Por: Peter Lloyd-Sherlock.
Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizado en México, el 58% de las personas mayores de 50 años padece de hipertensión (presión peligrosamente alta en la sangre), sin embargo menos del 12% de esas personas controla dicha condición de manera efectiva. Eso representa un problema mayor en la salud pública que exige tomar medidas urgentes para evitar millones de muertes prevenibles.
Durante la última década, se logró en América Latina un progreso significativo en la prestación de pensiones para adultos mayores. La medida ha recibido un merecido elogio como un logro importante y un paso vital hacia el desarrollo de sociedades más equitativas e inclusivas. Como sucede con otras transferencias de fondos, a veces se ha afirmado (o al menos se ha implicado) que otorgar subsidios mensuales confiables a los adultos mayores no mejora solamente sus circunstancias económicas inmediatas, sino que también conlleva un conjunto más amplio de efectos positivos, entre los que se incluye un estado de salud potencialmente mejorado.
La lógica que sostiene dicho argumento parece ser bastante directa: el acceso a servicios de salud cuesta dinero y los adultos mayores suelen tener necesidades de salud más costosas que las de otros grupos. Como sucede con el seguro médico, si se pueden reducir las barreras financieras de los servicios de salud, los adultos mayores los utilizarán en mayor medida y, por lo tanto, gozarán de mejor salud.
Hasta aquí suena lógico. Pero dicho argumento también presenta un problema: aparentemente, la evidencia no lo sostiene. Puede observarse en Sudáfrica, donde se presta una pensión virtualmente universal que brinda beneficios superiores a US$ 100 mensuales. El mismo estudio de la OMS que recopiló datos en México reveló que, en Sudáfrica, los adultos mayores tienen el índice más alto de hipertensión registrado en cualquier país del mundo en cualquier punto de la historia humana.
Eso tiene importancia porque la hipertensión no solo aumenta el riesgo de apoplejía y otras condiciones graves de salud, sino que también constituye la principal causa de mortalidad en adultos mayores a escala mundial. Según los resultados preliminares de un estudio mío que todavía no se ha publicado, casi el 80% de los sudafricanos mayores de 50 años padecían de hipertensión y solo el 8% de estos controlaba su condición con medicamentos de manera efectiva.
Por lo tanto, ¿por qué la hipertensión afecta tanto a los sudafricanos si estos reciben pensiones considerables, los servicios gubernamentales de salud están a su disposición en forma gratuita y muchos medicamentos genéricos para la hipertensión cuestan menos de un dólar por mes?
Hay varias razones.
- La mayoría de los sudafricanos de mayor edad que padecen de hipertensión (77%) no saben que tienen esa condición, ya que la hipertensión generalmente no presenta síntomas y no es ampliamente conocida en esas poblaciones.
- Incluso entre aquellos que reportaron que recibían un tratamiento, solamente una minoría (el 23%) había controlado exitosamente su condición. Eso puede deberse a que la medicación es inadecuada para sus necesidades particulares (o no reduce la presión sanguínea o causa efectos secundarios desagradables y, por eso, el paciente no la toma regularmente).
- En el estudio que estoy por publicar, los resultados concluyen que el hecho de cobrar una pensión aumentaba el conocimiento de la hipertensión por parte de dichas personas, como así también la cantidad de visitas que realizaban a proveedores de servicios para pacientes ambulatorios, pero no asoció significativamente ese hecho con el control de la hipertensión. En otras palabras, los pensionados están tan expuestos a los efectos dañinos de la hipertensión como los no pensionados.
Las pensiones (y, para el caso, también el seguro médico) pueden ayudar a los adultos mayores a obtener acceso a servicios de salud, pero no pueden mejorar la salud por sí misma. Tal situación requiere intervenciones adicionales en la salud pública, tales como las campañas generalizadas de detección de enfermedades comunes no transmisibles. También se necesitan servicios de salud adecuados y accesibles, así como un abastecimiento confiable de medicamentos.
En América Latina, algunos países como Brasil han logrado un progreso considerable en la mejora de tales servicios. Todavía falta mucho por hacer en otros lugares. En el caso de México, la prestación de pensiones y seguro médico debe acompañarse no solamente con una inversión en intervenciones en la salud pública a fin de concientizar a la población sobre las enfermedades, sino también con una clara política para mejorar la calidad y la disponibilidad de los servicios de salud esenciales.
¿Qué nos dices sobre la situación en tu país? Danos tu opinión por medio de Twitter o en la sección de comentarios más abajo.
Peter Lloyd-Sherlock es profesor de Política Social y Desarrollo Internacional en la Universidad de East Anglia, Reino Unido.Los intereses principales de su investigación son la política social y el bienestar de los adultos mayores en países con ingresos bajos y medios. El análisis para este blog se basa en un proyecto de investigación financiado por el Consejo de Investigaciones Económicas y Sociales del Reino Unido (Subsidio ES/K003526/1).
Nota originalmente publicada en el blog “Gente Saludable” del Banco Interamericano de Desarrollo BID, reproducido en PCNPost con autorización.
SOURCE: Los Blogs del BID
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