicios de salud que otros países de ingresos bajos y medianos.
Según un estudio que subsidió el reporte de Lancet, de las muertes que pudieran ser evitadas en los sistemas de salud en América Latina y el Caribe cada año, 156.000 se deben a la falta de acceso a servicios de salud y otras 382.000 a la mala calidad de esos servicios. Por supuesto, es necesario garantizar que las muertes por falta de cobertura sean evitadas mediante la expansión de la atención, pero cabe destacar que el 71% de las muertes evitables ocurrieron en personas que sí utilizaron servicios de salud. Estas muertes no se dieron por falta de cobertura, sino por mala calidad, y los más pobres son más vulnerables a ese tipo de atención deficiente. Es claro, entonces, que la cobertura sin calidad es un desperdicio de recursos.
¿Cómo asegurar que no se pierda esta oportunidad?
Es importante resaltar que la expansión de la cobertura y la mejora de la calidad no son objetivos antagónicos. De hecho, se puede aprovechar el movimiento de expansión hacia la cobertura universal mediante la adopción de estándares nacionales y guías de cumplimiento para que los servicios de salud garanticen una atención de alta calidad para todos, conforme a las expectativas y necesidades de los pacientes. Por ello, los paquetes de servicios de salud contemplados en la cobertura universal deben ser comunicados de forma transparente para que la población sepa qué esperar. Los pacientes deben entender en qué consisten los paquetes de beneficios de salud y cuáles son las opciones disponibles, y deben poder transmitir a los prestadores de servicios sus necesidades y preferencias.
Por ejemplo, los paquetes de beneficios deberían incluir los estándares de calidad para los servicios y describir claramente en qué consiste la atención de alta calidad, incluyendo en la etapa de diagnóstico y tratamiento desde la atención primaria, así como proveer la referencia y continuidad de la atención en los servicios de mediana y alta complejidad, cuando sea necesario.
La mayor parte de las discusiones actuales sobre la cobertura universal de salud se concentran en las necesidades de financiamiento para poder expandir el acceso a los servicios para todos, pero sin la garantía de calidad, una mayor cobertura puede no resultar en mejores condiciones de salud para la población. En el mediano plazo, la sostenibilidad del financiamiento dependerá de que los servicios sean de calidad y realmente atiendan a las necesidades de los pacientes, pues la probabilidad de que las personas acepten pagar los impuestos necesarios para financiar los servicios es mayor cuando se sienten tomadas en cuenta. En ese sentido, desde la perspectiva de los pacientes, una mayor confianza en los servicios de salud es uno de los impactos más visibles e importantes cuando la atención es de alta calidad.
Evaluar el progreso en alcanzar la salud para todos hacia el 2030, en el contexto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, no puede ignorar más la importancia de una cobertura de calidad. La cobertura efectiva, una visión que unifica los conceptos de cobertura y calidad en la práctica, debería ser adoptada e incluida en los indicadores nacionales y globales de medición del progreso en la cobertura de salud. Si la cobertura efectiva fuera universal, en América Latina y el Caribe se habrían salvado 538.000 personas este año. Sin duda, este sería un paso esencial para garantizar que, esta vez, realmente alcancemos la salud para todos.Descarga esta publicación y conoce más sobre la perspectiva de los pacientes en la región.
Frederico Guanais es especialista de salud en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo y miembro de la Comisión Lancet de Salud Global sobre Sistemas de Salud de Alta Calidad en la Era de los ODS.
Nota publicada en el blog “Gente saludable” del Banco Interamericano de Desarrollo BID, reproducido en PCNPost con autorización.
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SOURCE: Los Blogs del BID
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