Por: Ferdinando Regalia.
Jefe de la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.
El 20 de noviembre se celebra el Día Universal de la Infancia en conmemoración a la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño en el año 1989. Al pensar en todo lo que implica este día para los pequeños de América Latina y el Caribe, hoy quiero celebrarlos a través de una de mis mayores inspiraciones, Beatrice Vio o “Bebe” Vio, atleta paraolímpica y medallista de oro italiana de 19 años. Desde que conocí su historia y, particularmente, su infancia, no pude evitar hacer paralelismos con todo lo que debemos hacer día a día para garantizar el cumplimiento de los derechos de muchos de los niños y las niñas de nuestra región.
Bebe nació sin problemas de salud y desde los cinco años practica esgrima. A los 11 años, fue hospitalizada debido a una meningitis que no podía ser controlada. Ya que el caso era de extrema gravedad, sus padres autorizaron varias cirugías que llevaron a la amputación de sus brazos y piernas. Luego de innumerables sesiones de rehabilitación para volver a valerse por sí misma, Bebe decidió no dejar la práctica de esgrima, en la que hoy, ocho años después, es medallista olímpica.
Si bien las adversidades en ningún caso pueden ser comparadas, la vida y éxito de Bebe y esa energía y positivismo que genera al hablar, me llevan a reflexionar sobre las adversidades y vicisitudes que enfrentan muchos niños en América Latina y el Caribe, sobre todo, aquellos que nacen y viven en situación de mayor vulnerabilidad. ¿Qué condiciones deben darse para que, a pesar de las adversidades, los niños y niñas sigan adelante con sus vidas? ¿Qué se puede hacer, desde el sector público y privado, para garantizar que tengan un desarrollo temprano de la mejor calidad para llegar a una adultez plena y productiva para sus familias y comunidades?
Tomemos el ejemplo de Bebe y hagamos tres reflexiones:
1. Construir la resiliencia: la resiliencia es la capacidad que tiene una persona de sobreponerse a circunstancias traumáticas y el caso de Bebe es, sin duda, un ejemplo de ello. Es este el punto que más llama mi atención. Me pregunto cómo influyen los padres, madres y cuidadores en la crianza diaria para desarrollar la resiliencia de los pequeños a largo plazo.
La resiliencia no es algo que se lleva en los genes, es algo que se construye a lo largo de la vida desde la infancia temprana. La última serie de The Lancet hace hincapié en el “cuidado cariñoso y sensible a las necesidades del niño”, especialmente en los primeros años de vida. Esto garantiza que los pequeños inicien sus vidas en un ambiente estable con interacciones y relaciones cariñosas, es más, la ciencia lo identifica como un factor esencial para adquirir y construir resiliencia. Además, un acervo contundente de evidencia demuestra los beneficios de apoyar a los cuidadores, especialmente aquellos que viven en mayores condiciones de vulnerabilidad, en el desarrollo de sus competencias parentales y de cuidado para promover un mejor desarrollo psicosocial y cognitivo de los más pequeños.
La buena noticia es que en la región de América Latina y del Caribe se están multiplicando las iniciativas programáticas públicas y privadas que adoptan este enfoque, no obstante existen todavía grandes retos de cobertura y, sobre todo, de calidad.
2. Asegurar el acceso a intervenciones de salud preventiva de alta costo-efectividad: el problema de Bebe se originó con una meningitis, una enfermedad que pudo haber sido evitada con la vacuna Haemophilus influenzae tipo b (Hib), que tiene una cobertura del 90% en las Américas. A pesar de los grandes progresos logrados en las últimas dos décadas en materia, por ejemplo, de cobertura de vacunas, aún persisten disparidades regionales como consecuencia de: recursos limitados; prioridades sanitarias concurrentes; gestión deficiente de los sistemas de salud; y seguimiento y supervisión inapropiados.
Todavía persisten en nuestra región brechas en cobertura efectiva de intervenciones claves de salud preventiva dirigidas a los ciudadanos más pequeños y estas se agudizan en las áreas con mayor concentración de pobreza y de más difícil acceso. No podemos bajar la guardia. Aún en el contexto de ajuste fiscal que muchos países de la región están enfrentando, el acceso efectivo a estas intervenciones debe de blindarse y es necesario que las autoridades realicen esfuerzos constantes de información y educación para los padres y cuidadores sobre cuán indispensable es garantizarlas.
3. Reconocer y responder a las necesidades especiales: si Bebe no hubiera contado con los servicios adecuados para recuperarse luego de su enfermedad y volver a lo que más ama, no hubiera podido llegar a ser la atleta e inspiración que es hoy. En principio, para que un niño o niña con algún tipo de discapacidad cuente con las mismas oportunidades que sus pares, debe reconocerse que tanto el, como su familia, tienen necesidades comunes al resto de la población además del apoyo y cuidados especializados que necesitan dependiendo de su discapacidad.
La prioridad de las políticas públicas de cuidado, aún aquellas de corte universal, deberían ser las familias en condiciones de mayor vulnerabilidad. A pesar de los importantes avances, este es el espacio de actuación donde mayores brechas existen en la región de América Latina y del Caribe y uno de los mayores frentes de “batalla” para asegurar sociedades inclusivas.
Aparte de estos puntos, hay muchas otras necesidades por las que debemos seguir nuestro trabajo para garantizar día a día que el 20 de noviembre sea un día de celebración para la infancia en nuestra región.
¿Qué significa celebrar el día de la infancia en tu comunidad? ¿Cómo podemos celebrar que muchos niños, al igual que Bebe, inspiran y motivan a otros a superar adversidades? Cuéntanos en la sección de comentarios abajo o mencionando a @BIDgente en Twitter.
Nota publicada en el blog “Primeros pasos” del Banco Interamericano de Desarrollo BID, reproducido en PCNPost con autorización.
SOURCE: Los Blogs del BID
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