Por: Nerina Muzurovic, Audrey Nepveu, y Sami Ouechtati

Hasta hace poco, cada vez que Fátima Hassan Mohamed necesitaba agua para lavar, cocinar o beber, esta madre de cinco hijos tenía que emprender un agotador viaje a pie de 20 kilómetros, la distancia que la separaba de la fuente de agua más cercana, medio día caminando por una tierra en la que el agua es tan valiosa que cada gota cuenta.

Fátima vive en Djibouti, uno de los países del mundo con mayor escasez de agua. Su familia tiene su hogar en la vasta y árida región de Tadjourah, la más extensa del país. Y pese a caminar durante doce horas, Fátima solo tenía acceso a un agua tan mala que le causó desde abortos hasta tuberculosis.


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Fátima no es la única. En el mundo más de 2 000 millones de personas viven en países que sufren niveles de estrés hídrico muy elevados. De hecho, la creciente escasez de agua representa uno de los problemas más acuciantes del mundo. Además, la deficiente gestión del agua contribuye a convertir una necesidad básica para la vida humana en una sustancia difícil de conseguir.

El problema de la escasez física de agua, que actualmente afecta a toda la población de Cercano Oriente y África del Norte, así como a Asia Meridional y a importantes zonas de China, no hará más que agravarse. La economía también influye: en lugares como los países de África Subsahariana, la falta de infraestructuras hace que, pese a tener agua, las personas no tienen acceso a un suministro fiable.

Ya sea física o económica, la escasez de agua se está extendiendo rápidamente, impulsada por el cambio climático, la urbanización y los cambios en la dieta. Con el creciente aumento de la población, la demanda de agua para diversos usos va camino de crecer nada menos que en un 50 % de aquí a 2050, con lo que la cantidad de agua disponible per cápita disminuirá.

Los desafíos no podrían ser mayores: sin agua para cultivar, cocinar y beber, no puede haber seguridad alimentaria y nutricional. Por ello, el FIDA se centra en mitigar la crisis mundial del agua financiando una amplia variedad de proyectos de gestión del agua y de infraestructuras a pequeña escala en todo el mundo. La valoración de las fuentes de agua es fundamental para las inversiones del FIDA, como lo demuestra su compromiso de ayudar a restaurar los ciclos y ecosistemas hídricos, frenar la escorrentía y recoger y almacenar agua.

Desde la construcción de sistemas de riego eficientes en las tierras altas de Etiopía hasta el suministro de cisternas de agua limpia en la región noreste del Brasil, que se ve afectada por la sequía, pasando por la construcción de presas en el Níger o el apoyo a la acuicultura en Bangladesh, todos estos proyectos financiados por el FIDA señalan el camino que se ha de seguir. En ellos se abordan retos como las cada vez más cambiantes e imprevisibles precipitaciones, al tiempo que reconoce el valor del agua como insumo fundamental para la producción agrícola y la actividad socioeconómica.

En Djibouti, el Programa de Gestión de Aguas y Suelos (PROGRES), financiado por el FIDA, cambió la vida de Fátima. En colaboración con el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Gobierno de Djibouti, el programa ha mejorado las infraestructuras hídricas del país mediante la construcción de un sistema de cisternas y depósitos que recogen y almacenan el agua de lluvia a lo largo de las rutas de trashumancia del ganado en la región donde vive Fátima.

Esta nueva infraestructura de captación de agua ha generado un recurso público inestimable para los seres humanos y los animales, que ahora pueden acceder al agua. También ha creado oportunidades de desarrollo socioeconómico.

El programa pretende mejorar los medios de vida de las comunidades rurales y nómadas mediante la adopción de tecnologías mejoradas para la agricultura y la ganadería, y la gestión sostenible del agua, las cuencas hidrográficas, los pastizales y los rumiantes, como cabras y camellos. Además de Tadjourah, donde vive Fátima, el programa se lleva a cabo en las regiones de Arta y Dikhil, abarcando un total de 13 pastizales y beneficiando a unas 66 000 personas.

Gracias a las mejoras que el programa aportó a su región, Fátima pudo reducir el tiempo de desplazamiento para ir a buscar agua, ahorrando 10 horas en cada viaje. Y lo que es más importante, el agua que ahora trae es apta para cocinar y para el consumo.

En todo el mundo, la escasez de agua afecta de forma desproporcionada a las oportunidades, la salud y el bienestar de las mujeres y las niñas. La salud de Fátima y sus hijos, que habían padecido frecuentes enfermedades, así como malnutrición y problemas de crecimiento, mejoró rápidamente. “También nos ha ayudado a evitar ciertas enfermedades, especialmente diarrea”, dijo.

La facilitación del acceso al agua potable también ha mejorado directamente su nutrición, lo que subraya el valor fundamental de los servicios de abastecimiento de agua para la seguridad alimentaria. En Djibouti, los trabajadores financiados por el programa crearon 250 huertos domésticos —algo que habría sido imposible con los antiguos planes de recogida de agua— y obtuvieron asesoramiento nutricional. Los tomates, los pimientos verdes, las cebollas, las papas y la moringa de estos huertos pronto proporcionaron los micronutrientes necesarios para una dieta más equilibrada.

Tener tiempo para cultivar el huerto y cuidar de sus cinco hijos ha supuesto una gran diferencia en la vida de Fátima. “El programa me ha ayudado a comprender mucho mejor la nutrición”, dice. “Mi último pequeño se benefició de las nuevas prácticas que aprendí, como la lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses”.

En las zonas que sufren escasez absoluta, los esfuerzos para valorar el agua deben ir más allá. Optimizar el consumo, reducir el desperdicio y reutilizar el agua siempre que sea posible son medidas cruciales. En las zonas rurales, en particular, el recurso a tecnologías a pequeña escala puede hacer posible la reutilización de las aguas grises, lo que a su vez permite el reciclaje de los nutrientes. El sector privado ya está abordando esta cuestión, pero es necesario el apoyo público para ampliar este tipo de prácticas.

Sobre todo, se necesitan urgentemente nuevas soluciones para garantizar que se aproveche al máximo cada gota de agua, especialmente en las zonas rurales y poco pobladas.