Por: Luis Alberto Moreno.
Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Los líderes mundiales deben reconocer que la tierra y los bosques, poseídos y manejados por los pueblos indígenas, son más propensos a prevenir la deforestación y proporcionar un mayor almacenamiento de carbono.
En mi Colombia natal, los bosques nubosos de la Sierra Nevada de Santa Marta han sido descritos como la mayor concentración de fauna silvestre amenazada en la Tierra. Estos bosques son también el hogar ancestral de los Koguis, un grupo indígena que ahora cuenta con alrededor de 10.000 individuos.
En su cosmología, los Koguis se describen como los “hermanos mayores” de la humanidad, que habitan en el corazón del mundo, mientras los que habitan fuera de su comunidad son los “hermanos menores”, que fueron expulsados por la forma en que abusaron de la tierra en el pasado – una descripción acertada para un planeta en donde cada día 65,000 hectáreas de bosque tropical son destruidas o dañadas.
Durante siglos, los Koguis se han esforzado por cuidar de sus tierras para preservarlas para las generaciones futuras. Si les prestamos atención a ellos y a otros pueblos indígenas, si respetamos sus derechos y honramos sus tradiciones, creo que nosotros los “hermanos menores” aún tendremos oportunidad de acertar.
Durante la COP 22 en Marrakech sobre el cambio climático, los gobiernos están presentando sus planes para cumplir sus metas de reducción de emisiones – incluyendo el cambio a energía y transporte con menos emisiones de carbono. Pero es imperativo que estos planes también incluyan las zonas escasamente pobladas que constituyen el hogar de los pueblos indígenas.
En Latinoamérica, por ejemplo, hay alrededor de 40 millones de personas que representan los pueblos indígenas. En conjunto, las tierras que son propiedad de comunidades y pueblos indígenas representan alrededor del 23% de la masa terrestre total de la región. Este es un territorio inmenso, aproximadamente el equivalente a la suma de las superficies de India, Paquistán y Afganistán.
Gran parte de estas tierras aún se encuentran cubiertas de bosques y praderas cuya preservación es una manera comprobada y costo-efectiva de reducir las emisiones. En mi experiencia, no existe mejor manera de asegurar la cuidadosa administración de estos bienes – ya sea en la cuenca del Amazonas, las tierras altas de los Andes o las junglas de Centroamérica – que concederles a las comunidades indígenas el completo control sobre sus tierras.
Los pueblos indígenas tienen un conocimiento enciclopédico sobre los paisajes en los que habitan, y es que también tienen el incentivo más fuerte para asegurar la sostenibilidad de esos ecosistemas. El Instituto de Recursos Mundiales (World Resources Institute) condujo un estudio en 80 zonas boscosas en 10 países en el sur de Asia, África del este, y Latinoamérica, el cual concluyó que los bosques administrados por las comunidades propietarias resultaron en un mayor almacenamiento de carbono, en comparación con situaciones en que las comunidades cuentan con nulos o escasos derechos legales, cuyos bosques resultan ser más vulnerables a la deforestación. De hecho, la evidencia sugiere que el fortalecimiento de los derechos forestales de los pueblos indígenas está asociado tanto con mejores comunidades como con bosques más saludables.
Anteriormente, los gobiernos y legisladores tendían a despreciar el valor del vínculo entre la mitigación del cambio climático y los derechos de la tierra de los pueblos indígenas. Pero el Acuerdo de París reconoció esto explícitamente, y algunos gobiernos – incluyendo Bolivia y Guatemala – incorporaron explícitamente tales consideraciones en sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas Previstas (NDCs, por sus siglas en inglés).
Por supuesto, los derechos de la tierra no son la panacea. Incluso cuando tienen el control, las comunidades requieren de apoyo al decidir cómo utilizar, de la manera más efectiva posible, los recursos locales, cómo procurar un medio de subsistencia decente a los suyos, y cómo lidiar con actividades ilegales como la minería y cacería clandestina.
Los países donantes y los bancos de desarrollo deben también ayudar a fortalecer a las instituciones responsables de la tenencia de la tierra y expandir las opciones de financiamiento climático para inversiones que promuevan paisajes sostenibles.
En el Banco Interamericano de Desarrollo estamos viendo un gran incremento del interés por parte de los países en priorizar los programas de infraestructura y uso de tierras que contribuyan a sus NDCs. Por lo tanto, estamos lanzando una nueva iniciativa, NDC Invest, para ofrecer diversos tipos de apoyo a los países.
Hoy por hoy, espero que nuestro mayor conocimiento sobre el impacto de la administración de los pueblos indígenas y sus tierras lleve a una inclusión ambiciosa de estas comunidades en los debates nacionales y globales sobre mitigación y adaptación al cambio climático.
Actualmente, lidera el Grupo de Presidentes de Bancos Multilaterales y del Fondo Monetario Internacional (Heads of MDBs) donde ha impulsado la coordinación y apoyo de estas organizaciones a las Metas de Desarrollo Sostenible impulsada por las Naciones Unidas. Moreno fue reelecto el 14 de septiembre de 2015 para liderar el BID por un tercer mandato.
SOURCE: Los Blogs del BID
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