Por: Clara Alemann, Giovanna Lauro y Alice Taylor.
Sabemos poco acerca de la dinámica de las relaciones de noviazgo entre adolescentes; pero lo que sí sabemos es que lo que ocurre en la adolescencia, incluyendo la violencia de pareja, puede tener consecuencias devastadoras en sus vidas ahora y en el futuro.
Quienes sufren violencia de pareja durante la adolescencia son más propensos a tener peor desempeño escolar, reportar abuso de alcohol, problemas de salud mental y comportamientos sexuales de riesgo. También es más probable que sean víctimas o perpetradores de violencia de pareja en sus relaciones en la adultez, lo que en nuestra región, afecta a una de cada tres mujeres entre 15 y 49 años alguna vez casada o en unión. Para detener la transmisión intergeneracional de la violencia y fomentar relaciones sanas y no violentas durante la adolescencia debemos comprender mejor por qué ocurre la violencia en esta etapa.
¿Cuáles son los factores de riesgo de la violencia de pareja durante la adolescencia?
Un estudio reciente desarrollado por Promundo y el BID en zonas rurales y urbanas en Brasil y Honduras arroja luz al respecto. La investigación resalta que tanto varones como mujeres sufren violencia psicológica, física y sexual y esto es común en sus relaciones. Sin embargo, las mujeres sufren más violencia física y sexual por parte de sus parejas.
Es alarmante constatar que, si bien los adolescentes tienden a reconocer en qué consiste la violencia física, no identifican otras formas de violencia, comúnmente normalizan el sexo no consensuado y los comportamientos controladores. Estos últimos son generalizados, a menudo recíprocos y a veces percibidos como una forma de cuidado. Muchas de las adolescentes consultadas consideran normal que su pareja supervise su vestimenta y determine con quién pueden comunicarse por sus celulares y redes sociales. También describen sus mejores relaciones como aquellas donde “las relaciones sexuales no son forzadas“.
Mientras, los varones tienden a presionar a su pareja para tener relaciones sexuales hasta doblegar su voluntad. Un joven de 16 años en Intibucá, Honduras, al preguntarle si alguna vez había forzado a su pareja a tener relaciones afirmó: “Bueno, sí, como estaba asustada, ella no quería, pero uno tiene la obligación de demandarlo”.
Entre los factores de riesgo identificados en el estudio se destacan las normas sociales de género, creencias socialmente compartidas que validan la desigualdad de género, las construcciones rígidas acerca de la masculinidad y la femineidad y legitiman la violencia de pareja. Como atestigua una joven hondureña de 24 años: “Cuando le dije a mi madre que tenía problemas con mi novio, ella me dijo que eso era normal, que las mujeres deben aguantarlo”.
Las normas sociales también desalientan a terceros a intervenir cuando una pareja está viviendo situaciones de excesivo control o violencia, lo que contribuye a que la pareja no busque ayuda y a su aislamiento de sus redes de apoyo. Otros factores de riesgo identificados son el acceso limitado a servicios de salud sexual y reproductiva, relaciones de poder desiguales en la pareja, aislamiento social, ausencia de familiares o cuidadores a quién acudir y haber sufrido violencia en la infancia.
En este contexto, es desconcertante conocer a través de la investigación que mientras la mayoría de los adolescentes aspira a tener relaciones basadas en la confianza, el respeto y el amor, no tienen orientación alguna para lograrlo. Escasean las oportunidades de aprender y reflexionar críticamente sobre sus derechos sexuales y reproductivos, la igualdad de género, habilidades de comunicación interpersonal, y autoeficacia, lo que los ayudaría a reconocer sus propias preferencias y deseos, y comunicarlos a sus parejas de manera asertiva y sin agresión. Tampoco reciben educación integral en sexualidad para poder navegar sus primeras relaciones de forma consensuada, segura y sin coerción.
¿Qué podemos hacer?
Resaltamos a continuación algunas de las líneas de acción recomendadas en el estudio:
- Las estrategias de intervención deben comenzar temprano (a partir de los 10 años) antes de que se desarrollen las primeras relaciones. Estas iniciativas deben estar orientadas a ofrecer espacios donde los adolescentes puedan reflexionar en qué consiste una relación saludable, el uso del poder en las relaciones y la igualdad de género, aprender a comunicarse asertivamente, solucionar sus conflictos sin agresión, reconocer los signos de una relación controladora o violenta y saber cómo actuar y a quién recurrir para pedir ayuda si eso ocurre.
- Es necesario fortalecer la calidad y la accesibilidad a servicios públicos amigables para los adolescentes, de manera que puedan identificar y brindar una respuesta oportuna y efectiva ante la violencia.
- Apoyar la reflexión crítica acerca de las normas sociales que legitiman la desigualdad de género y contribuyen a la violencia de pareja, a nivel familiar, comunitario y social
- Aprovechar el uso y alcance de la tecnología digital para llegar a los adolescentes con herramientas y mensajes que promuevan la auto-reflexión acerca de la calidad de sus relaciones, y que fomenten relaciones saludables en vez de aquellas basadas en el control y los celos.
Necesitamos hacer mucho más para preparar a los adolescentes desde temprano para lo más importante que quizás hagan en sus vidas: aprender a querer a otro/a y a desarrollar relaciones saludables, respetuosas y cuidadosas, construyendo un entorno social que promueva relaciones de género equitativas y no violentas. Nos encantaría conocer sus experiencias, opiniones, e iniciativas a nivel comunitario, de servicios o individual, para promover relaciones saludables entre adolescentes.
Giovanna Lauro es Vicepresidenta de Programas e Investigación de Promundo. Sus áreas de enfoque incluyen investigación y programas para la prevención de prácticas tradicionales dañinas y la participación de hombres y niños en la prevención de la violencia de género. Previamente fue Directora Asociada del Programa Mujeres y Población en la Fundación de las Naciones Unidas. Anteriormente, trabajó en temas de diversidad, raza y etnicidad en London School of Economics y en la Universidad de Oxford, donde obtuvo su PhD en Ciencias Políticas. Tiene una maestría de John Hopkins en Estudios Internacionales Avanzados y una licenciatura de la Universidad de Bologna.
Alice Taylor actualmente cursa estudios de PhD en UC Berkeley Graduate School of Education. Previamente coordinó investigaciones con Promundo en Brasil, desde el 2010. A lo largo de su carrera, Alice ha sido consultora para múltiples organizaciones. Tiene una maestría en relaciones internacionales del Fletcher School, Tufts University con enfoques en género y seguridad humana.
El estudio fue desarrollado por el BID y Promundo, en colaboración con equipos de investigación de UC-Berkeley y Plan Brasil que llevaron a cabo el trabajo de campo en Honduras y Codo, Brasil, respectivamente.
Nota publicada en el blog “¿Y si hablamos de igualdad?” del Banco Interamericano de Desarrollo BID, reproducido en PCNPost con autorización.
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