Es habitual que creamos que la pareja es la causa de nuestro conflicto interno que no tenemos consciente.
Por: Giovanna Fuentes.
El amor es la máxima expresión de la humanidad, sin embargo, a veces se confunde el amor con el enamoramiento. El verdadero amor es aquel en el que te reconoces a ti mismo, como un ser útil, digno y transcendente.
Cuando te amas a ti mismo encuentras al otro lado, a tu pareja ideal. A veces de manera inconsciente has atraído a tu vida parejas que confirman tus creencias limitantes.
Así que para que comprendas la importancia de actuar con conciencia cuando eliges a tu pareja, es necesario que revises tu universo interior, que sanes esas heridas emocionales del pasado y abras los ojos. Enciendas las luces y tomes el asunto en serio. Es primordial, observar con madurez con quién te involucras, debido a que te podrías estar jugando tu vida y quedar atrapado en un círculo enfermizo, donde alguien maltrata y el otro lo permite. O echar por la borda, tu libertad emocional, tu derecho a ser tú mismo. Convertirte en una persona codependiente, vivir amagardo(a) e ir por la vida, mendigando amor.
En las cosas del corazón es mejor andar con mucho cuidado, ni bueno, ni malo, más lo importante es tomar conciencia de las acciones de tu vida. Observa antes de tomar decisiones impulsadas por el enamoramiento. En esta ocasión quiero compartir esta reflexión para aquellos que desean una pareja, o tienen conflictos con su ser amado, o se sienten a pesar de tener una persona a su lado vacíos, o desean tener una pareja, pero no saben porque no ha llegado aún.
Cuando nos enamoramos, percibimos al otro como si fuese el doble de nosotros, dotado de rasgos que corresponden a la imagen ‘idealizada’ de lo que quisiéramos ser.
A medida que pasa el tiempo, la relación va pasando por varios acontecimientos, el espejo deja de serlo y aparece el deseo natural de recuperar la identidad. Al inicio, sentirse amado, admirado, era el mayor deseo y no importaba que nos tomaran por otro.
Llegará un momento que el otro nos mostrará su realidad que no podrá ocultar, y empezará a ver nuestro yo, que no podremos esconder para siempre, por hermoso y halagador que nos parezca sentirnos enamorados. Lo más sorprendente, es encontrar que el otro no era lo que yo creía que era, y peor que eso, el otro también descubre lo mismo en uno.
Nos enamoramos de ilusiones, de lo que yo creía que el otro era. Por esta razón, encontrarnos con la verdad de mí mismo, primero, y luego la verdad del otro, será el reto más importante que tendremos todos los que aspiramos a conservar una pareja.
Será como despertar de un sueño. Aparecerá poco a poco una persona diferente a la que creíamos nos habíamos unido, creemos que el otro ha cambiado y en realidad lo que pasa es que han cambiado los ojos con los que miramos.El enamoramiento es amar las coincidencias, una locura gratuita inevitable.
El amor, en cambio, es un producto cuerdo y costoso, duradero, menos turbulento, que hay que trabajarlo para sostenerlo y todavía más retante es enfrentarnos con nosotros mismos para analizar por qué yo quiero esa pareja y no otra, y peor que eso, analizar mis debilidades y traumas de mi infancia, que siempre estarán presentes en la relación.
Recordemos que buena parte de nuestras reacciones ante la pareja están originadas subconscientemente por lo bueno, lo malo y lo feo de nuestra relación con nuestros padres y madre, el Divino Masculino y el Divino Femenino. “Lo ideal sería sanar y comprender hacia atrás todos los sucesos para liberarme de las ataduras del pasado que subconscientemente me esclavizan: somos esclavos de nuestro pasado no resuelto, hasta que lo saquemos y lo hagamos consciente y comprensivo”.
Llevamos dentro un niño herido, los dolores que no pudimos expresar en nuestra infancia los cargamos a cuestas y los expresamos instintivamente sin tener consciencia de ello. Estas reacciones son las que nos causan más problemas en las relaciones íntimas.
