Por: Francisco Manrique.
En el Post anterior, La muerte del Llanero Solitario, mencioné que la velocidad de los cambios, y la complejidad sistémica de muchos de los problemas que enfrenta la sociedad contemporánea, han hecho ver cada vez más incompetentes a los funcionarios públicos a cargo de las diferentes entidades del Estado. Este fenómeno creciente, se ve también reflejado en la desconfianza de la gente en los políticos que los representan, y en la capacidad del sistema para responder a sus necesidades.
También mencionaba, que un solo individuo u organización, no pueden generar los cambios de sistemas complejos como el de la Educación, o la Salud, para citar sólo dos ejemplos. Y sin embargo, los políticos les venden a los votantes la ilusión de que tienen siempre el as bajo la manga, que les va a resolver a sus seguidores todos sus problemas. La gente pide respuestas simples a los problemas cada vez más complejos de la sociedad.Es importante tener en cuenta que hay algunos problemas sociales que son técnicos. Esto significa que están bien definidos, la solución es conocida de antemano, y una o más organizaciones tienen la habilidad de implementarla. Ejemplo de lo anterior son las becas para estudiantes, el construir un centro de salud, o vacunar a la población. En estos casos, la gente puede esperar y exigir una respuesta.
Pero hay otro tipo de problemas cuya complejidad que no tienen una respuesta clara pero si muchas preguntas, como tampoco hay una sola entidad que tenga los recursos ni la autoridad para conseguir el cambio deseado. Estos son los problemas que Ronald Heifetz, profesor de liderazgo en Harvard, ha denominado retos adaptativos. Se requiere de liderazgo y asumir el riesgo de innovar, para movilizar colectivamente a la comunidad.
Ejemplos de lo anterior son la reforma a la educación pública, cambios en las condiciones ambientales, o en la salud de la comunidad. En todos estos casos, el llegar a una solución efectiva, requiere del aprendizaje por parte de quienes participan y están envueltos en el problema, que además tiene que cambiar su propio comportamiento, con el fin de obtener la solución
Con estos antecedentes y por lo innovador del tema, me llamó mucho la atención el caso de Strive en Cincinnati, en los Estados Unidos, ciudad que visité recientemente. Con este nombre se conoce a una iniciativa que ha sido tremendamente exitosa porque cambió la totalidad del sistema educativo de esa región y que ha dado origen al concepto de Impacto Colectivo. Es un ejemplo de lo que se puede conseguir cuando se lograr la colaboración de muchos con una visión compartida y un propósito común.
Me había enterado de este caso por un informe realizado por McKinsey hace cinco años. Lo desempolvé recientemente porque tenía elementos muy valiosos para varias iniciativas en las que estoy comprometido. El ejemplo de Strive puede ser un referente muy interesante para movilizar a muchas organizaciones y personas, alrededor del ejercicio de Escenarios 2025 y el de Especializacion Inteligente, que hemos apoyado desde CONNECT Bogotá Región y la Cámara de Comercio de Bogotá.
¿Porqué Strive ha tenido éxito cuando muchos esfuerzos han fallado? La razón: porque un grupo de líderes de la comunidad decidieron abandonar sus agendas individuales en favor de una aproximación colectiva, para mejorar los resultados de los estudiantes. Pero también, porque tomaron la decisión de no ser simplemente unos espectadores y esperar que alguien más se encargara de resolver el problema.
Dada la velocidad de los cambios y el impacto de la tecnología, la formación pertinente del capital humano se ha vuelto fundamental en el mundo entero, y por esta razón, la transformación del sistema educativo se ha convertido en una prioridad. Sin embargo, a pesar de algunos logros, los intentos hechos desde diferentes ángulos por parte de los gobiernos, con el aporte de fundaciones importantes, no han producido los resultados esperados. La frustración ha sido la constante debido a la falta de progreso obtenido.
En el caso de Cincinnati, la iniciativa logró convocar a 300 líderes de organizaciones locales que acordaron participar para cambiar la realidad. El grupo incluyó las cabezas de fundaciones privadas, funcionarios del gobierno local, representantes del sistema escolar, los presidentes de ocho universidades y los directores ejecutivos de organizaciones del sector privado, interesados en los temas de la educación.
En la actualidad, la experiencia de la iniciativa de Cincinnati, está permitiendo tener un proceso flexible para el cambio, ofreciendo un juego de herramientas para el desarrollo de procesos de impacto colectivo. Este es adaptable a las necesidades locales, permitiendo que otras comunidades se vinculen a una red que tiene ya 65 de ellas en 32 Estados, donde hoy colaboran 8.900 organizaciones. Todos ellos tienen el compromiso de desarrollar sus propias iniciativas, sin tener que arrancar de ceros, pero comprometiéndose a respetar la reglas de la red.
