Ana Falú, prestigiada especialista latinoamericana, nos acerca al entendimiento de la complejidad de la vida urbana y el derecho a la ciudad desde una mirada feminista y plural.
Ana, ¿cómo podemos entender el derecho a la ciudad desde una mirada feminista?
Hablar del derecho a la ciudad significa abrir la reflexión a un conjunto complejo de elementos que lo componen. Si en este diálogo se coloca a las mujeres en el centro del mismo, las líneas de acción y nudos críticos se hacen aún más complejos porque para entenderlos, lo primero que hay que visibilizar es que no hay un universal de mujer ya que estamos transversalizadas por diversidades y multiculturalismo, por ende, las formas de habitar se vuelven todavía más diversas.
El derecho a la ciudad se conforma por el conjunto de derechos que permiten el acceso de la ciudadanía a la vivienda, a los bienes urbanos, al transporte. Desde el feminismo venimos construyendo argumentación apoyadas en hombros de gigantas, por eso es preciso significar lo colectivo, recuperar a quienes nos abrieron el camino, reconocer a las que estamos hoy y a las que por suerte vienen, esta cantidad de jóvenes mujeres que ocupan hoy las calles, esos lugares que antes eran prohibidos y que ahora son el lugar donde expresan la exigencia de sus derechos.
Las feministas hemos sido implacables en la demanda e insistencia del cumplimiento de nuestros derechos y de los acuerdos internacionales. Es fascinante ver el crecimiento de las voces, y cómo estos procesos han venido a aportar, a hacer luz sobre las omisiones, y nos han permitido a las urbanistas, arquitectas, geógrafas, diseñadoras, sociólogas urbanas, ubicar en dónde están las mujeres en la ciudad y cuáles son sus derechos omitidos en la planificación.
Una planificación que se imagina desde la neutralidad, pensada en familias, en hogares, en hombres, dominada por el pensamiento androcéntrico que universaliza al varón como la medida universal, y en particular al varón blanco, joven, productivo y heterosexual que deja a muchos otros hombres por fuera, y entonces omite, invisibiliza e ignora a las mujeres reforzando el concepto de un mundo productivo separado del reproductivo, devaluado, invisibilizado, que la sociedad patriarcal ha impuesto por cientos de años.
¿Por qué es importante estudiar estas problemáticas antes de aplicar una visión feminista en la planificación urbana?
Si no miramos desde un paraguas conceptual y teórico, es difícil poder abordar debidamente la política del derecho de las mujeres a la ciudad.
Actualmente estoy trabajando en un instrumento que está avanzado y aún en desarrollo, es el mapa de las mujeres en la ciudad para identificar dónde están, qué tienen las mujeres, cómo habitan los territorios y dónde, información que permite conocer quiénes son y dónde están, y no sólo ellas, sino en la intersección del análisis de los territorios, dando cuenta de la vulnerabilidad de los espacios, el cómo son, qué características tienen, cómo se han consolidado o no y qué tipo de servicios ofrecen o carecen. Entonces el qué tienen las mujeres va a estar muy vinculado con cuál es la calidad o la vulnerabilidad de los territorios en donde habitan.
¿Cómo empezar a implementar el derecho de las mujeres a la ciudad?
El derecho a la ciudad de las mujeres debería comenzar por reconocerlas, por no neutralizarlas ni subordinarlas a conceptos androcéntricos y patriarcales, por pensarlas en sus demandas, reconociendo la persistencia de las tareas de cuidado y de reproducción que siguen siendo responsabilidad exclusiva o casi exclusiva de las mujeres, y esto tiene significantes para la vida urbana.
Al tiempo que es decisivo reconocer los territorios urbanos y sus diversidades, así como los cambios sociodemográficos y saber de la diversidad de arreglos familiares que hay hoy en día. Mas en nuestras ciudades de tanta injusticia social y territorial.
Cuando interpelamos las formas de habitar la ciudad de hoy, estamos interpelando el patriarcado neoliberal, colonialista y racista. En este camino necesitamos implementar el multiculturalismo y entender las distintas visiones y cosmovisiones, las formas de habitar y entender estos cuerpos feminizados diversos, eso sería pensar el urbanismo desde una conceptualización democrática plural y que denuncia situaciones de presión.
¿Existen desde esta visión ejemplos de buenas prácticas de planeamiento urbano?
Felizmente hay varios y buenos ejemplos, aunque necesitamos que sean muchos más.