Ese niño herido, está tan adolorido que cuando ese dolor se hace presente, dominará nuestra vida y no podremos pensar en otra cosa. Hasta que no nos ocupemos de él, seguirá reaccionando y empeorando nuestras relaciones íntimas.
Es habitual que creamos que la pareja es la causa de nuestro conflicto interno que no tenemos consciente. La propuesta, para comenzar a sanar la relación y empezar a hacerlo diferente, es usar la misma energía que invertimos para pelearnos con ella, utilizarla para descubrir en nuestro interior qué nos pasa con ese asunto que tanto nos irrita y molesta.
Pretendemos que la pareja resuelva nuestras angustias, aburrimiento, la falta de sentido de la vida, esperando que llene nuestros huecos. La invitación es a resolver mi propia vida, sin esperar que alguien lo haga por mí, y no intentar resolverle la vida al otro.
El mejor, el más preciso y cruel de los espejos, es la relación de pareja; único vínculo donde podrían reflejarse de cerca nuestros peores y mejores aspectos.
Es común que las parejas inviertan mucho tiempo intentando convencer al otro de que hace las cosas mal. Lo más sano es aprender a pactar, en lugar de convertirse en jueces o pretender cambiar al otro.
Dedicarse a mostrarle al otro permanentemente sus errores, dará como resultado que se sienta descalificado, disminuido, que se vaya de tu lado o que se quede para aborrecerte.
Amar es aceptar al otro como es (no quiere decir esto que tenga que vivir para la eternidad con alguien que no me conviene y me agrede, pues cuidar el equilibrio y respeto por mis sentimientos es también una expresión de equilibrio de mi personalidad: No dependo emocionalmente de nadie, pues cuando esto pasa, estamos cediendo el equilibrio de nuestro ser).
Este es todo un desafío, que empieza por uno mismo. Aceptarnos no quiere decir renunciar a mejorar, se trata de vernos como somos, tener una actitud amorosa, respetuosa y gentil con nosotros mismos, esto es lo que nos ayuda a crecer: en síntesis, la mejor forma de ser una pareja ideal para otro, es aceptarnos y amarnos a nosotros mismos de manera incondicional, fortaleciendo nuestra autoestima, seguridad en mí mismo y el auto-merecimiento (me merezco la mejor pareja y no tengo miedo a amar ni a dejar que otros me amen como soy: Puedo ser la mejor expresión amorosa para otro, pero soy también el mejor guardián de mi propia integridad y mi propia felicidad).
La felicidad no consiste o no se encuentra referida a que otros te amen: la encuentras en la manera o perspectiva como te ves a ti mismo, en cómo ‘Yo Soy feliz’ y seguro de mí mismo, con la mejor expresión de amor y respeto por el otro, me ame o no me ame, lo cual no puedo garantizar ni asegurar. Solo puedo velar por mis sentimientos y la propia construcción amorosa del ‘Mí mismo’.
Para volar y crecer necesitas amarte a ti mismo y eso significa cuidarte en todos los aspectos de la vida, en el área de la salud, la diversión, el trabajo, la familia, el desarrollo interior, la profesión, la relación con ese ser Supremo: inteligencia universal, Dios, energía, Universo, en las relaciones con tu familia, en el diálogo interior, en ponerle amor a tus sueños o metas para hacerlos realidad, en juzgar menos y amarte más, creando espacios de amor para ti mismo.
La pregunta del Coach del corazón.
¿Cuánto te amas a ti mismo?
¿Quién eres tú?
¿Cómo te defines a ti mismo?
Para empezar a amarte, comienza por mirarte al espejo y decirte a diario, me amo, me acepto y me apruebo. Reconócete y no te eches a menos.
Coaching es una relación que apoya a las personas a lograr resultados extraordinarios, sus vidas, trabajos, negocios y organizaciones. A través del coaching los clientes profundizan en sus aprendizajes y mejoran su desempeño y calidad de vida.
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