Hay muchos aspectos que llaman la atención. Por ejemplo, en el análisis que se hizo al comienzo del proceso, fue claro que no hacía mayor diferencia intervenir un solo eslabón del sistema educativo, a menos que todas las partes de esta cadena se abordarán simultáneamente. Esto implicaba un reto enorme, pero realista, que los obligó a buscar una solución muy creativa, cuyos resultados hoy se evidencian, y son un ejemplo para otras regiones.
Pero también, se dieron cuenta que el reto superaba la capacidad de una sola organización, independientemente de lo innovadora o poderosa que fuera, para abordar sola el cambio del sistema. La misión ambiciosa que se plantearon los líderes de Strive, fue el mejoramiento de cada una de las etapas de la vida de un joven desde la cuna hasta educación superior.
Otro tema a resaltar es que Strive no busco crear un nuevo programa, o tratar de convencer a los donantes a invertir más dinero. A través de un proceso cuidadosamente estructurado, focalizaron a toda la comunidad educativa hacia un conjunto único de objetivos y bajo parámetros de medición comunes.
Las organizaciones participantes, se agrupan en redes por tipo de actividades, interviniendo diferentes puntos del sistema, donde sus capacidades se suman y complementan. Para garantizar la efectividad de cada nodo, se tiene la ayuda de facilitadores para las reuniones programadas. Se cuenta con indicadores compartidos, mejores prácticas, y una actitud abierta al aprendizaje colectivo, que permiten alinear los esfuerzos de todos los participantes.
Este conjunto de actores importantes provenientes de diferentes sectores, es un ejemplo de lo que hoy se conoce como el impacto colectivo. Cuentan con una ruta acordada, una organización y procesos definidos, para resolver un problema social específico. Es un esfuerzo que requiere de una agenda común, indicadores compartidos que midan el avance logrado, una comunicación continúa, actividades que se refuerzan mutuamente y una pequeña organización de soporte.
Iniciativas de esta naturaleza no son comunes, y sin embargo ejemplos como Strive, muestran que es posible cambiar exitosamente temas sociales, como el de la educación. Ahora, es claro que para logarlo, se requiere la participación de diferentes jugadores para cambiar el comportamiento del sistema, con el objetivo de poder resolver los problemas que les impiden conseguir los resultados buscados.
Hay otros ejemplos donde se ha utilizado el concepto de Cincinnati, para enfrentar temas como la obesidad de los jóvenes, la descontaminación de un río, y el manejo de una comunidad compleja en el África.
Como lo menciona el artículo publicado por la revista Stanford Social Innovation Review, estos ejemplos tienen un tema en común: “los cambios sociales en escala grande, se producen más fácilmente a través de la coordinación cruzada entre sectores en vez de intervenciones individuales”. Sin embargo, no se ha generalizado este tipo de aproximación, porque toma tiempo, requiere de esfuerzo y de asumir el riesgo de un proceso que va en contravía de los modelos mentales establecidos, donde priman más los egos y el individualismo.
Para las entidades financiadoras el cambio es muy significativo. Ya no se trata de invertir en proyectos específicos, sino en el ecosistema que haga sostenible el proceso de cambio. De esta manera se busca evitar la multiplicidad de esfuerzos aislados y descordinados que incrementan exponencialmente la necesidad de recursos, para tener el impacto requerido.
A pesar de que la aproximación dominante es la individualista, hay una escasa evidencia de que este tipo de iniciativas son la mejor forma para enfrentar los problemas sociales complejos, en un mundo cada vez más interdependiente. El problema del aislamiento del sector social, se agrava por la falta de participación de otros actores por fuera de él, pero que son críticos en la solución de problemas complejos.
Otro aprendizaje de Strive, es la necesidad de generar la capacidad para lograr acuerdos, alrededor de objetivos comunes, y nuevas formas de relacionamiento para conseguir el impacto colectivo. Se necesitan organizaciones con capacidades para coordinar actividades y recursos.
La experiencia en los Estados Unidos es que el Sector Social no está muy abierto al cambio hacia el impacto colectivo. Solamente, hasta que los financiadores estén dispuestos a aceptar esta nueva aproximación e invertir suficiente recursos en la facilitación, coordinación, y medición que le permita a las organizaciones trabajar de manera concertada, es posible ver un cambio.
Como se ve en este caso de Strive, hay unas pistas muy sólidas de lo que deberíamos intentar hacer en Bogotá para acompañar a la nueva administración en la hercúlea tarea de corregir el rumbo y posicionar a nuestra región en el mapa internacional. Tendrá que ser un trabajo colectivo, que para el bien de todos, espero que se entienda que no hay otro camino.
Imagen en página inicial cortesía de Stuart Miles en FreeDigitalPhotos.net
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