Hay artículos en donde doy cuenta de estos avances en las ciudades de América Latina (ver Redmujer y CISCSA). Hay ejemplos muy interesantes como en Ecuador, el Quito Segura, que es un proyecto que se impulsó desde el municipio y con ONU Mujeres, sobre el tema de transporte y género, ocupados en el tema de las violencias y acoso que sufren las mujeres en el transporte urbano, así las propuestas de las paradas transparentes y se trabajó con el botón de pánico y la capacitación a los choferes.
A escala de los gobiernos locales, y un buen ejemplo lo es la alcaldía mayor de Bogotá, la que incluye un conjunto de municipios para atender a una población de alrededor de 8 millones de personas, se han hecho una serie de avances significativos. Hoy la alcaldesa Claudia López está impulsando una política de relevancia en el tema de cuidado, mirando desde un punto de vista integral que no es solo la atención a la infancia, también a los adultos mayores, a un lugar para que las mujeres encuentren un espacio de recreación y de aprendizaje donde haya computadoras para que puedan tener también conectividad.
Hay iniciativas muy buenas, pero también hay antecedentes, como me gusta decir, la historia no empieza con una ni termina en una.
Nosotras desde la Red Mujer y Hábitat de América Latina y Caribe instalamos en el año 2004-2005 un programa regional que creció y todavía permanece, fue Ciudades sin violencia hacia las mujeres, ciudades seguras para todos y para todas. Se implementó originalmente en 5 ciudades de la región, luego cobró vida propia y sigue hasta ahora en distintas iniciativas. También se implementó en ciudades como Recife, Rosario, Santiago de Chile, Lima, Bogotá, Guatemala y Salvador para trabajar las violencias en los espacios públicos, el mismo lo ejecutó ONU Mujeres, y me tocó la suerte de ser la directora regional de desarrollo (de UNIFEM, en aquel momento) de esta iniciativa pionera en América Latina, multiactores actuando en el territorio contra las violencias hacia las mujeres.
Un ejemplo es el de CDMX en México con el programa de transporte y mujeres, el Viajemos Seguras, que lo instaló Marcelo Ebrard como jefe de gobierno de aquel momento y con Malú Michael como la directora del Instituto de las Mujeres, el cual tuvo una continuidad en las otras gestiones de gobierno.
También me parece muy interesante de mencionar el trabajo que ha hecho la alcaldesa Ada Colau, en el que ha priorizado en la maravillosa ciudad de Barcelona a los sectores que tenían mayores carencias. Esta es una propuesta de la política local y pública, como ella dice, feminizar la política, ponerla en clave de mujeres migrantes, jefas de hogares, jóvenes, brindando la atención a quienes más necesitan de la política urbana, del derecho a la ciudad, al espacio público, a la vivienda y entonces alcanzar al conjunto de la sociedad.
¿Cuál es el legado que este trabajo está dejando a futuras generaciones?
Es muy importante todo lo que se ha avanzado hasta ahora. Creo que hoy las jóvenes mujeres en las calles reclamando sus derechos ya son portadoras de un legado maravilloso del cual no se vuelve atrás.
Las jóvenes mujeres, asumiendo la posición de poseedoras de derechos, reclamando igualdad de oportunidades, no van a volver atrás. Ya tienen una mirada abierta a un mundo que quieren que sea distinto, más justo para todos.
Creo que tenemos que avanzar en instrumentos y en normar estos derechos y hacerlos viables, trabajar con funcionarios y decisores, en las universidades, las facultades de arquitectura, de urbanismo, planificación, geografía y en todas las disciplinas que se interseccionan con el concepto de género, que se apliquen ejemplos y se tengan materias que transversalizan el género en la formación y en los estados. Yo soy optimista, vamos a avanzar. Estamos avanzando.
Como última aportación diría a todas que este no es un camino fácil, es un camino muy difícil y para andarlo hay que fortalecerse en las ideas y en las convicciones para defenderlas. Cuando una se fortalece se convierte en algo muy precioso. Hay que atreverse, perder el temor y hacerlo colectivamente. Todo colectivo por sobre lo individual. Al final, dar las batallas vale la pena.
Ana Falú es Arquitecta, Profesora Emérita de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC Argentina) e Investigadora de Carrera del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Argentina. Ha liderado el Grupo Asesor para la Inclusión de Género de ONU Hábitat (2016-2021) y fue co-iniciadora y líder del Grupo de Mujeres y Diversidades de la Plataforma Global por el Derecho a la Ciudad.
Nota publicada en ONU Habitat reproducida en PCNPost con autorización
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