La muerte del Llanero Solitario

Por: Francisco Manrique.

En este Post quiero abrir una discusión sobre un tema que tiene diferentes manifestaciones y que requiere de nuevas formas para enfrentarlo. Me refiero a la percepción creciente de que el Estado y los partidos políticos responsables de su manejo, no le están cumpliendo al ciudadano. Pero detrás de esta declaración simplista, hay mucha más tela que cortar, y la necesidad de nuevas aproximaciones donde se demuestra que el problema nos cobija a todos.

Diariamente leemos que los gobiernos, a los diferentes niveles, enfrentan problemas cada vez más difíciles de resolver. Las entidades públicas se ven frecuentemente desbordadas por los hechos, y maniatadas muchas veces por las mismas regulaciones, que se establecen para abordarlos, sin lograr una solución que responda adecuadamente a las nuevas realidades .

La verdad es que los cambios, que son cada vez más rápidos en el mundo, están dejando atrás a las instituciones públicas, a las normas y regulaciones que se expiden, reaccionando muchas veces de manera reactiva. Un excelente ejemplo es el de Uber, cuya oferta de valor cogió con los pantalones abajo, a las autoridades de las ciudades donde opera en diferentes partes del mundo. Pero este mismo fenómeno se puede observar en sectores como la Educación, donde las necesidades de formación no están siendo satisfechas a la velocidad, ni con la calidad requeridas.

El tema se vuelve más crítico, cuando no basta tener una buena gerencia, sino  responder a los cambios que  impactan significativamente los sistemas complejos, como puede ser el de la Salud, o la Educación. En estos ejemplos, hay una creciente demanda para atender las nuevas necesidades de los usuarios. Pero en la práctica, debido a que los ajustes no se dan, quienes acceden a estos servicios, se convierten en sus víctimas, porque no se tiene la capacidad de responder a las expectativas mínimas de funcionamiento.

La tendencia anterior, hace ver cada vez más incompetentes a las instituciones públicas y a sus funcionarios responsables. La creciente insatisfacción de las comunidades, se manifiesta en demostraciones violentas, que se convierten en válvulas de escape y carne de cañón de agitadores profesionales.

En el paradigma actual, la responsabilidad de la solución a todos los problemas cae en los hombros de las autoridades. Los demás actores de este drama, además de su papel de “víctimas del sistema”, asumen un papel muy pasivo de observadores de la realidad que los afecta, pero que se ven así mismos incapaces de ayudar a transformar.

En muchos caso, como en Colombia, la dinámica descrita se manifiesta de manera perversa, especialmente cuando hay desastres naturales. En estos casos las comunidades esperan que el Estado les resuelva todo sus problemas. Pero la realidad es otra: hay una institucionalidad muy débil que suele ser desbordada por las nuevas circunstancias y la gente no asume tampoco la responsabilidad que también les corresponde.

El problema serio es que la gente espera soluciones milagrosas a problemas sistémicos complejos, que han venido creciendo con el tiempo. En algunos casos, por falta de una buena gerencia. En otros, por la misma indiferencia de la gente que no se manifiesta y participa en su solución. Pero también en otros casos, como la salud y la educación, porque los cambios demográficos y tecnológicos, han desbordado los sistemas existentes, que ya no responden a las nuevas realidades.

En estos últimos ejemplos, se necesita que emerja el concepto del liderazgo, que responde al surgimiento de un nuevo paradigma: el Impacto Colectivo. Como veremos en el siguiente Post, se muestra un nuevo camino para enfrentar la transformación de sistemas complejos como el de la Educación, con la participación activa y efectiva de muchos actores, tanto públicos como privados

Las dinámicas de cambio que se están dando, explican en buena parte, la crisis de los partidos políticos en muchas partes del mundo, y el surgimiento de movimientos de extrema, como se está viendo en Europa en la actualidad. Hay una desconfianza creciente hacia la capacidad del Estado, sus instituciones y los partidos políticos, de estar a la altura de los retos y las exigencias de una sociedad cada vez más informada y exigente. Lo interesante es que nadie se está preguntando qué rol les compete a los demás actores de la sociedad, para ayudar a enfrentar los problemas colectivos.

A lo anterior, hay que añadir el fenómeno de la corrupción rampante que acompaña esta situación, y que ha puesto a los políticos en la cola de las encuestas. Hoy en España, no se ha podido formar un nuevo Gobierno porque nuevos partidos como Podemos, han canalizado el malestar ciudadano relacionado con los escándalos de corrupción de los partidos tradicionales. En otro contexto en los Estados Unidos, el Sr Trump ha logrado darle voz a los miedos y rechazó de las élites políticas tradicionales.

En esas condiciones, no es de extrañar que, quienes se meten en actividad política, se les perciban como unos incompetentes para atender las necesidades de la población. Peor aún, se les ve como unas sanguijuelas profesionales que saquean el erario público. La confianza en las instituciones del Estado, y en sus operadores que son los políticos, está en un momento muy bajo en muchas partes del mundo, lo cual es tremendamente peligroso y preocupante.

Pero lo que genera más desconcierto e incertidumbre de la dinámica anterior, es que está atrapando cada vez más a los políticos y funcionarios, porque no reconocen que hay muchos problemas para los cuales no hay soluciones sencillas, pero durante las campañas ilusionan a la gente de lo contrario. No entienden que tienen un problema en sus manos que requiere nuevas aproximaciones colectivas, para enfrentar la realidad de su complejidad.

Y lo que es más grave, los funcionarios y políticos de turno actúan como si nada hubiera cambiado, lo que les impide orientar a la ciudadanía en relación a los nuevos retos que los involucra a todos como parte de una posible solución. En un mundo cada vez más informado e interconectado, donde la tecnología juega un papel creciente en nuestras vidas, es cada vez más importante comprometer a otras instituciones y a las personas afectadas en la solución de sus problemas.

Con este Post espero haber dejado planteado el problema que responde a la pregunta: ¿Porqué actuar diferente?  y la necesidad de incorporar nuevas soluciones para intervenir los sistemas complejos cuyos impactos afectan a toda la sociedad. También, que estos sistemas están siendo afectado por los cambios muy rápidos que se están produciendo, así como por las mega tendencias a las cuales me he referido en Post anteriores (Tendencias globales y su impacto en las ciudades – Parte ITendencias globales y su impacto en las ciudades – Parte IIEl rol del liderazgo en las ciudades del futuroLa economía colaborativaLa nueva economía).

La realidad se impone: no existe una sola persona, entidad u organización, capaz de enfrentar estos retos solos como “el Llanero Solitario o Superman”. Los que lo intenten van a seguir defraudando a los votantes y minando la confianza en el Estado y el sistema democrático. Se necesita verdaderos líderes que inviten a la comunidad a hacer parte de la solución y no simples espectadores y “víctimas” del problema.


 

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