Por: Gador Manzano.
Mis dos hijos están aprendiendo a andar en bicicleta. Mientras que uno se cae, se sacude el polvo de las rodillas y se sube de nuevo, el otro ve la humillación en la caída y necesita más apoyo para volver a intentarlo.
¿Por qué unos niños se ahogan en un vaso de agua y otros se recuperan rápidamente de los fracasos?
Los expertos hablan de la resiliencia, que ya mencionábamos en otro artículo de este blog como la capacidad que tenemos de sobreponernos a los contratiempos, grandes y pequeños, de la vida. La resiliencia es un concepto tomado prestado de la física, que describe la capacidad de los metales de doblarse sin romperse.
Esta cualidad parece ser un buen factor para ser exitoso en la vida y, al igual que la inteligencia emocional, es maleable. Es decir es una habilidad que se puede aprender y por lo tanto puede ser enseñada. ¿Qué podemos hacer los adultos para que nuestros pequeños vean en el fracaso una oportunidad, un aprendizaje?
Aquí enumero cuatro estrategias señaladas por los expertos para fomentar esta capacidad de sobreponerse a los golpes que da la vida:
1. Cultivar la perseverancia: esto se puede hacer eligiendo una actividad que a los niños les guste y asegurándose que sigan avanzando en ella. Puede ser jugar al fútbol, tocar el piano o aprender chino. Pero no vale que a la primera dificultad dejemos que los pequeños abandonen la actividad.
2. Hablar sobre los fracasos: compartir experiencias de derrotas que nosotros adultos hemos tenido y explicar cómo lo superamos. Mostrar con ejemplos prácticos cómo un fracaso puede ser una buena ocasión de aprender o una oportunidad para explorar nuevas opciones. El desmitificar las equivocaciones permite a los niños seguir superándose.
3. Asumir las decisiones: permitir a los niños tomar decisiones apropiadas para sus edades y vivir con sus consecuencias. Los mayores no deben estar constantemente sobreprotegiendo a los más pequeños.
4. Establecer relaciones de confianza: asegurarnos que los niños cuentan al menos con un adulto con el que tienen una relación segura, afectiva. En los centros educativos se pueden crear ambientes escolares que promuevan la resiliencia a través del enriquecimiento emocional de los vínculos entre docentes y estudiantes con el establecimiento de límites claros y con la promoción de habilidades socio-emocionales.
Otros factores que ayudan a promover la resiliencia son la autoestima, la confianza en uno mismo y en los propios recursos; la creatividad, incluyendo flexibilidad para ver soluciones a una situación desde diferentes ángulos; una actitud positiva frente a la vida, intentando usar el humor como arma para enfrentar las pequeñas adversidades.
Gádor Manzano es especialista senior en comunicación especializada en temas de salud.
Nota publicada en el blog “Primeros Pasos” del Banco Interamericano de Desarrollo BID, reproducido en PCNPost con autorización.
SOURCE: Los Blogs del BID
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