Por: Jimena Serrano.
Las mujeres representan el 20% de la fuerza laboral agrícola de América Latina y, en países como Colombia y México, constituyen más del 60% de los empleados en el cultivo de flores y verduras. Lo que es más, las agricultoras tienen un papel clave a la hora de asegurar la calidad de los productos agrícolas.
En el caso del café, las mujeres contribuyen la mayor parte de la mano de obra en las primeras etapas de producción, lo que incluye el cuidado de la planta, la cosecha y su procesamiento. Trabajos como la recolecta de granos y su clasificación tienen un impacto directo en la calidad del café y el precio que se puede cobrar en venta. Las mujeres se destacan en estas tareas y su aporte, por lo tanto, influye directamente en los ingresos de los comercializadores de café. Su papel, sin embargo, rara vez se contempla en las cadenas de suministro agrícola – ganan menos que los hombres.
Ante el desafío de un clima cambiante, el papel de las agricultoras sigue ganando importancia. Un clima más cálido y el cambio de los patrones de precipitación ponen en riesgo los cultivos agrícolas. Áreas claves para la producción de alimentos, como la cuenca del Amazonas en Brasil y las llanuras costeras en el norte de Suramérica, serán las más afectadas por las sequías del futuro.
Fenómenos como La Niña (temporada de sequías), por ejemplo, crean ambientes ideales para enfermedades como la roya del café, que se multiplica con el exceso de lluvias y las temperaturas altas. Debido a las sequías en Brasil – el mayor productor de café robusta – la producción de esta variedad se estima que caerá en un 13% en la cosecha 2015/16 en comparación con el año anterior.
Para hacerle frente a esta realidad, hacen falta fertilizantes y otros insumos de producción. Los hogares encabezados por mujeres, sin embargo, tienen menos acceso a estos recursos. Y como no suelen estar involucradas en la venta en el mercado, también tienen menos control sobre los ingresos que se generan con sus productos.
Otro factor que las impacta es que a menudo no están organizadas en cooperativas. Como resultado, tienen menos acceso a capacitaciones y entrenamientos y compran sus fertilizantes a precios menos favorables. Su capacidad para adaptarse a las cambiantes condiciones climáticas se dificulta aún más porque no pueden automatizar sus procesos agrícolas por falta de acceso a crédito.
Para las compañías agroindustriales, estos desafíos resultan en una caída de productividad y de calidad, lo cual pone en peligro su abastecimiento de materia prima. Para fortalecer sus cadenas de suministro frente al cambio climático, las empresas del rubro pueden apoyar a las agricultoras haciéndose las siguientes preguntas fundamentales, que también inciden en la igualdad de género:
- ¿Quién necesita acceso a formación, herramientas y técnicas para tratar los cultivos enfermos afectados por el cambio climático?
- ¿Quién está tomando las decisiones a nivel de la cooperativa?
- ¿Las agricultoras están representadas?
Al identificar restricciones específicas de género las compañías agroindustriales se pueden asegurar de que los recursos que inviertan creen el máximo impacto en sus cadenas de valor.
Nota publicada en el blog “Negocios sostenibles” de la Corporación Interamericana de Inversiones-CII (Miembro del Grupo BID), reproducido en PCNPost con autorización.
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