Por: Maria Camila Uribe, Veronica Adler, Andreina Seijas.
Aprender a vivir de manera sostenible en las ciudades es uno de los principales retos en desarrollo urbano. Si bien las urbes proveen oportunidades únicas como centros de actividad económica y social, también son entornos altamente desiguales y competitivos, que luchan por dar cabida a un crecimiento poblacional nunca visto. Desde la División de Vivienda y Desarrollo Urbano del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), trabajamos con los países de América Latina y el Caribe para el desarrollo de ciudades y asentamientos sostenibles, productivos e inclusivos, donde todos los residentes tengan acceso a la ciudad. Esta meta se encuentra alineada con la meta 11 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.
Durante los últimos 15 años, los migrantes internacionales (aquellas personas que viven en un país distinto al país en el que nacieron) representan una proporción cada vez más grande de la población mundial. A pesar de que la mayoría cruzan las fronteras voluntariamente, los flujos de personas desplazadas por motivos de fuerza mayor han despertado el fenómeno de grandes olas migratorias en períodos muy cortos de tiempo.
De acuerdo con la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en el 2017 el número de personas desplazadas por fuerza mayor alcanzó un nivel récord de 44 mil promedio día a nivel mundial. Para finales del 2017, 66,5 millones de individuos habían sido desplazados a nivel mundial a causa de persecución, conflicto o violencia generalizada (ACNUR, 2017). También la estadía promedio de las poblaciones desplazadas en su lugar de destino se ha incrementado de nueve años en la década de los ochenta a veinte años a mediados de los 2000 (100 Resilient Cities, 2016). Mientras más tiempo pasen fuera de sus países de origen, más difícil resulta para los migrantes retornar a sus hogares.
Las estadísticas muestran que, una vez que los migrantes llegan a sus países de destino, tienden a mantenerse en aquellas ciudades con más posibilidades de acceso a comunidades que hablan su mismo idioma y a servicios y oportunidades de empleo. El 92% de los inmigrantes en los Estados Unidos reside en zonas urbanas, así como el 95% en el Reino Unido y Canadá, y el 99% en Australia (100 Resilient Cities, 2016). Sin embargo, las ciudades también presentan riesgos para los migrantes, quienes por su situación de vulnerabilidad se encuentran más expuestos a situaciones de explotación, violencia y discriminación.
De acuerdo al reporte “Migración y su impacto en las ciudades” del Foro Económico Mundial (2017), el principal reto que las ciudades enfrentan actualmente como resultado del aumento de las migraciones corresponde a su capacidad de proveer vivienda social, educación y servicios de salud, infraestructura de transporte, integración y cohesión social. Proveer vivienda social es uno de los principales retos, con tiempos de espera de más de 10 años en ciudades como París (Foro Económico Mundial, 2017). Las barreras de idioma también limitan el acceso de los migrantes al empleo formal, obligándolos a participar en la economía informal donde son más vulnerables a la discriminación y al abuso. Además de la ausencia de documentos de identidad, el acceso a los mercados laborales también se ve afectado por factores tales como la visibilidad de las habilidades de los migrantes, particularmente para trabajadores con habilidades intermedias (aquellas no acompañadas por un título universitario), quienes se ven obligados a desempeñar oficios menores, causando una gran ineficiencia y desperdicio de talentos (Alampi et al, 2013).
En vista de estos retos, la migración muchas veces se percibe como una amenaza. Los residentes de las ciudades temen el aumento del costo de los servicios y la pérdida de sus empleos ante la llegada de los migrantes. Sin embargo, estudios recientes demuestran que los migrantes contribuyen a la productividad de sus lugares de destino. Por ello, la migración debe incorporarse en el proceso de planificación como un factor que contribuye al crecimiento económico de la ciudad (Foro Económico Mundial, 2017). Los procesos de migración son una herramienta clave para el desarrollo sostenible, pues los migrantes contribuyen al crecimiento económico tanto en sus países de origen como en sus países de destino. Entre los años 2000 y 2014, los migrantes contribuyeron 9,4% al PIB mundial (6.7 trillones de dólares). Es más, se estima que una mayor integración en las economías locales podría elevar las contribuciones de los migrantes a 1 trillón de dólares anuales (100 Resilient Cities, 2016).
Los programas y proyectos implementados por el Banco Interamericano de Desarrollo constituyen un importante punto de partida para impulsar esta cooperación en América Latina y el Caribe. Varias de nuestras iniciativas tienen lugar en áreas urbanas degradadas o en asentamientos irregulares donde es significativa la proporción de población vulnerable y migrante. Por ejemplo, en el Barrio 31, un asentamiento informal de la Ciudad de Buenos Aires, el 50% de sus 40 mil habitantes son migrantes. Junto con las autoridades locales y organismos hermanos como el Banco Mundial, estamos trabajando para dotar a la emblemática Villa 31 de infraestructura básica, conectividad urbana, mejoras en la habitabilidad de viviendas y comercios, y acciones de carácter social, educativa, y económica que integren el barrio a la ciudad y la ciudad al barrio.
Nota publicada en Los Blogs del BID reproducido en PCNPost con autorización.
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SOURCE: Los Blogs del BID
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