Por: Francisco Manrique.
En octubre del 2015, recién elegido Enrique Peñalosa como el nuevo alcalde de Bogotá, escribí el Post El malabarismo que enfrenta Peñalosa en Bogotá. En este artículo, mostraba los desafíos de malabarista que iba a encontrar el nuevo burgomaestre, al recibir una ciudad maltratada por los muy cuestionables desempeños de sus antecesores desde el 2002, y en especial por el desmadre que le dejó Gustavo Petro, su muy polémico antecesor.
Han pasado 16 meses desde que asumió su cargo, y lamento decir que no me equivoqué, en la lectura que hice de los retos que iba a enfrentar el nuevo alcalde. Y tampoco estuve errado, cuando afirmé en varios foros, que la personalidad y temperamento de Peñalosa, iban a ser aprovechados por sus enemigos políticos . La percepción de ser una persona obsecada y distante, que lo ha acompañado durante su carrera política, ha pesado más que el haber sido un excelente ejecutor y conocedor de Bogotá desde hace dos décadas.
¿Qué le ha pasado a Peñalosa que lo enfrenta a una revocatoria de su mandato? Esta pregunta es muy pertinente, cuando las encuestas recientes lo muestran con la peor percepción de su gestión, entre los alcaldes de las ciudades más importantes del país. Pero también, cuando sus índices de imagen negativa, lo ponen a la par de Santos en Colombia y Maduro en Venezuela y por debajo de Petro en su peor momento. Triste decirlo, pero en términos de imagen, difícilmente se puede estar más bajo, cuando solo ha cumplido escasos 16 meses al frente de la Alcaldía.
Pero la imagen que lo acompaña no debe ser la razón que amerite la revocatoria de su mandato, cuando lleva un año y tres meses haciendo un esfuerzo inmenso por poner en orden la casa que le dejó su antecesor, quién está detrás de la iniciativa de sacar a Peñalosa de la Alcaldia de Bogotá. Gustavo Petro ha visto una oportunidad de oro de atacar a Peñalosa, para borrar su pésima gestión como alcalde, y catapultar su candidatura a la Presidencia de Colombia en el 2018.
Vivimos en una época muy peligrosa. Hay políticos como Petro, que demostraron su total incompetencia en el manejo de la principal ciudad de Colombia, pero que tienen el descaro de aspirar a manejar los destinos de nuestro país. Por esta razón, lo que pase con Peñalosa en los próximos meses a la cabeza de la alcaldía, no solo afecta nuestra ciudad, sino que podría tener un inmenso impacto nacional, al volver la pesadilla de Petro en la Presidencia, como una realidad en el 2018.
Yo no estaba equivocado. La realidad fue más cruda que las peores expectativas. Tengo la sospecha que Peñalosa subestimó la magnitud de los problemas que heredaba de su antecesor: el presupuesto amarrado, un exceso de funcionarios y contratistas vinculados a las carreras antes de que Petro entregara su cargo, y una administración que no había tenido una gestión profesional por muchos años.
Como el malabarista al que hice referencia en mi blog del 2015, Peñalosa ha tenido que mantener en el aire, la pelota de la búsqueda de soluciones de corto plazo, de los urgentes problemas que afectan a la ciudad. Para iniciar, era necesario montar un equipo competente que abordara la reorganización y mejoramiento en la gestión de todas las entidades del distrito. La opinión en este punto es muy favorable y lo ha logrado. Sin tener una buena capacidad de gestión institucional, era imposible solucionar el caos de la movilidad, la percepción de inseguridad, y el desorden en el sector salud, entre otros temas relevantes para la ciudad.
Por ejemplo, en materia de seguridad, esta se ha mejorado notablemente por una acción coordinada entre la Administración y la Policia, que ha producido muy buenos resultados y mejora en la percepción por parte de la gente. También, se ha hecho una buena gestión para enderezar el sistema hospitalario de la ciudad. Recientemente, y después de muchos años, se desatascó el Plan Zonal del Norte que permite ampliar el desarrollo urbano de la ciudad. Pero en el tema de la movilidad todavía no se ve una luz al final del túnel.
Entre sus principales apuestas, está el Metro elevado, con un ajuste polémico del diseño, pero más alineado con la realidad económica de la ciudad. También, está el inicio de las nuevas troncales de Transmilenio, y que son necesarias para el desarrollo del sistema ( hoy hay 114 km vrs 384 kms que debían estar ya terminados).
Las agendas , de corto y largo plazo de la ciudad, las tiene que enfrentar con unas arcas muy comprometidas y dentro de un marco de tiempo muy corto. Su reputación de buen ejecutor, ganada hace 19 años, se va a poner realmente a prueba a partir del 2017. Le quedan menos de tres años para ejecutar su promesa de transformar nuevamente a la ciudad, como lo había hecho a finales de los años 90, pero hoy en condiciones muy diferentes de entorno y de ciudad.
Lo único que no necesita Bogotá es perder tiempo ni los recursos que no tenemos, para permitirle a Peñalosa ejecutar su Plan de Desarrollo. Lo que si hay que promover, es el cambio que permita la segunda vuelta en las elecciones de los principales alcaldes del país. Es fundamental que estos cuenten con mandatos muy sólidos y no con porcentajes tan bajos como ha sucedido en Bogotá por la fragmentación de muchos candidatos. Y en este caso, el tema es todavía más crítico por los inmensos retos que tenemos como ciudad.
Y finalmente, es importante que se conozca públicamente los problemas que dejó la Administración de Petro. Porque si no se conocen, difícilmente va a poder avaluar la ciudadanía los inmensos retos que ha significado enderezar el curso de una mega urbe como Bogotá. ¿Donde están los congresistas elegidos por nuestra ciudad en este proceso? ¿ Donde están la Contraloría y la Fiscalía?
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