Minga House: arquitectura e ingeniería con sentido social

Por: Julio César Giraldo Silva 

Sesenta estudiantes y docentes de tres universidades y año y medio de trabajo dieron origen a Minga House, proyecto de vivienda sostenible para el Pacífico y ganador de concurso internacional de construcción.


Minga House

Fotografía: Archivo particular


La palabra de origen quechua minga se refiere a la antigua tradición, en las comunidades indígenas latinoamericanas, de reunirse para realizar un trabajo comunitario que beneficia a todos. Lo anterior hace que su uso aún sea frecuente no solo en los grupos aborígenes que sobreviven, sino también en las comunidades afrodescendientes.

Y como evocación de ese sentido grupal, entre mediados de 2018 y diciembre de 2019, más de 60 personas de Cali y Brasil, entre estudiantes y docentes de 10 programas académicos relacionados con el diseño y la construcción, se unieron para participar como equipo en el Solar Decathlon Latin America & Caribbean 2019, el concurso internacional de arquitectura e ingeniería patrocinado por el Departamento de Energía de los Estados Unidos y el Laboratorio Nacional de Energías Renovables (NREL, por su sigla en inglés), también de ese país, que por segunda vez se realizaba en Cali. De la fusión entre la tradición y esta convocatoria actual surgió el nombre de Minga House para el proyecto.

Según Iván Osuna Motta, docente de arquitectura javeriano e investigador principal del proyecto, el objetivo de esta minga, que se adecuaba a las condiciones del concurso, era “hacer un prototipo de vivienda que formara parte de un proyecto urbano, también diseñado por el grupo, y que considerara 120 viviendas por hectárea. Cada una debía ser mínimo para cinco personas, tener entre 60 y 80 metros cuadrados, estar 100 % abastecida por energía solar y caber en un lote que suministra el concurso”.

La motivación para participar en el certamen, que combina diez categorías ―entre ellas, sostenibilidad, eficiencia energética, diseño urbano, comunicaciones y confort―, resultó de la confluencia de varias circunstancias: primero, además de recibir invitación y de que la sede era la capital del Valle del Cauca, la Javeriana seccional Cali tenía el antecedente de haber ocupado el segundo lugar en 2015, con el proyecto Casa Alero; segundo, en 2014 los brasileros habían participado en el concurso en Europa, y, finalmente, el proceso de aprendizaje que se podía generar resultaba muy atractivo para estudiantes, docentes e instituciones educativas, pues durante año y medio llevarían a cabo tanto la investigación como el diseño y la producción de una obra arquitectónica.

En cada minga house, de no más de ochenta metros cuadrados y alimentada por luz solar, caben al menos cinco personas.

“Muy pocas veces, en la construcción, tenemos la posibilidad de vivir el proceso completo. Las prácticas laborales muchas veces son solamente para estar en diseño o gestión de la construcción o investigación. Este proyecto permitió ir de la investigación hasta materializar el trabajo en una obra”, cuenta Ana Lucía Ordóñez, estudiante de Arquitectura que actuó como project manager de Minga House.

En lo académico, cuenta Osuna, “la Universidad ha resaltado que este proyecto representa lo que debería ser la educación javeriana: un trabajo en el que participan ocho programas académicos, de tres facultades distintas, que permite una interdisciplinariedad que no es fácil, que hace posible un proceso de aprendizaje significativo y que genera beneficios, como fortalecer nuestra red de conocimiento, al conectarnos con otras instituciones interesadas en los mismos problemas”.

La minga benefició a todos

El primer paso fue entregar un proyecto para clasificar en la competencia. Durante año y medio, mientras avanzaba la participación de los brasileros, que son fuertes en simulaciones y desempeño energético de edificios, el equipo javeriano se embarcó en la tarea de cumplir con las cinco etapas del concurso. “Organizamos una estructura de integración curricular, es decir, ver en qué asignaturas podíamos cruzar los objetivos del proyecto con los académicos. Tuvimos estudiantes de distintos cursos, de proyectos de grado, de prácticas profesionales y de electivas. Ese equipo se renovaba cada semestre”, comenta el docente.

Y como era un concurso, se pusieron un reto adicional: el proyecto urbano se haría específicamente para el Pacífico. “En Buenaventura, estudiamos la Isla de Cascajal y el continente, pero en consenso decidimos trabajar en la isla y en las comunas tres y cuatro, que son las zonas más vulnerables socialmente, con índices de pobreza muy altos, violencia y con riesgos de inundabilidad”, cuenta Ordóñez.

Dos pilares marcaron su línea de pensamiento, complementa Osuna, “los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que definen un compromiso con el planeta”, y la encíclica papal Laudato si’, “que recoge un factor diferenciador de la Universidad frente a otras: nuestras acciones deben estar dirigidas hacia los más vulnerables como compromiso fundamental. Por eso trabajamos en la Isla”.

El resultado no pudo ser mejor: primer puesto, con distinciones en nueve de las diez categorías, pero además importantes conocimientos generados. “Aportamos en dos temas clave: trabajar con estructuras en madera laminada para edificios en altura, algo poco desarrollado en Colombia y con muchos detractores que no lo consideran posible por nuestra condición sísmica, pero demostramos que sí se puede hacer; y desarrollar técnicas relacionadas con un mejor desempeño térmico del sistema de muros con tablas, buscando que sea un mejor aislante”, cuenta el profesor. “Esta podría ser una solución a los problemas de vivienda en altura en el Pacífico, y que conserva las características tradicionales de sus construcciones”, enfatiza.

Y como la finalidad es el beneficio colectivo, también se cumplió con los habitantes de la Isla de Cascajal. “Siempre le aclaramos a la comunidad: es un ejercicio académico en el que nos podemos comprometer a hacer visible el problema y las posibles soluciones. Muchas veces lo que necesitan son herramientas para poderse acercar a la administración pública y decirle: ‘hay otra posibilidad frente a lo que usted está planteando y puede ser esta’. Siendo claros, para la comunidad eso resulta suficiente”, concluye el profesor.


Nota publicada en Pesquisa Javeriana, reproducida en PCNPost con autorización


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SOURCE: Pesquisa Javeriana

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