Por: Pilar Conci.
El dinero no puede comprar la felicidad, o al menos eso dirían muchos latinoamericanos.
El Informe Mundial sobre Felicidad más reciente volvió a mostrar que la región tiene niveles de bienestar más altos de lo que podría predecir su PIB, y algunos países de América Latina tienen un índice de felicidad más alto que países desarrollados de Europa Occidental.
¿Qué rasgos de la región hacen felices a sus ciudadanos? La respuesta parece apuntar a su capital social: activos intangibles pero invaluables como la amistad, la familia o la religión, que llenan nuestras vidas y que el dinero nunca podría reemplazar.
El Informe Mundial sobre Felicidad 2017 reveló algunos datos interesantes. Países que experimentaron un crecimiento económico significativo, como Estados Unidos y China, sufrieron una caída en sus niveles de felicidad. América Latina, por otro lado, fue un caso atípico: obtuvo un puntaje de 6,3 (en una escala de 0 a 10), 0,6 más alto de lo que predecía el modelo usado en el informe. Además, su nivel de felicidad estuvo por encima del promedio global de 5,3 y fue el más alto entre las regiones en vías de desarrollo. El Gráfico 1 compara países en la región con una selección de países del resto del mundo.
Gráfico 1: PIB per cápita y felicidad
El país más feliz en América Latina y el Caribe es Costa Rica, donde una mayoría de la población tiene acceso a cobertura médica, educación y servicios públicos básicos. El país de América Central también es el 12 más feliz del mundo, superando a países desarrollados como Austria y Estados Unidos. Chile (20), Brasil (22), Argentina (24) y México (25) completan el top 5 en la región, con índices de felicidad más altos que Francia o España. Haití (145), por otro lado, es el país menos feliz de la región, cerca del final del ranking.
El desempeño de América Latina en el ranking nos dice que el PIB no alcanza para explicar la felicidad. Bobby Kennedy lo insinuó en 1968 cuando dijo que el PIB mide todo “excepto lo que da verdadero sentido a nuestra vida” (ver cita completa en el recuadro más abajo). Años más tarde, esta idea le daría forma a la Economía de la felicidad, que pone énfasis en el aspecto cualitativo, y no sólo cuantitativo, del crecimiento económico.
Gráfico 2: Felicidad en América Latina y el Caribe
Sin dudas, el ingreso es un componente de la felicidad. Pero si la gente está satisfecha con su sueldo y sus posesiones materiales depende de cómo se comparan con lo que ganan otros y con lo que están acostumbrados a ganar. ¿Estaría tan contento con su auto nuevo si descubre que su vecino acaba de comprar uno mejor? Y hoy en día, las comparaciones que la gente hace en redes sociales como Facebook no ayudan a aumentar los niveles de felicidad.
El efecto del ingreso sobre la felicidad es más notorio en los países más pobres, donde la gente no tiene cubiertas sus necesidades básicas. Luego de un cierto umbral de ingreso, más dinero no garantiza más felicidad. Como sostuvo un libro seminal, esto podría ayudar a explicar por qué la felicidad varía poco en los países desarrollados a pesar del aumento de sus PIB.
Si el dinero no es todo, ¿qué otras cosas hacen felices a los latinoamericanos? Un libro del BID sobre calidad de vida en América Latina y el Caribe analizó los aspectos culturales y el capital social que ayudan a explicar los niveles de felicidad de la región.
Por empezar, las culturas de la región valoran la felicidad y la satisfacción personal más que otros ideales comparados con otras culturas, como las del Este de Asia. Para muchos latinoamericanos, la amistad, la religión o la familia pueden ser más importantes que el estándar de vida, la educación, la salud, el trabajo o la vivienda.
Los lazos sociales son fuertes en la región. La amistad es una de las mejores cosas de la vida y, para un latinoamericano, su “valor” promedio equivale a casi siete veces su ingreso. Otras interacciones sociales, con familiares o el resto de la comunidad, también son un pilar de las vidas de los latinoamericanos. Tener con quien contar tiene un gran impacto sobre la felicidad, y la calidad de la comunidad es clave para sentirse seguro.
La religión también puede ser una fuente de bienestar, ya que para muchas personas le da un propósito y un significado a la vida. El apoyo emocional y las conexiones sociales también son muy importantes para la salud física y mental.
Este énfasis en la vida social también puede ayudar a lograr un mejor balance entre vida personal y trabajo, que es un predictor particularmente sólido del bienestar.
Tener un empleo es clave para la felicidad en todo el mundo. Y pesar de los problemas de América Latina con empleos de baja productividad, empleo informal e inestabilidad laboral, estas realidades en apariencia negativas marcan un fuerte contraste con las opiniones de los trabajadores, dice el libro del BID sobre calidad de vida.
La mayoría de la gente en la región está contenta con su empleo, y hay más empleados asalariados que preferirían trabajar por cuenta propia que trabajadores informales que sueñan con convertirse en empleados. La gente que es feliz con sus empleos valora la flexibilidad, la autonomía, el respeto y las oportunidades de crecimiento personal.
Otro contraste sorprendente se da en educación. A pesar del mal desempeño de la región en los exámenes internacionales, la mayoría de los latinoamericanos dicen que están satisfechos con las escuelas a las que asisten sus hijos.
Para el 80% de la población de América Latina y el Caribe que vive en ciudades, ciertos temas tienen un gran impacto sobre su calidad de vida: la inseguridad, el transporte, la calidad de los espacios públicos, el acceso a actividades recreativas y los precios de la vivienda. Un libro del BID y un estudio de investigadores del BID evaluaron un método para identificar y priorizar los temas que son potencialmente importantes para la calidad de vida urbana en la región, teniendo en cuenta aspectos como la vivienda, la infraestructura del vecindario y los bienes públicos urbanos.
¿Deberían los gobiernos tener en cuenta los indicadores de felicidad al tomar sus decisiones de políticas públicas? Las percepciones de la gente sobre su calidad de vida —y cómo esas percepciones influencian sus decisiones— son importantes porque pueden brindar información sobre si las metas de políticas del gobierno están alineadas con las prioridades de la gente.
Pueden tener efectos positivos sobre distintas áreas, desde la salud y la longevidad hasta la productividad. Pueden ser tenidas en cuenta al diseñar políticas públicas que busquen fomentar el empleo y los puestos de trabajo de alta calidad, y a la vez brindar una red de contención para contrarrestar los efectos dañinos del desempleo.
Por ejemplo, un libro reciente sugiere que si los gobiernos quieren mejorar el bienestar de la población, unas de las políticas con mayores chances de tener éxito sería reducir la cantidad de horas trabajadas, ya que investigaciones muestran que las horas que se pasan en el trabajo son menos felices que las horas compartidas con familia y amigos u otras actividades sociales. Y esa es una lección que los latinoamericanos ya saben.
Pilar Conci es especialista en comunicación en el Departamento de Investigación del BID.
Nota publicada en el blog “Ideas que cuentan” del Banco Interamericano de Desarrollo BID, reproducido en PCNPost con autorización.
SOURCE: Los Blogs del BID
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